Por Nehomar Hernández – gaceta.es

Para entender bien al actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, hay que saber cuáles son sus orígenes políticos. En ese sentido, conviene hacer una breve radiografía al Movimiento 19 de abril (M-19)un grupo terrorista guerrillero formado en la década de los setenta y que fue el medio utilizado por el mandatario izquierdista para dar sus primeros pasos en la actividad pública.

El M-19 comenzó a operar formalmente en enero de 1974, cuando sus integrantes logran introducirse en el Museo Quinta de Bolívar, ubicado en Bogotá. En medio de la incursión fue robada una espada que perteneció al venezolano Simón Bolívar, permaneciendo ésta en poder de la agrupación subversiva hasta 1991.

Y es que esta agrupación de algún modo abrazaba el ideario que luego también reivindicó Hugo Chávez en Venezuela: el de una perspectiva izquierdista mezclada con un culto a las ideas de Bolívar que acogía la lucha armada como único instrumento capaz de liberar al pueblo de la “opresión” ejercida tanto por el “imperialismo” estadounidense como por los dos grandes partidos protagonistas de la democracia colombiana: el Liberal y el Conservador.  

A diferencia del modus operandi empleado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que son quizá los dos grupos terroristas más conocidos del país sudamericano, el «Eme» —como también se le llamaba a la agrupación donde inició su vida política Petro—- se enfocó en cometer acciones propias de una guerrilla urbana.

Así, mientras las FARC y el ELN se internaron en buena parte de las regiones más rurales de la nación —lo cual les permitió dar rienda suelta al cultivo de drogas, la extorsión y el secuestro— el M-19 tomó a las ciudades como escenario de operaciones, empleando acciones relámpago para intentar conmocionar el orden establecido en Colombia.

En el expediente del Movimiento 19 de abril figuran, además del robo de la espada de Bolívar, el asalto al parque de armas de una instalación del Ejército de Colombia ubicada en Bogotá (1978); la toma —prolongada por casi dos meses— de la Embajada de República Dominicana en Colombia (1980), el secuestro de un vuelo de la línea aérea Aeropesca y de Martha Nieves Ochoa, hermana de los líderes del Cártel de Medellín (ambos sucesos en 1981) y el enfrentamiento con el Ejército colombiano en la localidad de Yarumales (Cauca) que se produce entre diciembre de 1984 y enero de 1985, saldándose con varias víctimas fatales.  

Sin embargo, el gran episodio subversivo protagonizado por el «Eme» se produjo el 6 de noviembre de 1985, cuando decidieron secuestrar las instalaciones del Palacio de Justicia, ubicado en la capital de Colombia. La incursión dejó un saldo de más de 100 muertos, siendo más de una decena de ellos magistrados del Poder Judicial. Además de ello buena parte del edificio colapsó en medio de un incendio que sobrevino en medio de las refriegas de los cuerpos de seguridad del Estado para intentar controlar la situación.

En 1990, y tras el desgaste propio de una subversión que no llegó a ninguna parte, el M-19 decidió abrirse paso a la vida «legal«, transformándose en la Alianza Democrática M-19 y participando en la Asamblea Constituyente que se convocó en 1991 para remozar el sistema político colombiano. Con la llegada del nuevo milenio el «Eme» se disgregó en varios grupos minoritarios de izquierda que acogieron la vía electoral para intentar ocupar espacios de poder en la política del país. Entre estos destaca precisamente el movimiento “Colombia Humana”, liderado por el propio Gustavo Petro.

Sobre su paso por el Movimiento 19 de abril Petro dijo el año pasado sin empachos que él era una suerte de líder comunitario del mismo y que, aunque nunca disparó un arma cuando estuvo allí, por supuesto que lo enseñaron a hacerlo. De acuerdo al mandatario el M-19 era una organización «político-militar» en la que parte de sus integrantes se dedicaban a acciones armadas, mientras que la otra estaba destinada a realizar labores de agitación social en las comunidades.

El caso es que su entrada por la puerta grande en la política colombiana fue justamente a través de esta agrupación. En 1991 el actual presidente del país obtiene su primer cargo de elección popular con el apoyo del «Eme», siendo electo a la Cámara de Representantes del país por el departamento de Cundinamarca.

Luego de más de 30 años de aquello basta preguntarse: ¿Cuánto de la impronta del ideario del M-19 sigue presente en los planes de Petro? ¿Cuánto riesgo supone para el pueblo colombiano haber puesto a un exguerrillero y conocido defensor del chavismo regional al frente de la Casa de Nariño? Sólo el tiempo permitirá dar las respuestas correctas a esto. Sin embargo, por ahora conviene estar en estado de alerta máxima; sobre todo después de la deriva que ha venido cobrando su Gobierno en medio del choque con los partidos que hasta ayer le dieron piso político y que hoy cuestionan y resienten las peligrosas y radicales reformas que éste trata de poner en marcha.  

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