Miguel Díaz – msz

Luiz Inácio Lula da Silva asumió su tercer mandato en Brasil con una grave polarización en las calles producto de su cuestionada legitimidad para asumir el cargo. Curiosamente, el exconvicto de izquierda ha recibido el beneplácito de buena parte de la política argentina.

El camino de Lula al Palacio de Planalto ha estado envuelto de graves acusaciones de irregularidades y fraude electoral. Al punto que, en los últimos dos meses, millones de personas se han volcado diariamente a las calles para pedir una auditoría electoral y hasta un golpe militar para que no asuma el líder del Partido de los Trabajadores.

Varios informes revelaron anomalías en las máquinas de votación electrónica utilizadas tanto en la primera como en la segunda vuelta electoral. Estas investigaciones alentaron a que miles de brasileños acampen fuera de los Cuarteles Generales de todo el territorio brasileño solicitando a las Fuerzas Armadas que actúen para que se respete la voluntad del pueblo y el correcto funcionamiento de la república.

De hecho, las propias Fuerzas Armadas presentaron su investigación de la elección, la cual resaltó que en el ballotage, ocurrido el 30 de octubre de 2022, hubo un “riesgo relevante” de fraude. Por eso, sugirieron una auditoría. Su pedido, al igual que los que vendrían después, fueron ignorados por el Tribunal Superior Electoral (TSE), que está comandado por el controvertido juez nombrado por Lula, Alexandre de Moraes.

En el ámbito privado, el grupo “Brazil Was Stolen” realizó una profunda investigación que determinó severas irregularidades en las máquinas de votación. Resulta que existen dos grupos de máquinas. Unas, las del modelo 2020, adquiridas durante el gobierno de Bolsonaro. Estas son totalmente auditables y, de hecho, fueron auditadas por universidades federales y el Ejército. Sin embargo, el segundo grupo de máquinas, que son las anteriores al 2020 (2009, 2010, 2011, 2013 y 2015), es decir compradas durante los gobiernos de Lula, Dilma y Temer, no se pueden auditar. El análisis del grupo investigador encontró que estas máquinas arrojaron diferencias significativas hacia Lula da Silva.

De hecho, el consultor argentino Fernando Cerimedo -cara visible del grupo de investigación- fue invitado al Senado brasileño para explicar en detalle el informe. Fue tan robusta su presentación que un grupo de senadores encabezados por Luis Heinze respaldaron sus evidencias. En la audiencia organizada por la Comisión de Transparencia, Gobernanza y Fiscalización, Cerimedo fue contundente: “no anular elecciones con anomalías en todas sus etapas es confirmar un estado de autoritarismo disfrazado de democracia, como es el caso de Cuba y Corea del Norte”.

Pero esto no es todo. El Partido Liberal (PL) de Bolsonaro le encargó al Instituto Voto Legal (IVL) que realizara también una auditoría. El resultado fue coherente con los dos anteriores: hubo severas vulnerabilidades en las elecciones de octubre en los modelos de las máquinas electrónicas que fueron compradas previo a la gestión de Bolsonaro.

Según la Ley Electoral, y de manera legal, el IVL está autorizado oficialmente por el TSE para hacer una auditoría de la elección. Por eso, el PL presentó oficialmente un pedido para que se invaliden los votos de los cinco modelos de urnas mencionados. Se trata -nada más ni nada menos- de más de 350.000 equipos. Según un estudio independiente, si se anularían esos votos, Bolsonaro se impondría en la elección con el 51,1% frente al 48,9% de Lula.

Para ser claros: las máquinas no auditables y compradas en gobiernos del PT, fueron abrumadoramente en favor de Lula, ¡inclusive muchas registraron cero votos para Bolsonaro! Obviamente, este patrón no se registró en las máquinas de 2020, adquiridas por el gobierno de Bolsonaro y que fueron auditadas.

Igualmente, como era de esperarse, el TSE no dio lugar al pedido.

A pesar de esta enorme evidencia que -para muchos- justificaba una intervención del TSE, Bolsonaro decidió no tomar acción, anticipando sanciones internacionales y la condena de los organismos supranacionales.

Pero más allá de eso, esta grave situación institucional expone que Lula asumió su tercer mandato con una -cuanto menos- cuestionable legitimidad.

Hasta ahora, el principal sostén político del líder del PT ha sido precisamente el juez de Moraes, quien en las últimas semanas no ha mostrado reparos para perseguir judicialmente a los ciudadanos que han participado en las manifestaciones pacíficas en las calles.

De hecho, el Supremo Tribunal Federal de Brasil -integrado en su mayoría por ministros nombrados en gobiernos del Partido de los Trabajadores- ha avanzado en la censura y la persecución a empresarios, influencers, congresistas, periodistas, líderes indígenas y a todo aquel que ose poner en duda la legitimidad del nuevo presidente. Estas personas han sufrido bloqueos a sus cuentas bancarias, censuras en sus redes sociales, y allanamientos y arrestos sin justificación de la Policía Federal, determinados por orden del máximo tribunal.

Por supuesto, no es de sorprender que los dictadores de Hispanoamérica hayan festejado que, a partir de esta complicidad de la justicia, Lula haya visto allanado su camino a Brasilia.

Miguel Díaz-Canel de Cuba celebró a lo grande la victoria de Lula y lo propio hizo Nicolás Maduro de Venezuela, quien no disimuló su alegría por la llegada de su “amigo” al Palacio de Planalto. Y no es para menos, Lula ya ha anunciado que reanudará las relaciones con el régimen chavista.

En este marco, no es llamativo que el gobierno socialista de Argentina se haya sumado a la algarabía.

Sin embargo, lo que sí puede descolocar a más de uno, es que lo mismo hizo la oposición de Alberto Fernández.

Horacio Rodríguez Larreta, quien es el precandidato presidencial del PRO, que se supone es la centroderecha en Argentina, celebró la asunción de Lula en Brasil y destacó la ceremonia de traspaso (de la que coincidentemente no fue parte Bolsonaro): “Felicito a Lula por su asunción y le deseo el mayor de los éxitos y prosperidad para todo el pueblo de Brasil. La ceremonia de traspaso es un símbolo de respeto a la democracia y sus instituciones, y siempre debe ser honrada”.

En el mismo sentido se pronunciaron otras voces del frente Juntos por el Cambio, como Federico Pinedo y Martín Lousteau.

Sin embargo, vale resaltar la postura del precandidato presidencial libertario Javier Milei, quien no solo no felicitó a Lula luego del ballotage, sino que ocasión de la asunción del fundador del Foro de Sao Paulo, se limitó a retuitear mensajes que hacían referencia a que el resto de la clase política simpatizaba con las “ideas socialistas empobrecedoras” de Lula, que es una “costumbre latinoamericana hacer presidentes a delincuentes” y que los políticos argentinos “bajo el lema de la corrección política son funcionales a la agenda 2030 y el socialismo”.

A pesar de todo lo expuesto, de cara al futuro se puede esperar que las relaciones bilaterales entre Brasil y Argentina seguirán profundizándose, porque a ambas naciones los une una honrada historia y una enriquecedora cultura en común, y eso es mucho más valioso y perdurable que cualesquiera de las fechorías de los políticos de turno.

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