“Estoy bastante desesperado. Llevo varias semanas sin poder dormir por las noches. El problema es que oigo un ruido que no me deja pegar ni un ojo” (…) “por la noche suele reinar la calma, hasta que comienzo a oír un molesto ruido -similar al ronroneo de un coche delante de una ventana y con un tono extremadamente grave-” (…) “Durante algún tiempo pensé que yo lo tenía dentro, pero también he descartado esta posibilidad, puesto que mi mujer también lo oye aun cuando apenas le moleste. La cuestión es que he probado dormir con tapones de goma espuma, que realmente suelen ser muy buenos, pero me provocan justo el efecto contrario, es decir, lo oigo todavía con mayor intensidad” –un internauta español

“Mi cuerpo yace sentado en tierra plana pero, por lo que perciben mis oídos, juraría que voy montado a bordo de una pequeña avioneta; o en el camarote de una lancha veloz; o en la claustrofóbica intimidad de un submarino de guerra.” –el autor del presente artículo.

El sonido ya comienza a ser algo perturbador. La auto-promesa de mantener reproduciendo el monótono archivo de sonido que imita al “zumbido de Taos” hasta la finalización de la redacción del artículo presente empieza a parecerme carente de gracia minuto a minuto. En una poco ortodoxa fórmula de investigación, me dispuse a experimentar en carne propia cuán molesto puede resultar a los oídos el zumbido constante que insufriblemente afirman padecer muchas personas del mundo en puntos caprichosamente determinados del planeta. De antemano supuse que la molestia se incrementaría con el correr del tiempo; lamentablemente, mi predicción era correcta.

El primer relato, adjudicado a un cibernauta español y publicado en un famoso foro de divulgación digital, se muestra como un claro ejemplo de lo que miles de personas, día a día (y noche a noche), se ven obligados padecer, bajo la sombra de un enemigo poco conocido: el zumbido.

"Llevo 5 años sin saber lo que es el silencio": paciente con tinnitus el zumbido constante en los oídos
Imagen ilustrativa

“Un motor diesel sonando a través de los cristales” es una de las definiciones con la que la mayoría de los llamados “enfermos del zumbido” describen al sonido continuo, sordo y de baja frecuencia que suele acosar a los habitantes de puntos llamativamente específicos del planeta.

Taos en Nuevo México; Bristol en Reino Unido; Kokomo en EEUU; la Isla Grande de Hawai y Nueva Zelanda son solo algunos de los lugares de la Tierra donde “el zumbido” se dispone a perturbar la paz de determinados individuos a determinadas horas del día.

El fenómeno de “el zumbido” comenzó a reportarse estadísticamente desde inicios de la década de los 90´, cuando una ola de alertas desde el pueblo de Taos, en Nuevo México, comenzó a repercutir en los medios de comunicación estadounidenses. Sin embargo, “el zumbido” ya había alcanzado cierto grado de popularidad durante los 70´ y los 80´ en zonas tan disímiles cartográficamente como Nueva Zelanda y la ciudad de Bristol en Inglaterra.

Aunque muchas investigaciones han fracasado en identificar el enigmático origen de “el zumbido”, las consecuencias en quienes lo padecen son claras; la interferencia del “motor de diesel” dentro de sus cabezas varía desde una simple molestia hasta una genuina tortura que impide la realización de las tareas habituales. Su período de permanencia tampoco se encuentra limitado a ciertas horas; algunos afectados lo escuchan de día, otros a horas determinadas, algunos en momentos inciertos, y la mayoría de todos ellos encuentra en el “zumbido” un enemigo constante por las noches.

El extraño fenómeno del zumbido ha encontrado en algunas regiones, tales como en Kokomo, Indiana, posibles factores de origen industrial, del porte de torres de refrigeración o compresores de aire de gran calibre, capaces de generar ruidos de altos decibeles y baja frecuencia que son transmitidos sutilmente a través de la tierra hasta las edificaciones citadinas. Sin embargo, en la mayoría de los casos, los orígenes de aquel “zumbido”, imposible de detectar hasta con los más sensibles micrófonos, representan un verdadero enigma para los científicos, y un abanico de posibilidades para los investigadores.

Entre las hipótesis más aceptadas a la hora de identificar la fuente del ruido molesto, los especialistas sugieren sistemas de transmisión de sonido de baja frecuencia usados con fines experimentales a nivel planetario, que son percibidos “cerebralmente” por unos pocos desdichados, sin intervención alguna del sistema de transporte auditivo. Esta rama de hipótesis lograría explicar, de momento, la razón por la cual el aislamiento de oídos con tapones de materiales diversos o los lugares especialmente silenciosos no harían más que resaltar el fenómeno, provocado dentro del mismo cráneo por la interferencia de ondas provenientes del exterior.

Uno de los orígenes candidatos de la producción del zumbido lo representan los sistemas de comunicación de submarinos militares, tales como el ELF (sistema de Frecuencias Extremadamente Bajas), que son capaces de atravesar tierra y mar en cualquier dirección. Otra opción la representan los sistemas de calentamiento ionosférico de muy alta frecuencia, llevados a cabo por Estados Unidos, Rusia o Noruega, tales como el HAARP, desarrollado en Alaska desde 1993. No obstante, está última hipótesis no explicaría el origen de otros zumbidos como el “Bristol Hum”, registrado mucho antes de la puesta a punto del proyecto HAARP.

Hacia otro plano de hipótesis, el “zumbido” podría ser inducido por factores naturales, como por ejemplo el movimiento de las placas terrestres, ondas electromagnéticas causadas por meteoritos, u ondas producidas por la interacción del campo magnético terrestre con el viento solar.
Otras de las posibles causas investigadas se limitaría a ondas producidas por la ionización del aire en torno a fuentes eléctricas de alta tensión cercanas a los poblados afectados.

Las patologías neurológicas relacionadas con la percepción de sonidos inexistentes, englobadas científicamente con el nombre de “acúfenos”, se encuentran exceptuadas de ser las culpables del “zumbido”, ya que en muchos casos las personas que lo escuchan dentro de un mismo recinto suelen ser dos o más.

Para agregar misterio a los orígenes del “zumbido”, sus afectados frecuentemente aseguran que existen zonas geográficas dentro de un mismo terreno mucho más sensibles que otras a la incidencia de las ondas perturbadoras; dentro de ciertos edificios, al aire libre, o en distintas habitaciones de una misma casa, los enfermos del zumbido han escogido frecuentemente el lugar menos afectado por el fenómeno para descansar algunas horas de la noche.

El 15 de noviembre 2006, el Dr. Tom Moir de la Universidad de Massey, Nueva Zelanda, realizó la grabación simulada en 56 hercios del “Auckland Hum” que resuena en estos momentos sobre los parlantes de mis auriculares. Al finalizar mi investigación (y tal vez con alguna trampilla a la promesa de por medio), he decidido que es momento de dejar de escuchar el monótono sonido que perturba la paz de mi intimidad. En la actualidad, “el zumbido” no parece dejar de existir como un tedioso misterio para muchos habitantes de este planeta; pero por fortuna para mi persona, el horroroso zumbido termina en este momento.

Artículo publicado originalmente en la Revista 2013 y más allá

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