Por Emmanuel Rincón

Las nociones sobre la izquierda y la derecha política son relativamente jóvenes en la historia de la humanidad, fue tan solo a finales del siglo XVIII que nació esa distinción ideológica que ha marcado intensos debates políticos, filosóficos y sociológicos a lo largo del tiempo.

En el año 1789 durante el inicio de la Revolución Francesa, los delegados de la Asamblea Nacional se sentaron alrededor del presidente, a la derecha se encontraban sentados los diputados partidarios de un veto real absoluto que le otorgara al monarca la capacidad de vetar las decisiones del parlamento, estos pertenecían en su mayoría a la aristocracia o al clero; y a la izquierda, encabezados por Maximilien Robespierre, estaban los diputados que consideraban que la constitución debía ser modificada y que el poder de veto debía ser suspendido.

A partir de entonces surge en esa época un conjunto de valores más o menos establecidos para asumirse de izquierda o derecha:

A la izquierda: los defensores del “progreso”, la igualdad jurídica, el reformismo y la insubordinación.
A la derecha: el conservadurismo, el orden, la identidad nacional y la autoridad.

En ese entonces poco influía en el debate las concepciones sobre posturas económicas, predominaba sobre todo un discurso que giraba entorno a cuestiones sociales; en esa época evidentemente existían razones más que suficientes para querer ubicarse a la izquierda del espectro político, pues no solo Francia, sino el mundo, vivía todavía en sociedades de dominio absoluto por parte de las aristocracias locales donde había poco o nulo apalancamiento social; de hecho, estoy convencido de que si yo hubiese nacido en esa época hubiese sido de izquierda, pues era la derecha conservadora de aquel entonces la que quería aplastar a la población para mantener sus privilegios, tal como hoy lo hace la izquierda estatista.

La industrialización, la apertura económica, la masificación de la educación y el comercio, comenzaron a producir cambios bruscos en las interacciones sociales de la humanidad, y entonces, poco a poco empezaron a surgir teorías económicas que crearían o darían nombre a nuevas ideologías. Desde entonces la izquierda se ha asociado de alguna manera a quienes “protegen o luchan por los pobres”, y la derecha a quienes “defienden los privilegios de los ricos”, a partir de allí también nacen los términos liberales y conservadores, el liberal históricamente más asociado a la izquierda (aunque en la actualidad usualmente no es así), y el conservador a la derecha (esto también ha cambiado).

Hasta inicios del siglo XX las definiciones de izquierda y derecha eran más fáciles de establecer, pero estos cambios sociales en los que el capital se democratiza anulan las concepciones iniciales del espectro ideológico; esto, junto a la llegada del nazismo y el fascismo, además del favorecimiento de gran parte de los liberales a las teorías de mercado y el capital, trastocan las definiciones históricas preconcebidas.

A partir de allí surgen pensadores construyendo teorías para definir la izquierda y la derecha, muchos de ellos vienen de la izquierda y expulsan al nazismo y el fascismo del ala socialista, entre ellos se encuentra el jurista italiano Norberto Bobbio, quien militó en el Partido Socialista Italiano, y a quién usa de referente la izquierda para empujar los totalitarismos de Hitler y Mussolini a la derecha.

A pesar de que Bobbio muestra mucha ecuanimidad a lo largo de sus postulados, termina siempre reivindicando a la izquierda. No en vano afirma: «Siempre he dado al término izquierda una connotación positiva, incluso ahora que está siendo cada vez más atacada, y al término derecha una connotación negativa, a pesar de estar hoy revalorizada».

El jurista italiano parte de la concepción de igualdad o desigualdad para definir la izquierda y la derecha, según él:

“(…) es la diferente actitud que las dos partes —el pueblo de la derecha y el pueblo de la izquierda— muestran sistemáticamente frente a la idea de igualdad: aquellos que se declaran de izquierdas dan mayor importancia en su conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad; los que se declaran de derechas están convencidos de que las desigualdades son un dato ineliminable, y que al fin y al cabo ni siquiera deben desear su eliminación”.

Sus postulados, que debo acotar, están bien robustecidos y dan la sensación de imparcialidad, construyen la narrativa del “buenismo” izquierdista:

“Consecuentemente cuando se atribuye a la izquierda una mayor sensibilidad para disminuir las desigualdades no se quiere decir que ésta pretenda eliminar todas las desigualdades o que la derecha las quiera conservar todas, sino como mucho que la primera es más igualitaria y la segunda es más desigualitaria”.

A partir de esta construcción deliberada y completamente subjetiva de Bobbio para definir a izquierda y derecha según el sentido de igualdad, el jurista italiano fabrica una clasificación a la medida que según él envía al fascismo y el nazismo a la extrema derecha:

“En la extrema izquierda estarían los movimientos a la vez igualitarios y autoritarios (como el comunismo histórico); en el centro-izquierda, las doctrinas y movimientos a la vez igualitarios y libertarios (como el socialismo liberal y la socialdemocracia); en el centro-derecha las doctrinas y movimientos a la vez libertarios y no igualitarios (los partidos liberales y conservadores); y en la extrema derecha, las doctrinas y movimientos antiliberales y antiigualitarios (como el fascismo y el nazismo)”.

Partiendo de que su teoría fuera correcta, el nazismo y el fascismo eran movimientos colectivistas que no creían en la individualidad, Hitler consideraba que “Lo colectivo prima sobre lo individual”, en ese sentido no se podrían tildar de “antiigualitarios”, pues su diferenciación no partía de condiciones sociales o económicas, sino de la raza (en el caso del nazismo), y de la nacionalidad (en el caso del fascismo). Tanto Hitler como Mussolini se oponían al capitalismo y a las “burguesías”.

Habiendo desmontado su falsa consideración que partía de una falsa premisa, ahora demostraremos porque su premisa también estaba errada, y es que el jurista socialista al afirmar que la derecha e izquierda se definen por su reconocimiento a la igualdad, deja por fuera muchos otros aspectos esenciales que construyen una ideología, empezando por los postulados económicos que defiende, su concepción sobre el Estado, y las consideraciones que hace acerca del colectivismo y el individualismo.

Tal como hemos venido afirmando, en el pasado la ecuación “derecha-izquierda” era más fácil de establecer, pero hoy en día donde las ideologías pisan tantas líneas conjuntas, es preciso definir un sistema que nos permita comprender a fondo las fronteras.

Además que la izquierda y derecha varía por completo según la región, un socialdemócrata europeo no es lo mismo que un socialdemócrata latinoamericano, así como un liberal norteamericano, no es lo mismo a un liberal europeo. En Europa la gran mayoría de partidos socialdemócratas apoyan el libre mercado y el capitalismo, de hecho, muchos partidos socialdemócratas se consideran de “centroderecha”, mientras que en América Latina los socialdemócratas abogan por las nacionalizaciones, los grandes Estados y fuertes subsidios a la economía. Mientras que en Estados Unidos Barack Obama se considera un sujeto de centro izquierda, en América Latina el expresidente norteamericano sería tildado de derechista.

En Portugal el Partido Social Demócrata está a la derecha y el Partido Socialista a la izquierda, en Alemania la Unión Demócrata Cristiana a la derecha y el Partido Socialdemocrata a la izquierda; el partido socialdemocrata portugués se define como “centroderecha”, y el partido socialdemócrata alemán se define como “centroizquierda”, sin embargo ambos partidos socialdemócratas defienden el libre mercado y abogan directa o indirectamente por una especie de ordoliberalismo.

En contrapartida, en Argentina el poder se ha repartido entre la Unión Cívica Radical a la “derecha”, y a la izquierda el Partido Justicialista, así como ocurrió en Venezuela hasta la llegada del chavismo donde el poder se repartía entre Copei a la “derecha” y Acción Democrática a la izquierda; en realidad, ninguno de estos 4 partidos es siquiera de centro, son de izquierda, pues todos favorecen el estatismo, los subsidios, las nacionalizaciones y el proteccionismo.

Hoy en día incluso el conservadurismo no es necesariamente de derecha. Existen conservadores socialistas o socialdemócratas que pactan con el Estado y no deseen la liberación de la economía pues esto estropearía sus negocios.

Por lo tanto, para poder definir sin mayores problemas la ubicación ideológica de los partidos, es menester acudir al carácter primordial que da forma a sus políticas públicas: la economía.

Es la economía la que da forma al discurso, al lenguaje, a las apuestas políticas de cada organización e incluso a su núcleo fuerte de seguidores. Junto a la economía hay dos aspectos más que definen el posicionamiento ideológico, las posturas al respecto del individualismo y el colectivismo, y las concepciones sobre el Estado.

En ese sentido podemos afirmar que:

1. Todo el que de un valor primordial al individualismo, que abogue por la disminución del Estado, y apoye la propiedad y empresa privada, va a la derecha.

2. Todo el que de un valor primordial al colectivismo, que abogue por el agrandamiento del Estado, con posturas mixtas sobre propiedad y empresa privada, va a la izquierda.

Finalmente las concepciones sobre el tamaño del Estado será el catalizador para definir el espectro ideológico del individuo o partido; por ejemplo, un sujeto puede decirse a sí mismo de derecha, pero si cree en las empresas públicas, apoya la alta tributación, que a su vez da pie a un sistema de dádivas estatales y programas gubernamentales públicos, que limita el crecimiento de la empresa privada y el mercado, entonces no es de derecha. Respetar la propiedad y la empresa privada no es necesariamente ser de derecha.

Entre más programas sociales promueva un Estado, más funcionarios necesitará, lo que a su vez dará lugar a una tributación más elevada para cubrir el gasto público; de hecho, la ecuación también se puede hacer a la inversa, entre más tribute un Estado, más crecerá el mismo, más funcionarios tendrá, y los programas sociales y gasto público será mayor.

Por eso se puede partir de que el tamaño del Estado es el termómetro adecuado para definir la posición en el espectro ideológico. Un Estado más pequeño, indica que se le está dando un mayor protagonismo al mercado y a la empresa privada, a su vez que un Estado más grande, indica que se están aplicando mayores controles a la economía y se le está dando prioridad a la acción pública sobre la privada.

Es por esta razón que los totalitarismos casi siempre se forman en la izquierda, pues para implantar Estados totalitarios hace falta una concentración absoluta de fuerzas, un Estado grande que no se produce en la derecha actual. Un Estado totalitario requiere disponer del monopolio de la fuerza, los medios de producción y la prensa, y esto solo se puede concentrar a través del socialismo colectivista, tal como ocurre en Venezuela, Cuba, China; en un país capitalista como Estados Unidos no se podría formar un estado totalitario, porque en primer lugar, el gobierno no concentra los medios de producción, hay muchos ciudadanos con dinero y con poder, la prensa pertenece al sector privado, y aunque en la teoría el Estado tiene el monopolio de la fuerza, la segunda enmienda ofrece a los ciudadanos norteamericanos el derecho a protegerse y portar armas, a su vez que dispone de una sociedad civil con suficiente capital para enfrentar cualquier intento autoritario; esta combinación de factores, como ya lo ha demostrado la historia norteamericana, además de producir y generar bienestar y riquezas, incrementa las libertades, el pluralismo y la democracia.

Bajo este orden de ideas, para identificar el espectro ideológico de algún individuo o movimiento, los factores sociales ya no son ningún termómetro, pues como hemos venido indicando, en el presente hay conservadores de izquierda y liberales de derecha. Esta fórmula de hecho resultaba efectiva hace dos siglos, cuando las cuestiones sociales primaban sobre las económicas en la política, pero hoy no dicen absolutamente nada, pues hay socialistas y comunistas que están en contra del matrimonio homosexual o la inmigración, así como capitalistas que lo apoyan y viceversa.

Es la izquierda la que ha intentado darle a los conflictos sociales una índole ideológica, pues así se han apoderado de las “causas justas”, pero el conservadurismo o liberalismo en lo social no advierte las creencias económicas del indivudo en cuestión.

El punto donde siempre terminan encontrándose la izquierda y la derecha, es en los extremos, en ese sentido, el desmantelamiento del Estado puede llegar por ambas vías, la ultraderecha pasaría del minarquismo al anarcocapitalismo, y la ultraizquierda del comunismo al anarcocomunismo.

En conclusión, para ubicar la ideología política de un individuo o partido, basta con analizar el tamaño de Estado y gasto público que mantiene o mantuvo (en caso de haber gobernado), o las posturas que defiende sobre la concepción del mismo (si no lo ha hecho).

Fuente: Panam Post.

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