Fuente: Mundo Libre

El régimen comunista chino enfrentó fuertes críticas de varios países occidentales durante la revisión de su historial en derechos humanos en la ONU este martes, en el marco del Examen Periódico Universal (EPU), un mecanismo que se lleva a cabo cada cuatro a cinco años para evaluar el desempeño en esta área de los 193 Estados miembros.

La delegación china defendió los avances del país en la mejora de las condiciones de vida, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos. Chen Xu, embajador de China ante la ONU en Ginebra, afirmó que el respeto y la protección de los derechos son tareas esenciales en la gobernanza china.

Sin embargo, tras la presentación preliminar, la delegación china enfrentó un escrutinio intenso por parte de diplomáticos de todo el mundo, especialmente de Occidente, que expresaron preocupaciones sobre la represión de las libertades civiles, la ley de seguridad nacional en Hong Kong y las violaciones a los derechos humanos en Xinjiang y Tíbet.

Las acusaciones de represión en Xinjiang incluyen posibles «crímenes contra la humanidad», según un informe de la ONU en 2022, aunque China ha rechazado categóricamente estas afirmaciones. En octubre de 2022, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU votó en contra de debatir el contenido de este informe, generando tensiones.

Varias potencias occidentales, lideradas por Estados Unidos, han denunciado abusos contra la minoría musulmana uigur y otras etnias en Xinjiang, calificándolos como un «genocidio».

En el marco del EPU, defensores de derechos humanos esperan que los países respalden las conclusiones del informe de la ONU y exijan medidas a China. Mientras tanto, manifestantes uigures y seguidores de la disciplina espiritual Falun Gong se congregaron en Ginebra para instar a una resolución contra los «abusos» del gobierno chino antes de la revisión de los derechos humanos en la ONU.

Persecuciones religiosas en China

En Oriente las distintas sociedades durante los últimos 5 mil años de historia mantuvieron una fuerte creencia en la naturaleza Divina del Universo y la convicción de que Dios creó al hombre y que regresará a la tierra para llevarlo de regreso al cielo antes del fin del mundo. 

Particularmente en China, la espiritualidad y la fe estuvieron siempre arraigadas en los corazones de las personas gracias a su cultura tradicional transmitida de generación en generación durante milenios. El Partido Comunista Chino (PCCh), obsesionado por imponer el ateísmo, sólo lo ha logrado por medio de la fuerza, rompiendo con las ideas y creencias de los ciudadanos utilizando las amenazas, el terror y el adoctrinamiento como medio para lograr sus objetivos.

El Manifiesto Comunista, uno de los libros fundamentales del PCCh, promueve la destrucción de la familia, la iglesia y el Estado-nación. Eliminar y subvertir a las religiones es uno de los objetivos principales del comunismo según indica en su ideología más fundamental.

La China comunista ha utilizado, y continúa haciéndolo, la violencia del gigante aparato estatal para denigrar a las religiones y oprimir a las creencias rectas de manera de forzar a las personas a separarse de lo Divino. 

La fe en China no se caracteriza por tener una religión predominante como suele ser el caso de otros países, el pueblo chino tiene una firme creencia en diversos dioses y budas, y las creencias religiosas son los cimientos de la cultura tradicional china. El Confucionismo, el Budismo, el Taoísmo e incluso las religiones occidentales han coexistido pacíficamente en China durante miles de años.

Entre las víctimas de la masacre espiritual que continúa realizando el PCCh en su territorio, se encuentran los uigures, una minoría étnica en su mayoría musulmanes, ubicados en la región de Xinjiang al noroeste de China.

Los grupos de derechos humanos aseguran que el régimen chino mantiene prisioneros en este momento a más de un millón de uigures en contra de su voluntad en una gran red de lo que el estado llama «campos de reeducación», donde según las denuncias son torturados, esclavizados y asesinados.

Pero la persecución más atroz es la que sufren los practicantes de Falun Dafa, también conocida como Falun Gong. En 1999 comenzó una campaña de difamación y persecución hacia la disciplina iniciada por el excabecilla del régimen comunista chino Jiang Zemin. La persecución se extiende hasta hoy, ya que la facción de Jiang aún mantiene bajo su control el aparato represivo de China.

Primero se prohibió la práctica de los ejercicios  en los parques y luego -utilizando todo el aparato de comunicación estatal- se denigró a Falun Gong y se comenzó con los arrestos masivos.

Hay evidencias de muertes en centros de detención e incluso pruebas de sustracción forzada de órganos hacia practicantes de esta disciplina espiritual basada en los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia.

Según el Tribunal de China, un tribunal independiente con sede en el Reino Unido creado para investigar la práctica de la sustracción forzada de órganos en China, ha concluido que alrededor de 1,5 millones de personas encarceladas han sido atacadas y asesinadas por sus órganos, principalmente durante las últimas dos décadas.  

Los resultados ponen de manifiesto un inquietante comercio de trasplantes cuyo valor se estima en 1.000 millones de dólares al año. El régimen autoritario sostiene que los órganos extraídos no proceden de presos de conciencia encarcelados, sino de «órganos donados» por voluntarios.

“La sustracción forzada de órganos se ha cometido durante años en toda China a gran escala”, concluyó el tribunal en junio del año pasado. La práctica es «de una inigualable maldad -a base de muerte por muerte- con los asesinatos por crímenes masivos cometidos en el siglo pasado», agregó.

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