Por Luis Cino – CubaNet

 A inicios de julio el portal USA Today designó a Cuba como un privilegiado destino turístico. Pero, contrariando a esa publicación, si yo fuese extranjero, jamás se me ocurriría pasar mis vacaciones en Cuba, al menos en estos tiempos que corren.

No niego las bellezas naturales de mi país, sobre todo las playas, ni su riqueza artística y cultural, particularmente la música, y por qué no, la cocina criolla. Pero sucede que Cuba, desde 1959, padece una dictadura que ya dura 62 años y que lo estropea todo, muy en especial, la vida de sus habitantes.

A continuación, enumero cinco razones por las que, si fuese extranjero, no visitaría la Isla.

Cuba no es el paraíso que venden

Como no me resignaría a estar encerrado en un hotel climatizado de Varadero o la cayería de la costa norte, querría ver la vida real del país, y al hacerlo, si es que me lo permiten, me deprimiría el estado de abandono y suciedad en que están la mayor parte de las ciudades y poblados (siempre que no sean las aldeas Potemkin que muestran a los turistas); las villas miserias en las afueras de las ciudades; los edificios apuntalados y ruinosos, a punto de derrumbarse, que ponen en riesgo las vidas de sus moradores.

El sueño socialista no existe

Me disgustaría, sabiendo que los cubanos viven bajo la más antigua dictadura comunista del Hemisferio Occidental, tener la sensación de que visito un parque temático socialista, una engañifa,  donde las personas, hambreadas y mal vestidas, con miradas de zombis,  están obligadas a simular que son felices, agradecidas a Fidel Castro y que apoyan a lo que llaman “la revolución”.  Me exasperaría oír a la mayoría de las personas,  hablar entre susurros, por si las paredes tienen oídos, por si hay cerca algún chivato,  enumerando sus quejas, si es que tienen algunas, y de las que inevitablemente culparán al bloqueo norteamericano, y no a la ineficiencia y desidia de sus gobernantes y del sistema mismo.

Estafas y otros males sociales

Me sentiría muy mal sabiendo que estoy bajo el acecho constante de gente que quiere estafarme y tumbarme mi dinero. Pueden ser los pobres diablos que te proponen por la calle lo mismo un alquiler que habanos o marihuana, o jineteras y “pingueros” que “harán de todo por complacerte” y se harán los enamorados o enamoradas, dispuestos a casarse, que los empleados de la Aduana o de las tiendas y los hoteles, siempre prestos a cobrar propinas o sobornos. Todos, por muy amables que se muestren, como tiburones, dispuestos a morderte.

Las mentiras de la Revolución

Estando medianamente informado, no soportaría, me resultaría vomitiva, la avalancha de mentiras acerca de las bondades de la revolución, que me llevaran a los santos lugares del castrismo, ni que quisieran meterme por los ojos las camisetas con la cara del Che Guevara, su diario en Bolivia o boinas y gorras con la estrella roja guerrillera.

Salud y seguridad personal

Y por último, mi salud y seguridad personal y la de los míos. Cuba presume de ser un lugar seguro, donde se puede pasear a cualquier hora sin problema. Y es cierto, más allá de algún que otro maleante arrebatador de billeteras y bolsos. El problema –con el mal estado de las carreteras, los numerosos baches en las calles y la señalización deficiente– son los accidentes de tránsito. Pero más preocupante aún, con el pésimo estado sanitario de la Cuba profunda, con las moscas, mosquitos y cucarachas que pululan,  es la posibilidad de enfermarte. De dengue, por ejemplo, que se ha vuelto endémico. O de sarna, si te restriegas con alguien que ligues aquí. En este momento, si no te estafan con el PCR u otro protocolo sanitario, luego del aislamiento, corres el riesgo de contraer la COVID-19, porque Cuba se ha reabierto al turismo en pleno pico de la pandemia, cuando colapsan hospitales, morgues y cementerios.

Pudiera enumerar varias razones más, pero no quiero alarmarlos ni deprimirlos. Espero no me tilden de excesivamente subjetivo, o lo que es peor, de antipatriótico. Desde el principio les aclaré que lo que anda mal no es Cuba o los cubanos, sino el régimen. Pueden estar seguros que de no ser por el castrismo, Cuba, de tan bella, fuera casi un paraíso.

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