Una virgen que recibe un anuncio divino; un Cristo crucificado; caballeros y doncellas en típicas poses medievales. Si observamos con detenimiento, las pinturas de la antigüedad rebozan de solemnidad y belleza. Pero si nos detenemos más en detalle, encontraremos que en el cielo de muchas de ellas se hallan representados objetos de una naturaleza inquietante, que poco parecen tener que ver con el tema de la obra.

En algunas ocasiones, aquellas ¿máquinas? no solo aparecen como tema secundario, sino que todo el cuadro gira en torno a su enigmática presencia. ¿Qué son en realidad? ¿Con qué motivo pintaron tales objetos aquellos artistas? ¿Plasmaron escenas reales ocurridas en siglos anteriores o solo se trata de simbolismos de época?

La Madonna de San Giovannino – (1450-1460)

En el monasterio de Visoki Dechani, levantado en la provincia de Kosovo en 1327, descansa desde hace siglos un fresco que ha despertado la atención tanto de ufólogos como de especialistas en el arte.

Como en tantas otras pinturas que retratan la crucifixión de Jesús, los elementos de la pasión (el mesías, la cruz, los testigos) toman los lugares acostumbrados, pero dos inusuales objetos ubicados en el cielo a ambos extremos parecen coincidir perfectamente con la idea de naves tripuladas surgidas nada menos que de la era espacial. Ambas poseen una forma aerodinámica; y dos hombrecillos, uno en cada nave, posicionan sus manos como quien manipula los controles en una cabina de mandos.

Algunos autores sostienen que estas no son más que representaciones del Sol y la Luna, tantas veces vistas en otras obras de la época con un rostro humanizado. Por el contrario, otros como Erich von Däniken, no solo ven dos naves espaciales comandadas por alienígenas, sino que afirman que todos los personajes involucrados en la obra tratan de apartar la vista de aquel fenómeno que está ocurriendo sobre sus cabezas, como si el solo hecho de ser observadores conllevara el riesgo de ser castigados por parte de aquellos seres. “En la primera nave hay un hombre sentado. Su mano pulsa la palanca de embrague; evidentemente está atento a una segunda nave espacial”, dice Däniken en su documental “Recuerdos del futuro”. “Los que están alrededor se cubren las caras con sus manos, están llenos de miedo”.

Visoki Dechani, “La crucifixión”

Muchos años antes de “La crucifixión” de Visoki Dechani, otros objetos brillantes en el cielo también tomaban el protagonismo de ciertas pinturas, sin poderse distinguir realmente si se trataban de hechos naturales o fenómenos provocados por una tecnología que los hombres del medioevo desconocían.

Tal es el caso de dos imágenes que aparecen en el manuscrito del siglo XII, “Annales Laurissenses”, en el que dos caballeros cruzados señalan objetos esféricos que despiden una especie de llama o radiación en todas las direcciones. Estas obras hacen referencias a un suceso ocurrido en el año 776 durante el sitio que los sajones impusieron al castillo de Sigburg, en Francia. Ambos bandos, sajones y franceses, se hallaban luchando por el territorio cuando un grupo de esferas irrumpió en el cielo sobre la iglesia causando tanto el asombro de invasores como de sitiados. Los primeros terminaron por huir temiendo que aquellos extraños objetos se hallasen al servicio de la seguridad de Francia.

Annales Laurissenses

Otros hechos que nunca hallaron solución fueron los retratados por artistas de la época en Nuremberg y Basilea en el siglo XVI de nuestra era. Según las crónicas, una batalla espectacular pudo ser observada por una multitud en el cielo de Nuremberg, Alemania, el 14 de abril en 1561. Durante el lapso de una hora después de que el sol salió, grandes tubos, esferas de color rojo sangre, azulado y negro, o discos anulares mantuvieron una contienda para acabar todos destruidos.

Una publicación de la época describe la “muy horripilante aparición” que copó los aires aquella mañana: “Por ejemplo, tres en fila, a veces cuatro en cuadrado, y también algunas solas. Y también se han visto entre esas esferas algunas cruces de color sangre” (…) “Cuales pequeños y grandes tubos / estaban de a tres / también de a cuatro y más esferas. Y todos ellos comenzaron a pelearse entre sí” (…) “Todo ello como ofuscado por el Sol / cayó a la tierra desde el cielo como si todo ardiera / y con gran vapor desapareció poco a poco sobre la tierra”. El texto también describe que una figura “igual que una gran lanza negra” fue vista bajo las esferas como una advertencia divina.

Un hecho casi idéntico tuvo lugar cinco años después en Basilea, Suiza. El de agosto de 1566, según se describe, “se vieron en el aire muchas esfera negras que hacia el Sol / se desplazaban con gran rapidez y celeridad / y también volviéndose unas contra otras libraban disputa / tornándose algunas rojas y fogosas / y luego se consumieron y disolvieron”.

¿Qué fueron exactamente aquellos “fenómenos celestes” ocurridos en Europa a mitad del siglo XVI? ¿Libraron naves extraterrestres algún tipo de batalla espacial? ¿Fueron advertencias divinas? ¿O se trató, como muchos científicos piensan, de fenómenos producidos por cristales de hielo en la atmósfera? Cualquiera fuera la respuesta, este tipo de ilustraciones no iba a ser la última y mucho menos la más antigua de las referidas a los ovnis.

Las naves de las cavernas

El fenómeno de los ovnis en las pinturas no se limita a las técnicas del medioevo, sino que otra forma de arte mucho más antiguo ya plasmaba escenas de artefactos cuyo origen permitió la elaboración de las hipótesis más aventuradas. El arte rupestre rebosa de formas que se asemejan a ovnis, naves espaciales y astronautas modernos.

“El arte rupestre rebosa de formas que se asemejan a ovnis, naves espaciales y astronautas modernos”.

En Tanzania, África, dos pinturas de hace 30.000 años parecen evidenciar visitas de otros tiempos. En la primera, dos formas similares a sombreros flotan en el cielo; en la segunda, cuatro seres extraños alrededor de una mujer la sostienen por sus brazos, como si quisieran raptarla o detenerla. A su izquierda, otra persona dentro de una especie de caja o nave aparenta estar despegando mientras mira hacia abajo.

Dibujos similares de 14.000 años de antigüedad pueden ser hallados en cavernas del sur de Francia, donde todo tipo de artefactos y rostros de seres no humanos se retratan con vividez. ¿Fueron testigos de un descenso alienígena este grupo de personas? ¿Convivieron con ellos durante un tiempo? Si un encuentro humano-extraterrestre sucedió milenios antes de la era actual, el grupo que habitó en aquel tiempo y localidad debió ser uno de los más influenciados por el hecho.

En Wandjina, Australia, se halla arte que parece hablar de astronautas y seres de grandes cabezas. El mismo caso sucede en el desierto de Tassili, África, donde una multiplicidad de pinturas ha convertido a sus cavernas en una verdadera meca para los ufólogos de todo el mundo. Unos 6.000 años antes de Cristo, los habitantes de Tassili se dispusieron a dejar un legado de lo que habían vivido en aquellos tiempos, cuando la zona aún era un vergel paradisíaco. Seres con aspecto de astronautas y escafandras se esparcen por todas las paredes. ¿Eran representaciones simbólicas de los humanos corrientes o astronautas prehistóricos?

Astronautas del antiguo Oriente

Quizás una de las representaciones más claras del contacto con extraterrestres se halle en una de las paredes de la isla Jotuo, del lago de Toengt’ing, en Japón. Una expedición que tuvo lugar en 1957 realizó un grabado de este relieve, en el que se muestra a cuatro personas con armas persiguiendo a un grupo de animales. La única peculiaridad consta en que dos de ellas portan lanzas y se mueven a pie, mientras que las otras dos tienen escafandras, se hallan a bordo de artefactos voladores y empuñan una suerte de arma de fuego.

Un ilustración similar aparece en el libro japonés “Polvo de damasco”, publicado en 1803. En él se muestra una cápsula construida de hierro y vidrio hallada en la costa de Haratono, Prefectura de Ibaragi. El artefacto fue encontrado por una embarcación extranjera y, según la descripción, tenía en su interior unos caracteres extraños que nunca pudieron ser descifrados.

Ilustración del libro “Polvo de albaricoque”

En el Museo de Japón se halla una traducción tibetana del “Prajnaparamita Sutra” (Sutras de la Perfección de la Sabiduría) que data del siglo X, en el que se hallan unas figuras que parecen sombreros que flotan en el medio del aire. El “Prajnaparamita Sutra” es una escritura budista clásica de la antigua India, una cultura cuyos textos ya hablaban en detalle sobre poderosas máquinas voladoras denominadas “Vimanas”, capaces de captar sonidos e imágenes del interior de aviones enemigos, detectar y destruir otras naves y lograr la pérdida de conocimiento de pilotos rivales.

Los japoneses también son poseedores de una de las colecciones de estatuillas más enigmáticas de la historia. Los “Jomon”, una de las comunidades más antiguas de la isla, se dedicaron a crear en cerámica representaciones de seres cuyas vestiduras y equipo nos recuerdan vagamente a los astronautas de hoy. Las esculturas son conocidas como “Dogu” y son el fetiche preferido de muchos ufólogos. Algunos investigadores han creído encontrar en estas estatuillas –que datan de aproximadamente 10.000 a. C.– grandes gafas, guantes, botones, correas, luces y auriculares.

“Así como las estatuillas Dogu, un ejército de artefactos y esculturas de todos los tiempos y lugares  parecen plantear la posibilidad de que fuimos visitados por seres de otros planetas numerosas veces en el pasado”.

Así como las estatuillas Dogu, un ejército de artefactos y esculturas de todos los tiempos y lugares  parecen plantear la posibilidad de que fuimos visitados por seres de otros planetas numerosas veces en el pasado. Referencias textuales de la antigua India, en la Biblia, en textos sumerios y egipcios, no hacen más que confundir a quienes intentan realizar interpretaciones textuales de estos hechos.

Estatuillas Dogu

A cada paso parece haber fenómenos sobrenaturales que concuerdan con otros que nos son más familiares a los de la moderna cultura de los avistamientos espaciales. En algunos casos, como en la difundida ilustración del astronauta de Fergana (una falsa pintura rupestre que circula desde la década del 60) los fraudes acechan y entorpecen la investigación de quienes intentan afirmar o refutar estas teorías. En otros, no podemos más que apreciar estas obras y preguntarnos con qué objetivo el autor habrá pintado o esculpido aquello que tanto se parece a uno de los fenómenos de los que menos conocemos.

Artículo publicado originalmente en la revista 2013 y más allá.

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