Es un goteo, una lluvia, la premonición de un aguacero: cada vez son más los legisladores que anuncian que se unirán a la iniciativa de rechazar el próximo día 6 de enero los resultados electorales producto del gran fraude electoral denunciado sin pausa por Trump y sus seguidores.

De hecho, las informaciones que van filtrando los abogados del presidente -como el hecho de que hubiera más votos que votantes en el crucial estado de Pensilvania- están haciendo cada vez más difícil la postura de quienes aún se resisten a dar su apoyo al rechazo proyectado para el Día de Reyes: ¿quién querría pasar a la historia -o, por ser más prácticos, a las próximas elecciones legislativas- como cómplice del mayor timo de la democracia americana, el hombre que aceptó que se traicionara la voluntad del pueblo americano ante pruebas evidentes?

Esa es una de las jugadas de Trump, pero está lejos de ser la única. De hecho, es desesperante saber cuál es el ‘plato fuerte’ de su estrategia en esta guerra en la que Trump se juega algo más que la Presidencia y Estados Unidos, la credibilidad de todo su sistema.

Porque Donald tiene un plan. Eso es lo único que parece seguro, o casi. Sé que la lectura convencional de la situación es que todo esto es solo un pataleo patético de un hombre que no sabe perder y que está condenado al fracaso, como se ha visto en las sucesivas negativas de los tribunales federales y finalmente del Supremo a estudiar siquiera las denuncias de fraude. Pero, ¿les parece probable? ¿De verdad creen que un hombre que ha resistido durante cuatro años los feroces embates del ‘establishment’ y que ha pasado semanas antes de las elecciones alertando del fraude se dejó quitar la merienda sin un plan?

Donald Trump es el autor de ‘El arte de la negociación’. Me importa un rábano si la redacción es obra de un ‘negro’: el contenido es el destilado de muchos años de negociar con éxito, vagamente basado en la ‘biblia’ de la estrategia militar, el Arte de la Guerra de Sun Tzu. Y es así, como el planteamiento de una campaña militar, como debemos considerar los movimientos de Trump y de sus enemigos.

Estos, sus enemigos, llevan años cometiendo el primer error imperdonable en cualquier enfrentamiento: subestimar al enemigo. Pregunte al azar en su trabajo o entre sus conocidos qué piensan de Donald Trump. Es más que probable que oigan epítetos como “payaso”, “patán” e “idiota”. Ahora, llamar “idiota” a quien ha logrado esquivar todos tus ataques y superar todos tus desafíos es una manera indirecta de llamarte a ti mismo dos veces idiota.

Así que, aunque Trump fuera, en efecto, un idiota, tratarlo como tal sería, a su vez, la peor idiotez. El exceso de confianza ha sido la causa de la derrota de muchos grandes ejércitos.

Así que aquí vamos a pensar que Trump no tiene un pelo de tonto, por muy divertida que resulte la propaganda en contrario. Y si no es un idiota y está planteando su defensa como una campaña militar, habrá que acudir al maestro Sun Tzu.

Primera regla: la guerra se basa en el engaño. El buen general debe informarse lo mejor posible de los planes del enemigo, pero debe ocultar las propias intenciones, recursos y armas. Debe sembrar la confusión entre los enemigos y obligarles a enseñar sus cartas; debe hacerles creer que va a atacar por el sur si su plan es hacerlo por el norte, y así sucesivamente. Idealmente, el estratega perfecto es el que consigue la victoria sin llegar a librar la batalla.

Visto así, hay que aceptar que muchas de las ofensivas de las que hemos informado hasta ahora bien pueden haber sido meras distracciones, escaramuzas libradas más para engañar al rival que con la esperanza de inmediata victoria.

Ya lo ha hecho antes. Cuando empezó su mandato, su principal problema era el Estado Profundo, es decir, todos los cargos permanentes de la Administración que, aunque en teoría a sus órdenes, se habían propuesto boicotear su presidencia. Localizarlos y neutralizarlos era, pues, imperativo, así que empezó a compartir con unos y con otros planes y proyectos que no tenía la menor intención de emprender, y cuando estos aparecieron en prensa como filtración, pudo saber quién había sido el traidor y dejaba a la prensa a la altura del betún.

El problema es que, como ‘outsider’ en la piscina de tiburones que es Washington, los traidores en su entorno no se contaban por decenas, sino por centenares, y aunque haya logrado escapar de todas las celadas, también ha tenido que moverse con tanta cautela que apenas ha podido desplegar las medidas más importantes que había anunciado en campaña.

Pero ha tenido cuatro años para curtirse y, sobre todo, para prepararse para este momento. Y es poco probable, conociendo al personaje, pensar que los haya desperdiciado.

Así que, para su desesperación y la mía, debo recomendarles que no se crean mucho de lo que lean o escuchen, ni de un bando ni del otro. Años antes de aspirar a la candidatura republicana, el septiembre de 2013, Trump escribía desde su cuenta en la red social un enigmático tuit: “Muévete despacio, con cautela. Y luego golpea como el animal más rápido del planeta”. Ahora estamos aún en la primera fase. Preparémonos para la segunda.

Fuente: La Gaceta

Envía tu comentario

Subscribe
Notify of
guest
7 Comentarios
Más antiguos
Recientes
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios

Últimas