Traducido de The Expose por TierraPura
La censura de la UE no es un artefacto burocrático abstracto, sino una red viva de cientos, si no miles, de actores que intervienen a diario en el flujo de la comunicación abierta. Incluye organizaciones no gubernamentales (ONG) financiadas por el Estado que verifican si las publicaciones y comentarios en línea siguen la narrativa de Bruselas.
Alemania está en el centro de este régimen de censura, destinando casi 1.5 millones de euros al año a su complejo de censura de ONG, y su influencia en la infraestructura internacional de las ONG es enorme.
La censura y los “verificadores de hechos”
By Thomas Kolbe, según lo publicado por Pensador americano en 26 noviembre 2025
Internet se ha convertido en el principal campo de batalla de la libertad de expresión. Con fuentes de financiación en constante expansión, el gobierno alemán está construyendo un aparato de censura impulsado por ONG que inyecta silenciosamente el veneno del impulso totalitario en el discurso público. Ahora, un grupo llamado «Liber-Net» ha logrado iluminar esta extensa red de supresión similar a un kraken.
Si participa activamente en debates en línea, especialmente si ocasionalmente expresa opiniones críticas sobre el gobierno, probablemente ya se haya topado con uno de los innumerables «zorro de los hechos», (verificadores de hechos) Miremos la investigación independiente sobre CO2 El impacto en el clima global socava la lógica de la transición verde y, de repente, aumenta la probabilidad de que una organización no gubernamental financiada por el Estado (“ONG”) envíe a uno de estos “verificadores de hechos”, marque su contenido, lo acuse de discurso de odio y lance una cascada de acoso impulsada por bots diseñada para deshumanizar y trivializar sus respuestas.
Si esto te ha pasado, ¡felicitaciones! Ahora formas parte de la resistencia contra la creciente censura del Estado.
Liber-Net y el Kraken
Ha sido difícil evaluar hasta qué punto alcanza la censura encubierta del Estado. A los censores les encanta la oscuridad, los canales ocultos y la financiación opaca. Pero una espectacular investigación de «Liber-Net», una organización de la sociedad civil que defiende los derechos digitales, ha arrojado luz, por primera vez, sobre esa oscuridad.
En una entrevista con Berliner ZeitungEl director de Liber-Net, Andrew Lowenthal, describe en detalle cómo funciona este ecosistema de ONG de múltiples capas y hasta qué punto está entrelazado con las autoridades estatales.
Liber-Net identificó a más de 330 actores, financiados directa o indirectamente con fondos públicos, que participan en la moderación de contenido en línea. Su mandato: marcar publicaciones políticamente incómodas, marcarlas como «perjudiciales» o suprimirlas por completo. Proporcionan la base operativa que da vida a la Ley de Servicios Digitales (DSA), el mayor proyecto regulatorio de la Unión Europea destinado a disciplinar la esfera pública digital.
Lowenthal describe un sistema en el que agencias gubernamentales, institutos semipúblicos y ONG con ideologías afines se coordinan en sintonía. Se trata de una red que no opera abiertamente, no está legitimada democráticamente y, desde luego, no es transparente. Sin embargo, ha desatado una maquinaria de intimidación que solo encuentra resistencia en unas pocas plataformas estadounidenses, en particular en X, de Elon Musk.
Ésta es la nueva sala de máquinas del control de la información europea: descentralizada, especializada, profusamente financiada e invisible para el ciudadano medio, hasta ahora.
Liber-Net confirma lo que durante mucho tiempo fue una mera sospecha: la censura de la UE no es un artefacto burocrático abstracto, sino una red viva de cientos –si no miles– de actores que intervienen diariamente en el flujo de la comunicación abierta.
Viejos métodos, nuevos censores
Los métodos de los censores modernos apenas han cambiado desde que el primer ciudadano rebelde garabateó una obscenidad en un muro antiguo: quienes cuestionan la narrativa dominante no son refutados con argumentos, sino aislados (social, económica y moralmente).
El mundo analógico todavía depende de herramientas muy usadas: la humillación pública, las represalias profesionales y un grupo confiable de matones de Antifa y agentes de ONG cuyo modelo de negocio se basa en la indignación moral performativa y la financiación de un estado estable.
Cada protesta, cada maniobra agresiva de una convención (la más reciente, el escándalo de la Feria del Libro de Halle durante el evento “Seitenwechsel”) se nutre de las mismas reservas ideológicas, canales de financiación pública, “fundaciones democráticas” transnacionales y discretos fondos vinculados a actores conocidos desde hace mucho tiempo, como la red Soros.
Control digital: intervenciones invisibles en la sala de máquinas de la plataforma
En línea, el sistema es más sutil, pero no menos eficaz. Con la DSA, Bruselas ha creado un instrumento que ya no necesita anunciar la censura, pues está automatizado mediante mecanismos técnico-administrativos.
Los denunciantes de confianza —principalmente ONG e instituciones semipúblicas— reciben una autoridad casi estatal. Sus denuncias provocan una degradación algorítmica instantánea, una limitación de visibilidad o la desamplificación total de publicaciones y cuentas. Las campañas de denuncia masiva, a menudo reforzadas por cuentas de tipo bot, generan señales de riesgo a las que las plataformas, aterrorizadas por multas multimillonarias de la UE, reaccionan de inmediato.
El resultado es un entorno informativo controlado por el Estado donde las opiniones políticamente incómodas no se prohíben, sino que simplemente se invisibilizan, desapareciendo en la niebla de la censura sin ser borradas formalmente. El editor Markus Schall ha descrito estas táctica con meticuloso detalle.
Alemania en el centro del régimen de censura
Los gobiernos de la UE, y Bruselas, la máxima autoridad censor de Europa, gastan sumas exorbitantes en vigilancia y control de la opinión pública. En toda la UE, la estructura financiera que sustenta este sistema probablemente supere los 17 000 millones de euros anuales. Resulta revelador que Alemania se destaque una vez más como el censor más celoso, destinando casi 1 500 millones de euros anuales a su… complejo de censura de ONG.
Lowenthal considera a Alemania como el eje central de la aplicación del régimen de gobernanza digital de Bruselas. Su influencia en la infraestructura internacional de las ONG es enorme, y gran parte del sistema se sustenta o se desploma con el dinero de los contribuyentes alemanes.
Alemania destina muchos más recursos al control de contenidos que cualquier otro país de la UE. Y como se ha visto en grupos como la Ayuda Ambiental Alemana o las cada vez más extrañas maniobras de Viernes por el Futuro (bloqueando carreteras o incluso aeropuertos), las ONG alemanas son extremadamente activas y reciben una generosa financiación. Alemania es el lugar de acogida, el patio de recreo y el santuario de la turba de las ONG, gracias a un establishment políticamente complaciente.
A pesar de las crecientes críticas públicas, el gobierno alemán dirigido por Friedrich Merz y el simpatizante de Antifa Lars Klingbeil ha asignado millones más; incluso las ONG sienten la presión inflacionaria y el aumento de los costos salariales.
Un rayo de esperanza
La postura cada vez más agresiva de Antifa y las grotescas reacciones de los medios de comunicación –como la cobertura en las emisoras estatales tras el asesinato del activista estadounidense por la libertad de expresión Charlie Kirk– indican dos acontecimientos subyacentes.
En primer lugar, el auge de las fuerzas conservadoras en toda Europa está ejerciendo una enorme presión sobre el complejo de la censura. En segundo lugar, el desmantelamiento definitivo de USAID por parte del gobierno estadounidense —la arteria de financiación detrás de innumerables iniciativas de medios de comunicación y ONG de izquierda— actúa como un estímulo para las redes activistas, que de repente se dan cuenta de que su oxígeno financiero se está agotando.
Saben que mientras plataformas como X ofrezcan refugio a la libertad de expresión, el escrutinio público de sus actividades sólo se intensificará y la voluntad ciudadana de financiar este sistema seguirá erosionándose.
Y sienten que cada nueva revelación de sus impulsos autoritarios –intensificados con creciente agresión e intolerancia– traduce el miedo y la incertidumbre en resistencia cívica.









