Traducido de Amg News por TierraPura
Treinta y un estados de EE. UU. han presentado proyectos de ley para prohibir los programas de geoingeniería y manipulación atmosférica que durante mucho tiempo han operado en secreto. Lo que comenzó como una preocupación aislada se ha convertido en una ofensiva legal a gran escala, respaldada por funcionarios de salud, legisladores y millones de ciudadanos indignados.
Se acabó el silencio en torno a la modificación del clima. El pueblo ha hablado y exige responsabilidades.
LA VERDAD QUE SE DESARROLLA SOBRE NUESTRAS CABEZAS
Durante décadas, los ciudadanos estadounidenses han expresado discretamente sus dudas sobre las estelas blancas que permanecían de forma anormal en el cielo, la neblina que oscurecía el sol y la aparición repentina de enfermedades respiratorias y neurológicas tras días de intensa actividad atmosférica. Estas preocupaciones fueron sistemáticamente desestimadas por funcionarios, medios de comunicación y autoridades científicas, quienes las tacharon de teorías conspirativas infundadas.
Ahora, la situación ha cambiado. Lo que antes se ridiculizaba se está convirtiendo en ley. Treinta y un estados han presentado oficialmente la llamada «Legislación de Cielos Limpios», cuyo objetivo es prohibir la modificación no autorizada del clima, la inyección de aerosoles y la fumigación estratosférica de partículas en la atmósfera. Esto no es solo un gesto simbólico, sino una recuperación constitucional de la soberanía ambiental.
Y por primera vez, voces federales se suman al llamado.
EL ENCUBRIMIENTO DE LA GEOINGENIERÍA
La geoingeniería no es un mito. Se trata de una iniciativa global multimillonaria, documentada, que implica la manipulación deliberada de los sistemas climáticos de la Tierra. Sus objetivos declarados abarcan desde la lucha contra el calentamiento global hasta la mitigación de fenómenos meteorológicos extremos. En la práctica, se ha convertido en un sistema de experimentación atmosférica poco regulado —y, en algunos casos, totalmente opaco— con consecuencias directas para la salud pública y la estabilidad ambiental.
La geoingeniería se basa en métodos como la inyección de aerosoles estratosféricos (IAE) y la gestión de la radiación solar (GRS), que implican la liberación de partículas reflectantes o absorbentes en la atmósfera superior para desviar la luz solar o modificar los patrones climáticos. Si bien las instituciones convencionales presentan estas técnicas como estrategias futuras, denuncias y estudios independientes sugieren que ya se han implementado, sin consentimiento, supervisión ni transparencia.
Diversos análisis ambientales han identificado picos en las concentraciones de aluminio, bario y estroncio en muestras de agua de lluvia y suelo en todo Estados Unidos, correlacionándose directamente con áreas sometidas a una intensa actividad aérea. El declive agrícola, el aumento de las tasas de asma y la alteración de los ecosistemas son posibles consecuencias de estas operaciones.
A pesar de ello, el gobierno federal se ha negado históricamente a investigar o incluso reconocer públicamente estos programas. Hasta ahora.
LOS ESTADOS CONTRAATACAN
En un solo día a principios de 2025, veinticuatro estados presentaron leyes que prohibían la geoingeniería. Ese momento marcó un punto de inflexión. Ya no se trataba solo de grupos de defensa o protestas locales, sino que el sistema legal intervino. Poco después, el Departamento de Salud y Servicios Humanos, bajo el liderazgo del secretario Robert F. Kennedy Jr., rompió el silencio federal:
Veinticuatro estados toman medidas para prohibir la geoingeniería climática mediante la contaminación de nuestros ciudadanos, nuestros ríos y paisajes con toxinas. Este es un movimiento que todos los estadounidenses deberían apoyar. El Departamento de Salud y Servicios Humanos hará su parte.
Esa declaración causó conmoción en las instituciones federales y los medios de comunicación. Fue la primera confirmación de alto nivel de que el asunto merecía un escrutinio público y una intervención legal.
En las semanas posteriores al anuncio de RFK Jr., otros siete estados presentaron legislación similar, elevando el total a treinta y uno. Estados republicanos, demócratas, costeros, del interior: el patrón es claro: no se trata de una cuestión partidista, sino humana.
LA CIENCIA QUE NO QUIEREN QUE SE DISCUTA
Uno de los aspectos más preocupantes del debate sobre la geoingeniería ha sido el bloqueo total del debate científico crítico. En lugar de promover la investigación abierta, la comunidad científica dominante ha actuado en gran medida como filtro, tachando toda disidencia de desinformación.
Sin embargo, investigadores independientes, científicos ambientales e incluso militares retirados han advertido sobre los peligros para la salud y el medio ambiente que entrañan las operaciones con aerosoles a gran escala. Estudios revisados por pares han examinado la biodisponibilidad de las partículas de aluminio en forma de aerosol y su posible vínculo con enfermedades neurodegenerativas. Muestras de suelo de zonas rurales han revelado cambios alarmantes en los niveles de pH, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria. Estas no son preocupaciones aisladas: son cuantificables, reproducibles y graves.
Sin embargo, la respuesta ha sido el silencio, no la ciencia.
Lo que estamos presenciando ahora no es solo la exposición de un programa ambiental peligroso, sino también la exposición de una comunidad científica que antepuso la ideología a la investigación y la lealtad a la rendición de cuentas.
EL COLAPSO POLÍTICO Y ÉTICO
Más allá de los efectos físicos de la geoingeniería, subyace un problema mucho más profundo: el colapso ético del consenso democrático. Estos programas se han diseñado, financiado y ejecutado sin informar al público ni buscar su aprobación mediante ningún mecanismo democrático. Han eludido la supervisión del Congreso, la normativa ambiental y el debate público. Han prosperado gracias al secretismo, envueltos en complejidad y lenguaje clasificado.
Esto no es solo una mala política, sino una violación directa de los derechos constitucionales: el derecho a la autonomía corporal, el derecho a respirar aire limpio, el derecho al consentimiento informado y el derecho a la protección del medio ambiente.
Treinta y un estados ya están reconociendo estos derechos mediante legislación. Pero la pregunta sigue en pie: ¿hasta dónde llega esto y cuántas agencias más están involucradas?
¿QUÉ VIENE DESPUÉS? — Y POR QUÉ LA LUCHA ESTÁ LEJOS DE TERMINAR
La aprobación de las leyes de Cielos Limpios representa un primer paso crucial, pero su aplicación es la verdadera prueba. El gobierno federal debe responder ahora con transparencia, desclasificación de información e investigaciones exhaustivas del Congreso sobre el alcance y la financiación de las actividades de geoingeniería. Los contratos deben hacerse públicos. Las agencias deben comparecer. Los datos deben divulgarse.
El pueblo estadounidense ya no es un mero observador pasivo en esta conversación. Tienen testigos. Son víctimas. Y están movilizados.
Durante la administración del presidente Donald J. Trump, el panorama político ha cambiado. Ahora existe apoyo al más alto nivel para la transparencia ambiental, la libertad médica y el desmantelamiento de programas opacos que operan en contra de la voluntad pública.
Pero la presión debe continuar. Porque la amenaza no ha desaparecido; simplemente se le ha dado nombre.
CONCLUSIÓN: EL DESPERTAR HA COMENZADO
Lo que presenciamos no es solo un rechazo a la contaminación atmosférica, sino el resurgimiento de la responsabilidad. El pueblo estadounidense se alza en defensa de su salud, su tierra y su libertad. Durante demasiado tiempo, la contaminación atmosférica se utilizó como arma mientras las autoridades se mostraban indiferentes. Hoy, 31 estados se han plantado y han dicho: ¡Nunca más !
La geoingeniería no se dejará sepultar bajo la burocracia y la negación. Ya no. La verdad ya no está en los márgenes: es noticia de primera plana.









