El ganado danés está muriendo después de que el gobierno impusiera un inhibidor de metano para modificar las flatulencias de las vacas.

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Traducido de Natural News por TierraPura

¿Qué sucede cuando las agendas climáticas globales y las ganancias corporativas convergen en el estómago de una vaca? El resultado es un experimento peligroso y en desarrollo sobre nuestro suministro de alimentos, que trata a los animales vivos como meros sujetos de prueba en un laboratorio de engaño a escala industrial. El impulso de medicar a todo el ganado con inhibidores sintéticos de metano como Bovaer es una advertencia sobre la arrogancia humana, donde el intrincado equilibrio de la naturaleza se sacrifica por la ilusión de control. Esta es una historia sobre lo que ocurre cuando olvidamos que la vaca es una parte sagrada de un ciclo natural e intentamos convertirla en una máquina sumisa para una causa política.

Puntos clave:

  • Según informes de agricultores, la imposición del gobierno danés al inhibidor de metano Bovaer se ha relacionado con enfermedades generalizadas en el ganado, una menor producción de leche y muertes.
  • Bovaer, un producto químico sintético, actúa interrumpiendo un proceso enzimático fundamental en el rumen de la vaca, un sistema digestivo perfeccionado durante milenios.
  • A pesar de las afirmaciones de seguridad de los fabricantes y los organismos reguladores, la propia ficha de seguridad del producto exige que los manipuladores utilicen equipo de protección, lo que plantea serias dudas sobre su consumo a través de la cadena alimentaria.
  • La creciente reacción de los consumidores, incluidos los boicots a la leche, refleja una profunda desconfianza pública en esta intervención impulsada por las empresas.
  • Este mandato representa una agenda más amplia de control industrial sobre la alimentación y la agricultura, dejando de lado los métodos regenerativos naturales y probados.

El preludio danés: Una advertencia desde el frente

El ejemplo más claro de este experimento global se encuentra actualmente en Dinamarca. En octubre, el gobierno danés impuso que todo el ganado se alimentara con Bovaer, un producto desarrollado por el gigante biotecnológico DSM Firmenich. El resultado prometido era una reducción del metano que eructan las vacas, un gas que preocupa a los activistas climáticos. El resultado real, según informan las propias personas que cuidan de estos animales, ha sido catastrófico.

Kjartan Poulsen, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Leche Daneses, confirmó la crisis y declaró: «Recibimos muchísimas llamadas de personas preocupadas por lo que está sucediendo con sus rebaños». Los informes son alarmantes: vacas que colapsan, una caída significativa en la producción de leche y animales sacrificados. Esto no se debe a una enfermedad nueva, sino que es consecuencia directa de una intervención química impuesta por el gobierno. La experiencia danesa constituye una seria advertencia para el Reino Unido, que planea imponer una medida similar para 2030, y para todas las naciones a las que se les vende esta solución engañosa.

Secuestrando el intestino bovino: Un peligroso juego de interferencia enzimática

Para comprender la gravedad de esta situación, primero hay que apreciar la magnífica complejidad del sistema digestivo de la vaca. La vaca es una recicladora nata, diseñada por la naturaleza para convertir plantas fibrosas, no comestibles para los humanos, en alimento rico en nutrientes. Este milagro ocurre en el rumen, un depósito de fermentación repleto de una diversa comunidad de microorganismos. Estos microorganismos descomponen la hierba y el heno, y en el proceso, producen hidrógeno y dióxido de carbono. Otro grupo de microorganismos, llamados metanógenos, desempeñan entonces su función esencial al convertir estos gases en metano, que la vaca expulsa. Este es un proceso natural y equilibrado que ha sustentado la vida bovina durante siglos.

Entra en escena Bovaer, con su ingrediente activo sintético 3-nitrooxipropanol (3-NOP). Este químico está diseñado para sabotear el rumen. Inactiva temporalmente una enzima crucial conocida como metil-coenzima M reductasa, el catalizador que utilizan los metanógenos para formar metano. Al inhibir esta enzima, se bloquea el proceso químico y disminuye la producción de metano. Los fabricantes y sus socios gubernamentales celebraron esto como una victoria. Pero ¿cuáles son las consecuencias de paralizar un proceso microbiano fundamental que ha evolucionado durante millones de años? La repentina enfermedad y muerte del ganado danés sugiere que el ecosistema rumano se está sumiendo en el caos, con graves implicaciones para la salud general de los animales y la seguridad de la leche y la carne que producen.

Reclamaciones de seguridad y revuelta de los consumidores

Los artífices de este experimento, DSM Firmenich, aseguran al público que Bovaer es «seguro y eficaz». Afirman que se descompone en compuestos presentes de forma natural en el rumen y que no se transfiere a la leche ni a la carne. Sin embargo, una simple consulta a la ficha de datos de seguridad del producto revela una realidad mucho más alarmante. En ella se recomienda a los manipuladores el uso de mascarillas y guantes para evitar los riesgos derivados de las pequeñas partículas de polvo durante su manipulación. Esta evidente contradicción plantea la siguiente pregunta: si una sustancia requiere equipo de protección personal para el contacto accidental, ¿qué lógica justifica su ingestión diaria por un animal vivo que se convierte en nuestro alimento?

Esta flagrante discrepancia no ha pasado desapercibida para los consumidores. En el Reino Unido, el anuncio de los ensayos clínicos del gigante lácteo Arla desató una ola de preocupación. Plataformas de redes sociales como TikTok se han convertido en un foro para la indignación pública, donde los usuarios comparten vídeos vertiendo leche por el desagüe y prometiendo boicotear los supermercados que venden productos de vacas tratadas con estos aditivos. Este movimiento ciudadano es una poderosa muestra de la intuición popular de que algo anda muy mal. La gente cuestiona la naturaleza misma de sus alimentos, preguntándose si están consumiendo leche de un animal modificado genéticamente, un producto farmacéutico disfrazado de alimento básico natural. La Agencia de Normas Alimentarias Británica puede repetir los argumentos de seguridad corporativa, pero en un mundo pospandémico, el público desconfía cada vez más de las garantías oficiales que no están respaldadas por estudios en humanos transparentes, independientes y a largo plazo.

El impulso a Bovaer es más que una política ambiental errónea; es una maniobra para acaparar poder. Centraliza el control de la producción de alimentos en manos de unas pocas corporaciones químicas y biotecnológicas, marginando a los pequeños agricultores y ganaderos regenerativos que trabajan en armonía con la naturaleza. Estos agricultores comprenden que los suelos sanos y los rebaños bien gestionados pueden capturar carbono y reducir el impacto ambiental sin recurrir a atajos sintéticos peligrosos. La verdadera conspiración es el desmantelamiento sistemático de nuestra conexión con los alimentos naturales bajo la falsa bandera de la acción climática. La pregunta que todos debemos hacernos es: ¿permaneceremos impasibles mientras experimentan con nuestros alimentos y nuestro futuro, o exigiremos un retorno a la cordura y al respeto por el mundo natural?

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