Fuente: La Gaceta
Por Unai Cano
Budapest se ha convertido en uno de los lugares más seguros del continente, en un momento en que buena parte de las grandes urbes europeas lidian con tiroteos, bandas criminales y violencia vinculada al narcotráfico a consecuencia de la inmigración ilegal.
Informes recientes apuntan a que en la capital húngara la mayoría de incidentes se reducen a peleas callejeras de escasa gravedad, sin que se registren muertes relacionadas con ajustes de cuentas, tráfico de drogas o enfrentamientos de pandillas.
El propio primer ministro Viktor Orbán ha subrayado este escenario al proclamar que Hungría figura ya entre los países más seguros de Europa. Según ha destacado, los delitos contra la vida y la propiedad se encuentran en cifras históricamente bajas y, además, el número de inmigrantes ilegales es «cero».
La realidad en otras capitales europeas dista mucho de este panorama. Bruselas, por ejemplo, ha desplegado incluso a las Fuerzas Armadas en sus calles tras registrar 57 tiroteos hasta mediados de agosto, advirtiendo las autoridades de que cualquier transeúnte «puede ser alcanzado por una bala perdida».
Estocolmo tampoco escapa a la espiral de violencia: acumula 55 tiroteos en lo que va de año, en su mayoría cometidos por adolescentes contratados como sicarios por redes de narcotráfico. Marsella, aunque ha reducido ligeramente la cifra de asesinatos, continúa sufriendo la violencia de clanes mafiosos. Y en Ámsterdam, los disparos son menos frecuentes, pero han proliferado los ataques con explosivos vinculados a rivalidades entre grupos criminales.
En contraste, otras capitales como París, Roma, Lisboa o Atenas registran episodios violentos más puntuales y con un riesgo menor para la población general. También en Praga, Sofía, Viena o Riga se producen sucesos aislados, mientras que ciudades como Berlín, Dublín o Helsinki permanecen en gran medida tranquilas.
No obstante, la política de mano dura de Hungría en materia migratoria, considerada por Orbán como clave para mantener este clima de seguridad, es objeto de críticas recurrentes por parte de Bruselas, que acusa a su gobierno de vulnerar principios comunitarios en su gestión fronteriza.