Fuente: La Gaceta
Por Unai Cano
Un nuevo informe desclasificado por la Administración Trump ha sacado a la luz presuntos vínculos entre la Open Society Foundations —impulsada por George Soros— y el origen de la narrativa que relacionaba a Donald Trump con Rusia durante la campaña de 2016. El documento, parte del apéndice del informe final del exfiscal especial John Durham, fue publicado este jueves por el Comité Judicial del Senado y ha provocado una oleada de reacciones en Washington por sus implicaciones políticas y de inteligencia.
El informe apunta a que fuentes extranjeras, consideradas creíbles por la comunidad de inteligencia estadounidense, ya manejaban información en 2016 que indicaba que el FBI podría desempeñar un papel activo en la diseminación de lo que luego se conocería como la narrativa «Trump-Rusia», incluso antes de que se iniciara formalmente la investigación «Crossfire Hurricane». Según el apéndice, dichas fuentes estarían supuestamente vinculadas a la red de organizaciones financiadas por Soros.
Entre los elementos más reveladores se encuentran una serie de correos electrónicos supuestamente extraídos de un hackeo atribuido a servicios rusos a la Fundación Open Society y otros think tanks norteamericanos. En uno de esos mensajes, atribuido a Leonard Bernardo —entonces director regional para Eurasia de Open Society Foundations— se detalla una estrategia para propagar informaciones a través de estructuras afines al FBI como Crowdstrike y ThreatConnect, antes de que los datos llegaran a medios estadounidenses.
En otro correo, Bernardo habría mencionado que la asesora de campaña Julie (presumiblemente de la campaña Clinton) afirmaba que vincular a Trump con Rusia sería una forma eficaz de desviar la atención del escándalo de los correos electrónicos de Hillary Clinton. El texto incluso sugería que el FBI «echaría más leña al fuego», reforzando la narrativa en medios y ante la opinión pública.
El informe de Durham también asegura que la entonces candidata demócrata Hillary Clinton habría aprobado personalmente la estrategia de asociar a Trump con piratas informáticos rusos para presentarlo como una amenaza a la seguridad electoral de Estados Unidos. Este movimiento habría contado, supuestamente, con el respaldo de altos funcionarios de inteligencia de la administración Obama.
Las entrevistas realizadas por el equipo de Durham a miembros del FBI vinculados a la investigación original reconocen que los correos de Bernardo eran, en su opinión, «probablemente auténticos». También se apunta a que funcionarios como Julianne Smith, hoy embajadora ante la OTAN, habrían estado implicados en estas maniobras de la campaña demócrata para reforzar el relato mediático de colusión.
El senador Chuck Grassley calificó los hallazgos como uno de los mayores encubrimientos políticos de la historia de EE. UU., señalando que ni el FBI ni otras agencias bajo la administración Obama actuaron con la debida diligencia para investigar el origen de la narrativa anti-Trump. «Se utilizaron las estructuras de inteligencia y policiales para fines partidistas», declaró Grassley. «Esto ha causado un daño gravísimo a nuestras instituciones».
El documento también recupera información ya revelada por Fox News en 2020, que indicaba que el entonces director de la CIA, John Brennan, había informado directamente al presidente Barack Obama, a Joe Biden, James Comey (FBI), James Clapper (Inteligencia Nacional) y a la fiscal general Loretta Lynch sobre un plan de la campaña Clinton para vincular a Trump con Moscú. Brennan incluso dejó constancia por escrito de esa reunión, según notas manuscritas que luego fueron desclasificadas por John Ratcliffe, entonces director de Inteligencia Nacional bajo Trump.
El informe Durham, que ya fue polémico en su fase preliminar, sostiene ahora que la estrategia de crear una narrativa en torno a una supuesta interferencia rusa fue diseñada como un movimiento interno de la campaña Clinton, con la intención de provocar una reacción institucional que acabara generando una investigación federal. Esa investigación, finalmente, se materializó el 31 de julio de 2016, cuando el FBI activó formalmente Crossfire Hurricane para averiguar si la campaña de Trump colaboraba con el Kremlin.
Durham también señala que dentro del FBI se hallaron documentos sensibles relacionados con la investigación Trump-Rusia ocultos en bolsas de destrucción (burn bags), lo que refuerza la sospecha de irregularidades en la gestión del caso.
Finalmente, el informe plantea que se habría intentado manipular la percepción pública de la amenaza rusa para provocar una reacción emocional colectiva, presentando la narrativa como una «amenaza crítica a la infraestructura electoral». El objetivo, concluye el informe, era instalar la idea de una colusión inminente entre Trump y Rusia como una verdad asumida, antes incluso de que existieran pruebas verificables.