Arturo McFields Yescas – Panam Post
China comunista había venido creciendo a paso acelerado en América Latina en las dos últimas décadas, sin embargo, en los últimos meses las cosas han comenzado a cambiar. La llegada del presidente Trump ha golpeado los negocios de china en sectores como litio, transporte y telecomunicaciones.
China está perdiendo terreno en México. BYD, la mayor empresa de coches eléctricos del mundo y principal competidor de Tesla, de Elon Musk, anunció la cancelación de la construcción de una planta multimillonaria de vehículos eléctricos en México.
El proyecto de BYD tendría capacidad para producir hasta 150.000 coches al año, generando millones de dólares para la superpotencia asiática. Este proyecto fue abortado antes de nacer. “Los problemas geopolíticos tienen un enorme impacto en la industria automotriz”, declaró Stella Li, vicepresidente de BYD.
En el sector minero de Ecuador, China también sufrió un duro revés. La empresa Terraearth Resources canceló cuatro proyectos después de que el gobierno ecuatoriano decidiera suspender las actividades de exploración y explotación debido al incumplimiento de las regulaciones ambientales.
La estrategia comunista para el control total del litio también está fracasando y generando grandes pérdidas. BYD y Tsingshan, dos importantes empresas chinas, frustraron sus planes de construir plantas de procesamiento de litio en Chile valoradas en 500 millones de dólares.
El litio es el petróleo del siglo XXI. Es esencial para los coches eléctricos y se considera un material estratégico en materia comercial y de seguridad. Chile posee una de las mayores reservas de litio del mundo, y China ha sido golpeada en este lucrativo y decisivo sector.
Los fracasos y retrasos de los proyectos de empresas chinas en Latinoamérica no son casuales, sino consecuenciales; son resultado de la nueva política exterior de Estados Unidos.
El primer viaje internacional del Secretario de Estado, Marco Rubio, no fue a Europa ni Asia, sino a Centroamérica. El mensaje fue categórico: Latinoamérica, y en especial Centroamérica, son una prioridad para Estados Unidos. No olvidemos que esta visita supuso el fin de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) firmada entre Panamá y China. Una derrota sin precedentes para el juego geopolítico comunista en el llamado sur global.
En Panamá, la empresa de telecomunicaciones Huawei también sufrió un duro golpe. La empresa china, criticada por sus vínculos con el ejército comunista, tuvo que eliminar sus sistemas en 13 ubicaciones estratégicas, que fueron reemplazados con tecnología estadounidense.
Costa Rica también se mueve con vientos de cambio. La Promotora de Comercio Exterior (PROCOMER) envió una delegación a Taiwán para explorar oportunidades de negocio, particularmente en el sector de semiconductores, donde Taipéi es líder mundial. La Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS) de Costa Rica también participó en una sesión de capacitación en Taiwán. Ambos eventos generaron fuertes quejas diplomáticas por parte de China.
Costa Rica también ha puesto freno a las ambiciones de Huawei. El país centroamericano ha manifestado que la firma china no puede participar en el sector de telecomunicaciones 5G debido a que no es parte del Convenio de Budapest sobre ciberdelincuencia.
Los cambios en Panamá y Costa Rica no son casuales; son estratégicos. Estas dos naciones son líderes indiscutibles en Centroamérica; sus acciones generan un efecto expansivo en toda la región. China lo sabe y está en pánico.
El efecto Trump ha golpeado la agenda expansiva comunista. China está enviando claras señales de presión y pánico, reevaluando, restringiendo y redireccionando muchas de sus inversiones. El dragón asiático no está derrotado, pero ha sido herido severamente. Excelente noticia.