Redactado por Tierra Pura
La Gran Muralla China no es una simple pared que divide una frontera. Es una de las obras de ingeniería más importantes de la historia y un emblema poderoso de la cultura tradicional china.
Su construcción comenzó oficialmente en el año 221 a.C., durante la dinastía Qin, por orden del emperador Qin Shi Huang, quien buscaba proteger la frontera norte del territorio. Con sus ramificaciones, la muralla alcanza más de 21.000 km de largo, con una altura promedio de 6 a 7 metros y un ancho de 4 a 5 metros.
Además de haber funcionado como una sólida estrategia de defensa por siglos, la Gran Muralla simboliza la unidad del pueblo chino. A lo largo del tiempo, distintos reinos y culturas se unificaron en una identidad común, formando una gran nación protegida por esta imponente barrera.
Desde el siglo XVIII, la muralla se popularizó en Occidente como símbolo del poder chino y su resistencia a la influencia extranjera.
Historia de la Muralla
Originalmente concebida por Qin Shi Huang en el siglo III a.C. para frenar las incursiones de los nómades Xiongnu, la Gran Muralla fue creciendo y transformándose a lo largo de los siglos. Las secciones mejor conservadas se construyeron entre los siglos XIV y XVII durante la dinastía Ming.
Antes de la unificación por Qin Shi Huang, China estaba dividida en feudos gobernados por príncipes. Estos feudos desarrollaron sus propias murallas defensivas para protegerse de los ataques de pueblos nómades del norte, como los mongoles y manchúes.
Tras la unificación, el emperador ordenó destruir las murallas internas y conectar las fortalezas del norte en una sola gran muralla: el Wan Li Chang Cheng (“muro de 10 mil li de longitud”). El general Meng Tian lideró este proyecto con un ejército de soldados, prisioneros y campesinos. Se estima que murieron unos 400.000 trabajadores, muchos de los cuales fueron enterrados dentro del muro.
Las dinastías Han, Qi, Jin y especialmente los Ming reconstruyeron y expandieron la muralla, movilizando millones de trabajadores y extendiendo su alcance hacia el oeste. Por el contrario, dinastías como la Tang, Song, Yuan y Qing priorizaron otras estrategias como la diplomacia o campañas militares.
La versión actual de la muralla es principalmente obra de la dinastía Ming, que desde 1474 reforzó sus secciones con ladrillos y piedras. Esta muralla contaba con pasos estratégicos —como los de Juyong y Yanmen— que funcionaban como fortalezas y portones militares.
¿Por qué se construyó la muralla?
La construcción de una muralla respondía a la necesidad de defender el territorio chino de los constantes intentos de penetración por parte de los pueblos nómades de Asia Central.
Chinos y nómades compartían proximidad geográfica pero se diferenciaban profundamente en sus formas de vida. Mientras la antigua China desarrolló una economía agrícola basada en complejos sistemas de riego, organización colectiva y estados burocráticos, los pueblos nómades vivían de la ganadería, siguiendo un modo de vida migratorio incompatible con el modelo agrario.
Con el tiempo, los muros se convirtieron en elementos estructurales de defensa, rodeando ciudades, feudos y finalmente todo el imperio, para resistir las incursiones del norte.
Los nómades, al necesitar bienes que su economía no podía generar, entablaron alianzas o directamente invadieron regiones chinas. Estos conflictos impulsaron la construcción de barreras físicas cada vez más sofisticadas.
Mongolia: el gran enemigo
La mayor amenaza para la China antigua fue la región que hoy conocemos como Mongolia, donde habitaban pueblos como los xiongnu, xianbei, khitan y mongoles.
Durante siglos, la muralla logró contener estas incursiones. Pero todo cambió en el siglo XIII con la aparición de Temujin, más conocido como Gengis Kan. Unificó a las tribus mongolas y, en 1206, fundó el Imperio Mongol.
Temujin aplicó una estrategia inusual: en lugar de favorecer a familiares, puso aliados competentes al mando. Gracias a su habilidad militar y política, logró conquistar gran parte de Asia y Europa Oriental.
Su nieto, Kublai Kan, logró penetrar la muralla aprovechando las divisiones internas de la dinastía Song. En 1279 fundó la dinastía Yuan, convirtiéndose en el primer régimen chino gobernado por un pueblo no Han.
Durante ese período, la muralla dejó de cumplir su función como barrera porque China y Mongolia pasaron a formar parte de un mismo territorio. La caída no se debió a una falla de la muralla, sino a una hábil estrategia política que permitió a los mongoles cruzarla sin usar la fuerza.
Una obra de ingeniería monumental
La muralla no solo cumplió una función militar, sino que es considerada la obra de ingeniería más grande de la historia. Aún con los avances tecnológicos del siglo XXI, su solidez impresiona.
Muchas secciones fueron construidas con tierra apisonada —una mezcla de tierra, arcilla y rocas compactadas— que aún hoy se mantiene en pie. Con el tiempo, se incorporaron materiales como madera, ladrillos, granito o incluso mármol.
Los emperadores Ming construyeron torres de vigilancia y reforzaron secciones estratégicas, dando lugar a la imagen que hoy conocemos de la muralla. Su legado arquitectónico sigue siendo un ejemplo de tecnología, organización y visión estratégica.
Además, la muralla preserva una continuidad cultural sin precedentes. A lo largo de sus más de 20.000 kilómetros, se han mantenido sus componentes estructurales y constructivos desde distintas épocas, mostrando la evolución de China a través del tiempo.
Reconocimiento de la UNESCO
En 1987, la UNESCO declaró la Gran Muralla China como Patrimonio de la Humanidad, reconociéndola como una manifestación única de la interacción entre civilizaciones agrícolas y nómades.
El informe destacó su valor como evidencia física del pensamiento estratégico, la arquitectura militar y el arte de las antiguas dinastías chinas. Además de ser un símbolo nacional, la muralla encarna la protección de la identidad cultural china frente a influencias externas.
La muralla en tiempos del Partido Comunista Chino
La muralla logró resistir ejércitos durante más de dos mil años, pero no pudo impedir el avance del espectro comunista, que se infiltró en China durante el siglo XX bajo la forma del Partido Comunista Chino (PCCh).
Lejos de proteger las tradiciones, el PCCh ha perseguido creencias ancestrales y destruido símbolos culturales, aunque paradójicamente continúa utilizando la Gran Muralla como emblema de poder.
En 2021, ante las críticas por la gestión de la pandemia, el presidente Xi Jinping declaró que “quien intente coaccionar a China tendrá su cabeza golpeada sangrientamente contra la Gran Muralla de acero forjada por más de 1.400 millones de chinos”.
Hoy el régimen proyecta una imagen de fortaleza similar a la muralla, pero muchos consideran que es la mayor fuente de opresión, persecución y destrucción cultural que ha sufrido China en su historia reciente.