Fuente: Suren Rao – Gan Jing World
«Tenía las manos hinchadas y sentía tanto dolor que no quería vivir», dijo Yu Wensheng, abogado, después de tres meses en un centro de detención chino.
Esto no es una cita de una novela. Esto es ahora. Esto es China. Y no se trata de incidentes aislados. Son piezas de un macabro entramado.
En todo el mundo, crecemos creyendo en la dignidad de la vida humana, en la libertad de pensar, creer y hablar. Pero en el corazón de China se está produciendo un genocidio silencioso, en gran medida ignorado, raramente reconocido y aterradoramente real.
El Partido Comunista Chino (PCCh), bajo un velo de control y secretismo, ha orquestado una campaña de brutalidad sistemática. ¿Sus víctimas? No son criminales. Ni rebeldes. Sino hombres y mujeres corrientes cuyo único «delito» es practicar Falun Gong (también llamado Falun Dafa), una práctica espiritual pacífica basada en la Verdad, la Benevolencia y la Tolerancia.
Sí, así como lo lees: Verdad. Benevolencia. Tolerancia.
Perseguido. Torturados. Asesinados.
¿Por qué? Porque la creciente popularidad de Falun Gong, que ofrecía claridad espiritual e independencia, amenazaba el férreo control ideológico del PCCh. El 20 de julio de 1999, comenzó la represión. Lo que siguió fue una oscuridad que la mayoría de nosotros ni siquiera podemos imaginar.
Un horror multitudinario
Esta persecución no se detuvo en el encarcelamiento o las palizas. Se convirtió en algo aún más monstruoso.
Como los practicantes de Falun Gong suelen ser sanos y no violentos, el régimen los encontró candidatos perfectos para una industria rentable: la extracción forzosa de órganos. Las víctimas son seleccionadas, detenidas y, cuando se encuentra un receptor adecuado, asesinadas sistemáticamente para extraerles riñones, hígados, corazones y pulmones.
Estos órganos se venden en el mercado negro o a través del sistema «oficial» de trasplantes de China. Pacientes de todo el mundo acuden a China para someterse a trasplantes… a veces en cuestión de días. No hay listas de espera. No hay donantes. Sólo muertes silenciosas.
Los investigadores internacionales David Kilgour, David Matas y Ethan Gutmann revelaron estadísticas escalofriantes: 640 trasplantes en sólo 10 días en un único hospital, y sólo 30 donantes oficiales.
En 2020, el Tribunal de China, presidido por Sir Geoffrey Nice KC, concluyó que esta horrible práctica no sólo era real, sino que estaba en curso. Las inquietantes palabras de Sir Geoffrey aún resuenan:
«Muchas personas han sufrido muertes indescriptiblemente horribles».
Y morirán más si no denunciamos.
No se trata sólo de China
Esto es lo que ocurre cuando decir la verdad se convierte en un delito punible.
Cuando la meditación se trata como subversión.
Cuando la compasión se considera peligrosa.
Cuando el mundo mira hacia otro lado porque es más fácil que enfrentarse al mal.
Pero la gente dentro de China no mira hacia otro lado. Los practicantes de Falun Gong -cada día- eligen el coraje antes que la comodidad. Arriesgan sus vidas para sacar la verdad de la oscuridad.
No piden dinero.
No buscan venganza.
Sólo quieren que el mundo lo sepa.
Y ahora… tú también.
¿Qué vas a hacer?
Puede que no tengas poder político.
Puede que no seas capaz de asaltar las puertas de Pekín.
Pero tienes voz. Y una elección.
Empieza con un simple acto: firma la petición. Ayuda a detener la extracción forzada de órganos. Ayuda a decir a los gobiernos que el silencio ya no es aceptable.
Firme aquí: https://fohpetition.org/
En colaboración con Médicos contra la Extracción Forzada de Órganos (DAFOH) y ONG de derechos humanos, pedimos a los países del G7+7 que actúen:
G7: Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, EE.UU., UE
+7: Argentina, Australia, India, Israel, México, Corea del Sur, Taiwán.
Cada firma importa. Cada nombre añade fuerza. Cada acción crea esperanza.
Porque ningún gobierno debe tener el poder de asesinar a sus ciudadanos con fines lucrativos.
Porque la vida humana nunca debe estar en venta.
Porque el silencio es complicidad.