Traducido de Newtarget por TierraPura

  • El apagón masivo en España expuso los peligros de depender demasiado de energías renovables inestables, causando un caos a nivel nacional con fallas en las redes eléctricas y los sistemas de emergencia.
  • El colapso se produjo cuando la generación energética de España se desplomó más del 50% en segundos, dejando a grandes ciudades como Madrid y Barcelona sin energía y revelando la fragilidad de la red.
  • La negligencia política alimentó la crisis, ya que los funcionarios celebraron los récords de energía renovable días antes del apagón mientras ignoraban las advertencias sobre la inestabilidad de la red debido al retiro de las fuentes de energía tradicionales.
  • El transporte, los hospitales y el comercio colapsaron: los trenes se detuvieron, los aeropuertos suspendieron vuelos, los pagos digitales fallaron y los equipos de emergencia rescataron a miles de personas mientras las pérdidas económicas alcanzaron los 2.500 y 5.000 millones de dólares.
  • Los expertos culpan a las políticas de energía verde por el desastre, advirtiendo que priorizar las energías renovables por sobre la infraestructura confiable hace que tales fallas catastróficas sean inevitables en el futuro.

El experimento de energía verde de España se desplomó ayer de forma espectacular: un apagón nacional dejó a millones de personas sin electricidad, lo que expuso las graves fallas del imprudente impulso europeo a las renovables. La Península Ibérica se sumió en el caos ante el fallo de hospitales, redes de transporte y sistemas de pago digitales, lo que demostró fehacientemente que la energía eólica y solar, fuertemente subvencionada, no puede reemplazar la estabilidad de las redes eléctricas tradicionales.

A las 12:35 p. m., hora local, Red Eléctrica, el operador de la red eléctrica española, registró una caída catastrófica de la generación —de 26 gigavatios a 12 gigavatios en segundos—, dejando a Madrid, Barcelona y Lisboa a oscuras. El apagón reveló las consecuencias mortales de la obsesión europea con las políticas de cero emisiones netas. A medida que España retiraba las centrales de carbón y las unidades nucleares en favor de la energía solar y eólica, que eran poco fiables , su red se convirtió en un castillo de naipes, colapsando a la primera señal de tensión.

El gran fracaso de la energía verde

El apagón no fue un accidente; fue el resultado inevitable de la negligencia política. Tan solo seis días antes del desastre, las autoridades españolas celebraron que la red funcionara íntegramente con energías renovables por primera vez. Pero su triunfo duró poco. «El apagón de España no fue solo un fallo técnico. Fue un fracaso político y estratégico», escribió el analista energético Michael Shellenberger. Ante el auge de la energía solar y eólica, España descartó las «plantas pesadas y giratorias» que mantenían la estabilidad de la red, dejando el sistema vulnerable incluso a interrupciones menores.

El operador portugués de la red eléctrica, REN, atribuyó las oscilaciones anómalas en las líneas eléctricas a un “fenómeno atmosférico inusual”, pero los analistas lo descartan como una maniobra evasiva. ¿El verdadero culpable? Un sistema despojado de su fiabilidad por el fanatismo ecologista. Según un experto en energía anónimo citado por Mark Nelson, la red eléctrica española colapsó tras un temblor (una perturbación eléctrica) en el crítico corredor Aragón-Cataluña. Con tres de las cinco centrales hidroeléctricas de emergencia fuera de servicio por mantenimiento, la recuperación fue lentísima.

Parálisis del transporte y ruina económica

Las consecuencias del apagón fueron inmediatas y graves. El metro de Madrid atrapó a los pasajeros bajo tierra hasta que los equipos de emergencia obligaron a los trenes a abrirse. El aeropuerto de Barcelona canceló vuelos, mientras que Lisboa recurrió a generadores de emergencia, manteniendo las terminales operativas a duras penas. Los hospitales se apresuraron a proteger a los pacientes mientras los equipos vitales fallaban y las transacciones digitales fallaban en todo el país, obligando a multitudes presas del pánico a vaciar los cajeros automáticos para obtener efectivo.

Los equipos de emergencia en España afirmaron haber rescatado a unos 35.000 pasajeros varados en vías férreas y túneles subterráneos. Vídeos impactantes mostraron el caos vial con el apagado de los semáforos en las principales ciudades. Cientos de pasajeros se vieron obligados a acampar en estaciones de tren durante la noche, y en las estaciones de Córdoba y Atocha se ven imágenes de viajeros exhaustos despatarrado en el suelo.

El sector comercial se vio especialmente afectado por el colapso total de los sistemas de pago digital. Un testigo describió haber visto a gente peleándose por taxis mientras las redes móviles colapsaban y el acceso a internet se interrumpía. Los supermercados se enfrentaron a compras de pánico al vaciar los estantes, y muchas tiendas recurrieron a linternas y frontales para continuar operando. Restaurantes y bares atendieron a los clientes a la luz de las velas, mientras que algunos negocios tuvieron que cerrar por completo.

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, instó a la ciudadanía a evitar viajes y a usar el móvil con moderación, afirmando que las telecomunicaciones se encuentran en un “momento crítico”. El gobierno declaró el estado de alarma y desplegó 30.000 policías como parte de las medidas de seguridad para hacer frente a la crisis.

Se estiman pérdidas económicas entre 2.500 y 5.000 millones de dólares, un precio muy elevado para un dogma climático inflexible. España importó energía de Francia y Marruecos para reabastecer sus ciudades, pero Portugal, al carecer de interconexiones de emergencia, podría tardar una semana en recuperarse por completo.

La incómoda verdad sobre las energías renovables

Este desastre no era imprevisible. Los ingenieros llevan años advirtiendo que la energía eólica y solar, dependientes del clima y carentes de inercia, aumentan la inestabilidad. «Cuanta más energía eólica y solar haya en la red, menos estable se volverá», afirmó la consultora energética Kathryn Porter. Sin embargo, en lugar de reforzar la infraestructura, España aceleró su transición ecológica, cerrando plantas fiables mientras celebraba hitos dudosos.

El apagón en España debería servir de lección escalofriante: sacrificar la resiliencia de la red por el simbolismo climático invita al desastre. Las mismas políticas ingenuas que ahora paralizan la Península Ibérica están siendo exportadas globalmente por las mismas élites que no sufrirán las consecuencias. Si los gobiernos se niegan a reconocer que la fiabilidad es más importante que las energías renovables, el caos de anoche se convertirá en la nueva normalidad.

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