
Por Rafa Gómez-Santos Martín – Gateway Hispanic
El Papa Francisco, el pontífice que sacudió los cimientos de la Iglesia con su agenda progresista, ha fallecido a los 88 años en su residencia de la Casa Santa Marta.
Su muerte, confirmada esta mañana por el Vaticano, cierra un capítulo polémico que deja a los fieles conservadores con una esperanza de retorno a las raíces.
Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio en 1936 en Argentina, asumió el papado en 2013 tras la renuncia de Benedicto XVI. Su pontificado, que duró 12 años, estuvo marcado por un giro hacia posturas que muchos tildaron de “peligrosamente liberales”.
Desde su apoyo a la inclusión de la comunidad LGTB hasta sus guiños a la izquierda globalista, el Papa se ganó el aplauso de los progresistas y el rechazo de los defensores de la doctrina tradicional.
Durante su mandato, Francisco impulsó reformas que generaron división. Su encíclica Laudato Si’ sobre el cambio climático y su apertura a las uniones homosexuales fueron vistas como un guiño a la agenda de la izquierda, mientras que los escándalos de abusos clericales empañaron su gestión.
Fue un papa controvertido. Por un lado defendió la vida del no nacido mientras que por otro denostó la mayor hazaña evangelizadora de la historia de la humanidad como fue el descubrimiento de América.
Promovió la protestantización de la Iglesia y fue muy permisivo y ambivalente con el modernismo radical.
También derribó la Misa Tridentina, patrimonio imperecedero de los católicos.
Muchos opinan que esperan que el próximo papa sea más como San Juan Pablo II «Europa, España y el mundo, necesitan otro San Juan Pablo II. D.E.P.» se puede leer en redes.
Aunque otros opinan que mejor que llegue otro San Pio X “Instaurare omnia in Christo”.
El Vaticano no ha detallado las causas de su fallecimiento, aunque fuentes cercanas aseguran que su salud había decaído en los últimos meses.
La Casa Santa Marta, su residencia desde el inicio de su papado, fue el lugar donde eligió vivir, rompiendo con la tradición de los aposentos papales en el Palacio Apostólico.
Los conservadores, hartos de lo que llamaron “una Iglesia a la deriva”, esperaban desde hace tiempo un cambio de rumbo.
El próximo cónclave será decisivo. Los cardenales, reunidos en Roma, deberán elegir a un sucesor que, con suerte, devuelva a la Iglesia su esencia tradicional, alejándola de las modas progresistas que tanto daño han hecho.
Con la partida de Francisco, los valores conservadores tienen una oportunidad de resurgir. La fe, la familia y la tradición deben ser el faro que guíe a la Iglesia hacia un futuro de verdadera santidad, sin los devaneos de una modernidad vacía.
Envía tu comentario
Últimas
