Fuente: Panam Post

Por Javier Nieves Brizuela

China anuncia que enfrentará las políticas arancelarias del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con medidas de libre comercio (es decir, con capitalismo liberal). Según China, las decisiones promoverán comercio e inversiones libres, abierto, justo, no discriminatorio, transparente, inclusivo y predecible. Esto es un “cuento chino”. China no está en capacidad de competir como si fuera capitalista, porque la naturaleza de su régimen totalitario no se lo permite.

La tiranía totalitaria del Partido Comunista Chino (dueño absoluto del Estado) ha hecho esta misma “oferta engañosa” varias veces en los últimos 54 años. Y el liderazgo de Occidente siempre fingió creerle, obsesionado por aprovecharse de sus “mil millones de consumidores”. Aliados así, los corruptos del PCCh se hicieron ricos y los mercantilistas occidentales vieron aumentar su riqueza, mientras China seguía siendo una dictadura infame.

En 1971, (Reunión Nixon-Mao Zedong de 1972). China mintió y a Nixon le convenía creerle.

Japón aprovechó y probó de la misma mentira; de allí salió el comunicado conjunto de Japón y China del 29 de septiembre de 1972.

La Comunidad Económica Europea (CEE) fue tras el anzuelo y de allí surgió el acuerdo comercial entre la CEE y la República Popular China, del 3 de abril de 1978.

Entonces se volvieron como locos. La CEE incorporó a China a su Sistema de Preferencias Generalizadas (SPG), en 1978; el Tratado de Restablecimiento de Relaciones Diplomáticas y el Tratado de Relaciones Comerciales de 1979, con el presidente Jimmy Carter; el Acuerdo de Comercio de Textiles, de 1980, y ese mismo año, el Acuerdo para Evitar la Doble Tributación y el Acuerdo sobre Transporte Aéreo y Marítimo Civil; el Acuerdo de Cooperación Comercial y Económica de la CEE y China, del 16 de septiembre de 1985; la Ronda Uruguay (Punta del Este, septiembre de 1986 – Marruecos, abril de 1994). En 2000, el Congreso estadounidense apoyó a la administración demócrata de Bill Clinton y le otorgó a China el Estatus de Relaciones Comerciales Normales Permanentes (Permanent Normal Trade Relations. PNTR). Aquel mismo año, EEUU levantó el veto para que China pudiera ser readmitida en la Organización Mundial del Comercio (OMC), en enero de 2001.

China lleva más de 50 años comprometiéndose a cumplir con cuatro condiciones: “Unificación de la regulación comercial en todo el territorio; transparencia de la política comercial; reducción de las barreras no arancelarias y consolidación de la liberalización del sistema de precios”.

Pero, también, lleva más de 50 años mintiendo y violando reiteradamente el sistema comercial basado en políticas abiertas orientadas al mercado, para favorecer una cada vez de mayor expansión del Estado comunista chino por sobre el mercado; ha ejercido un trato discriminatorio para el otorgamiento de licencias y no ejerce vigilancia adecuada para evitar el robo de propiedad intelectual extranjera.

A los chinófilos les apasiona hablar de las Reformas de Deng Xiaoping. Esas reformas habían sido expuestas quince años antes (1963), por Zhou Enlai (primer ministro de China y mano derecha de Mao Zedong en aquel entonces). Las llamó “Las cuatro modernizaciones”; un conjunto de políticas públicas para las áreas de agricultura, industria, defensa nacional y ciencia y tecnología orientadas a una apertura de China hacia el exterior que incluía, a lo interno, tímidas iniciativas favorables a la propiedad privada que había sido suprimida por la Revolución Comunista de 1949.

La sanguinaria Revolución Cultural, de 1966-1976, obligó a Zhou Enlai a retroceder y las reformas aguardaron hasta diciembre de 1978, cuando el sucesor de Mao Zedong, Deng Xiaoping, las puso en marcha con el nombre de “Un país, dos sistemas”: la coexistencia de prácticas económicas mercantilistas vendidas como si fuesen capitalistas y de mercados abiertos, en un mismo país con economía de corte socialista, dirigida desde la férrea planificación central del Estado y la dictadura totalitaria del Partido Comunista Chino.

Esta apertura no incluyó alivio alguno en la dictadura política comunista. El escritor y filósofo francés, Guy Sorman (1944), hizo la más esclarecedora investigación sobre la fulana apertura en su libroChina: el imperio de las mentiras (2012. Editorial Sudamericana).

China comete violaciones masivas a los derechos humanos, la oposición política está prohibida, hay miles de presos políticos por pensar distinto, no existen las libertades civiles y la pena de muerte es aplicada a miles de chinos anualmente, y sin derecho a un abogado, los medios de comunicación son férreamente censurados, todas las organizaciones sociales, religiosas, culturales, ecologistas o de copropietarios en condominios están prohibidas.

La tiranía totalitaria china solo permite un partido: el suyo. El Partido Comunista Chino. Asimismo, los sindicatos están completamente prohibidos, lo que hace imposible que puedan reclamar contra los bajísimos salarios y las jornadas de trabajo de 80 horas semanales. Esta situación sirve tanto al Partido Comunista Chino como a los mercantilistas de Occidente, por cuanto ambos disfrutan de la mano de obra barata que aportan fundamentalmente los millones de campesinos pobres que abandonaron el campo por el trabajo en las ciudades.

El Partido Comunista Chino es el que otorga las licencias para formar las empresas, tanto las chinas como las iniciativas extranjeras. Pero a las que son chinas, las juntas directivas, como los órganos consultivos y accionistas de las empresas nacionales, son designados por el Partido Comunista Chino, a través del Departamento de Frente Unido. Pueden enriquecerse, mientras obedezcan al partido, pero, si desobedecen, el DFU puede revocar la concesión, desincorporar a un directivo o expulsar a un accionista.

La tiranía totalitaria china llama a esto “socialismo de mercado”; cada quien es libre de llamarlo como quiera. Los liberales clásicos solo vemos aquí una mala copia del “capitalismo de primera generación”; el horrible capitalismo mercantilista contra el cual insurgió, precisamente, el capitalismo liberal inspirado en el liberalismo clásico, el gobierno limitado y las libertades individuales; elementos éstos, sin los cuales, el capitalismo y sus estructuras jurídicas institucionales (la protección de los derechos de los ciudadanos y la limitación del poder del Estado), son impensables.

Los fanáticos prochinos aseguran que China es un sistema capitalista que logró convertirse en una potencia económica. Incluso, algún charlatán asegura que China es ahora el centro mundial del capitalismo liberal. Pero todas las pruebas muestran que se trata de una tiranía infame que ha logrado acumular mucho dinero. ¿Todo se trata de acumular poder económico? Porque los carteles de la droga también han sabido comercializar sus productos y acumular un poder económico innegable; y no por eso se han convertido en liberales clásicos.

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