
Traducido de Gateway Hispanic por TierraPura
Por Joana Campos
Francia ha cerrado el canal de televisión C8, líder en audiencia de la televisión digital terrestre (TDT), acusado por la autoridad reguladora ARCOM de «no respetar la reglamentación de radiodifusión» por su falta de «diversidad» y supuestos excesos en su programación. Así de duramente se persigue la verdad en Francia.
El canal, propiedad del magnate conservador Vincent Bolloré, dejará de emitir definitivamente el viernes 28 de febrero, silenciando una voz crítica que atraía a más de 9 millones de espectadores diarios.
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La decisión, confirmada por el Consejo de Estado tras rechazar el recurso del C8, ha provocado una ola de críticas. Marine Le Pen, líder del partido Agrupación Nacional, denunció : «Es una regresión terrible que valida a los ayatolás del pensamiento uniforme».
C8, conocida por el polémico programa Touche pas à mon poste de Cyril Hanouna, había sido multada con más de 7,5 millones de euros en los últimos años por ARCOM, que la acusó de no respetar los derechos individuales.

Estas sanciones no son más que una excusa para eliminar una plataforma que desafía la narrativa progresista dominante.
El cierre no sólo mata una voz crítica sino que también deja a 400 empleados sin trabajo, un golpe social que la izquierda parece ignorar.
Las voces internacionales también han reaccionado. Algunos en las redes sociales recuerdan las palabras del vicepresidente electo de Estados Unidos, J. D. Vance, sobre la censura en Europa, y sugieren que este caso le da la razón.
Publicaciones como The European Conservative han advertido de un “precedente peligroso” para la libertad de prensa.
Se trata de una injusticia histórica que la izquierda celebra como una victoria contra el extremismo. Sin embargo, el cierre de C8 plantea una pregunta inquietante: ¿quién decide qué voces merecen ser escuchadas en una democracia?
El cierre de C8 es la prueba definitiva de que los medios conservadores están bajo ataque.
Hoy, la izquierda impone su narrativa: alejarse del guión progresista no sólo es arriesgado, sino que es un boleto directo al silencio. ¡ Esto debe terminar!
Hoy es C8; mañana, podría ser cualquier voz que se atreva a desafiar la apisonadora de lo políticamente correcto. La libertad de expresión no muere de un plumazo: nosotros nos mantenemos en pie, diciendo la VERDAD.
Francia se enfrenta ahora a un debate crucial sobre la censura, el poder y la libertad.
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