Traducido de Life Site News por TierraPura
El Foro de Davos tiene un plan muy específico de disolución social que es explícitamente anticristiano y, por lo tanto, antihumano y anticatólico. Por eso, junto con la destrucción de la economía, la agricultura y la ganadería, el FEM persigue también con tenacidad la destrucción de la familia y la religión, que se consideran un obstáculo para sus objetivos.
La ideología progresista, LGBTQ+ y de género es la principal herramienta para adoctrinar a las futuras generaciones en un mundo sin hombres ni mujeres, sin padre ni madre, sin fe y sin moral. En ese mundo, los jóvenes no deben tener ningún ideal, ningún propósito, más allá de la búsqueda de las perversiones más aberrantes y la satisfacción de los placeres degradantes que el sistema les proporciona.
Toda desviación en materia de fe y moral promovida por Jorge Mario Bergoglio corresponde a la implementación de un programa preciso dictado por la agenda progresista. Esto es una prueba de que en la Cátedra de Pedro no está sentado un papa sino un emisario de la élite globalista, cuya misión es destruir a la Iglesia Católica, tal como casi todos los líderes occidentales pretenden ahora destruir a las naciones que gobiernan. Todos están vinculados por su pertenencia al Foro Económico Mundial.
Sarah Kate Ellis es directora ejecutiva de GLAAD, un poderoso lobby subversivo LGBTQ+ que interfiere en gobiernos e instituciones para imponer la aceptación social del vicio y la perversión. No es casualidad que sea invitada al foro de Davos, en el que participan gobiernos y sociedades globalistas, incluida la iglesia bergogliana.
BREAKING – President of the powerful pro-LGBT organization @glaad, @sarahkateellis says they are working with Pope Francis (@Pontifex) and she commended the Pope for advances made on LGBT issues, including allowing so-called "same-sex blessings" pic.twitter.com/yK9lXkKOi3
— Andreas Wailzer (@Andreas_Wailzer) January 23, 2025
Escuchar a Ellis elogiar a Bergoglio debería helar la sangre en las venas de todos los católicos, empezando por los obispos. Es como si una asociación de pirómanos felicitara al jefe de bomberos por la forma en que evita que se apaguen los incendios. Y en cambio, los obispos siguen fingiendo no ver y no entender –algunos por cobardía, algunos por chantaje, algunos por interés propio– que Bergoglio es un usurpador del trono papal, considerándolo simplemente “un poco demasiado progresista”.
En esta loca cobardía, en esta traición, se hacen cómplices de los peores enemigos de la Iglesia de Cristo.
Para poner fin a la tiranía del WEF, la administración Trump –inaugurada bajo los mejores auspicios– tendrá que atacar de manera incisiva y efectiva todas sus ramificaciones en las instituciones públicas, incluida la iglesia bergogliana.