Fuente: VCS media.net

En la antigua China, un valeroso y altivo guerrero, en cierta ocasión se encontraba de regreso en su aldea, después de intensas y sufridas batallas. Su azarosa vida lo había conducido por remotos caminos y le había permitido enfrentar la muerte en múltiples ocasiones.

Había conocido días de gloria, así como días de derrota y de pérdida. Pero no podía distinguir en dónde se encontraba la diferencia entre esos dos sitios que ofrecían la gloria o el castigo a los seres humanos.

Fue durante esa breve pausa en su agitada existencia, cuando pudo sentarse a reflexionar sobre el significado de tantas luchas, que a veces le parecían carentes de sentido. Por primera vez pensó en su propia muerte y sintió miedo. Se preguntaba cómo se sentiría si tuviera que ir al cielo, cómo sería el infierno, si aún hay sensaciones allí y cuál era la diferencia entre ambos lugares.

Estando en estas reflexiones, se enteró de que un reconocido sabio budista estaba en una gruta cercana al pueblo, en su camino hacia el venerable templo de las montañas.

Sin dudarlo un instante, se dirigió hacia donde se encontraba el anciano, sabiendo que solo él podría aclararle su duda.

Tan pronto como se encontró en su presencia, hizo una venia de respeto y le expuso su inquietud:

– Venerable Maestro, he sabido de su gran sabiduría, y sé que pronto dejaré este mundo. Pero me inquieta saber qué voy a sentir cuando llegue al cielo o como voy a sentirme si debo ir al infierno. Debo prepararme de antemano para saber qué voy a encontrar.

Sin abrir los ojos, por el estado de meditación en que se encontraba, el Maestro le habló con desdén:

– ¿Quién eres tú, que osas venir a interrumpirme?

Un poco sorprendido, el guerrero le contestó en forma humilde:

– Soy un guerrero que viene a buscar su sabiduría.

– Qué guerrero vas a ser, con esa cara de cobarde que tienes. Más bien debes ser un estafador. – dijo el sabio, abriendo los ojos y subiendo el tono de voz

Ya bastante alterado, por las palabras del sabio, el guerrero le contestó secamente:

– Solamente quería saber su respuesta, pero creo que me equivoqué al venir acá.

El sabio continuó, aún más desafiante:

– No eres más que un ignorante, cobarde e insignificante. ¿Cómo osas acercarte a mí?

El guerrero ya no pudo soportar más los insultos. Enrojeció de ira y sacó su espada para acabar con el insolente anciano.

De inmediato el sabio levantó una mano para detenerlo, y con voz firme pero bondadosa, le replicó:

– Eso que sientes es como estar en el infierno. Ahora puedes verlo claramente.

El guerrero, quien también poseía un espíritu agudo, entendió enseguida lo que el sabio le estaba señalando. Entonces, bajando la cabeza, serenó su corazón, se disculpó, y envainó su espada.

Entonces, con un rostro ahora radiante y una sonrisa luminosa, el Maestro toco la cabeza del guerrero y le dijo:

– Eso es lo que sientes cuando estas en el cielo. ¿Puedes distinguirlo ahora?

Reflexión

Las emociones positivas o negativas son un reflejo de nuestras acciones y pensamientos. De nosotros depende la decisión de ir al cielo o al infierno pues en toda retribución hay justicia. Tarde o temprano nos veremos abocados a recibir pago.


Cuento tradicional chino adaptado para VCSmedia.net

Imagen de portada: Carlos Morales G.

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