por Antonio GraceffoThe Gateway Pundit

Durante su reciente reunión con Joe Biden en la cumbre de la APEC en Perú, Xi Jinping lanzó una advertencia directa y claramente dirigida al presidente entrante Trump.

Dada la inquebrantable postura pro estadounidense de Trump, es poco probable que la preste atención y casi con certeza seguirá dando prioridad a los mejores intereses del pueblo estadounidense por sobre el sometimiento a Beijing , lo que lo distingue de otros líderes mundiales.

Los nombramientos del presidente Trump para su gabinete dejan en claro que no tiene intención de llegar a acuerdos con China. En cambio, su administración parece centrada en terminar de desvincular la economía estadounidense de China, con el objetivo de diezmar la economía china y descarrilar las ambiciones de Xi Jinping de un orden internacional liderado por China.

Las nominaciones de Trump reflejan una postura decididamente confrontativa hacia Beijing, con destacados halcones en contra de China ocupando puestos clave. El senador Marco Rubio, un crítico abierto de las prácticas económicas de China y uno de los varios funcionarios estadounidenses a los que se les ha prohibido entrar al país, habría sido elegido para el cargo de secretario de Estado.

Mientras tanto, se espera que el representante Mike Waltz, quien ha descrito a China como la mayor amenaza a los intereses estadounidenses, se convierta en asesor de seguridad nacional.

Otras figuras clave incluyen a Elise Stefanik, nominada como embajadora ante las Naciones Unidas, quien ha sido crítica de la influencia global de China y las violaciones de los derechos humanos, y Howard Lutnick , nombrado secretario de Comercio.

Lutnick, director ejecutivo de Cantor Fitzgerald, liderará la agenda comercial y arancelaria de la administración, supervisará la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos y se centrará en reducir la dependencia de Asia y, al mismo tiempo, reforzar la industria de semiconductores de Estados Unidos.

Conocido por defender aranceles agresivos, incluido un impuesto propuesto del 60% sobre los productos chinos, el nombramiento de Lutnick subraya el enfoque de línea dura de la administración.

Además, Robert Lighthizer, una figura central en el primer mandato de Trump en la implementación de aranceles para abordar los desequilibrios comerciales, regresará como zar comercial de la administración, lo que garantizará la continuidad de su postura dura hacia China.

El mensaje de Xi delineó cuatro “líneas rojas”, cuyo cruce podría potencialmente desencadenar una guerra. Entre ellas se encuentran Taiwán, la democracia y los derechos humanos, el sistema de gobernanza de China y su derecho al desarrollo.

El carácter explícito de las declaraciones de Xi fue significativo, ya que fue la primera vez que se comunicaron estas líneas rojas a nivel presidencial. Su postura firme, en particular respecto de Taiwán, subrayó la sensibilidad de la cuestión, ya que China considera a la isla parte de su territorio y no ha descartado el uso de la fuerza para garantizar la reunificación.

Es notable que Xi haya lanzado una advertencia tan severa durante el mandato del presidente Biden, ya que es poco probable que lo hubiera hecho directamente al presidente Trump.

Este momento es histórico y podría no repetirse hasta mucho después de 2028, cuando se espera que China esté en una posición más débil.

En su primer mandato, Trump se mostró vehementemente antichino y firmemente protaiwanés, lo que le valió el estatus de héroe en Taiwán. Cuando Biden asumió el cargo en 2020, muchos en Taiwán temieron haber perdido a su más fiel partidario.

Sin embargo, Biden no solo mantuvo el apoyo de Estados Unidos a Taiwán, sino que lo intensificó. Ahora, con el regreso de Trump, a algunos les preocupa que no defienda a Taiwán debido a los comentarios que hizo en los que sugería que Taiwán y la OTAN deberían pagar por la protección estadounidense. Sin embargo, es probable que estos temores sean infundados.

La exigencia de Trump de que otros países asuman un papel más activo en su defensa no equivale a un abandono. Por ejemplo, Taiwán había reducido su servicio militar obligatorio a sólo tres meses, una medida que, desde la perspectiva de Trump como director ejecutivo pragmático, tiene poco sentido económico.

¿Por qué debería Estados Unidos proporcionar armas y ayuda financiera a un país cuyos jóvenes no están dispuestos a servir y potencialmente morir por su patria?

Al igual que la OTAN, Trump está instando a Taiwán a aumentar su presupuesto de defensa como señal de que Taipei no depende totalmente de Estados Unidos para su seguridad.

Dada la postura constante de Trump contra Pekín, es improbable que permita a Xi Jinping tomar posesión de Taiwán. La “reunificación”, como la define Xi, sería su mayor logro, aunque Taiwán nunca fue parte de China.

Es poco probable que Trump permita que China haga realidad este sueño. Proteger a Taiwán no sólo tiene que ver con negarle a Xi sus ambiciones, sino también con el inmenso valor estratégico de la isla.

Si China lograra controlar Taiwán, dominaría ambos lados del estrecho de Taiwán, lo que pondría en peligro las rutas marítimas mundiales. Desde un punto de vista puramente económico, evitar que esto ocurra es una estrategia comercial acertada.

El énfasis de Xi Jinping en la democracia, los derechos humanos y el sistema de gobierno de China suele atraer más atención de las administraciones demócratas que de las republicanas.

Sin embargo, Trump ha demostrado que está dispuesto a aprovechar cualquier oportunidad para imponer sanciones a China. Durante su primer mandato, se introdujeron varias medidas históricas contra los abusos de los derechos humanos y la represión democrática cometidos por Pekín.

La Ley de Derechos Humanos y Democracia de Hong Kong (2019) ordenó sanciones contra funcionarios chinos y de Hong Kong que socavaran la autonomía de Hong Kong y cometieran violaciones de los derechos humanos.

También exigió evaluaciones anuales para determinar si Hong Kong merecía su estatus comercial especial con Estados Unidos. En 2020, la administración impuso sanciones a funcionarios de Xinjiang , incluido Chen Quanguo, miembro del Politburó, por la persecución de los musulmanes uigures y otras minorías étnicas.

Estas medidas buscaban responsabilizar a figuras clave por graves abusos a los derechos humanos.

Además, Trump amplió los controles a las exportaciones y añadió numerosas entidades chinas a la Lista de Entidades, restringiendo su acceso a la tecnología estadounidense. Estas medidas apuntaban específicamente a las empresas implicadas en violaciones de los derechos humanos y a aquellas que planteaban amenazas a la seguridad nacional.

La voluntad de Trump de actuar decisivamente contra Beijing sugiere que seguirá aprovechando estas cuestiones para mantener la presión sobre China.

En cuanto a la última línea roja —el derecho de China al desarrollo económico—, Trump ha declarado que espera que todos los líderes mundiales actúen en el mejor interés de sus propios pueblos. Ha dejado en claro que, si bien China es libre de perseguir su desarrollo, éste no debe lograrse a expensas de los intereses estadounidenses ni de los contribuyentes estadounidenses.

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