Por Rebeca Crespo La Gaceta de la Iberosfera

Beijing está llevando a cabo actividades de espionaje a una escala que los gobiernos occidentales consideran sin precedentes, movilizando agencias de seguridad, empresas privadas y civiles chinos en su afán por socavar a los estados rivales y fortalecer la economía del país.

En los últimos meses se han multiplicado las advertencias de agencias de inteligencia sobre la amenaza que representa el régimen chino. Sólo en el mes de septiembre, el FBI informó de que una empresa vinculada a China había hackeado 260.000 dispositivos conectados a internet en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rumanía, entre otros; una investigación del Congreso estadounidense señaló que grúas de carga chinas utilizadas en puertos marítimos del país contenían tecnología que podía permitir a Beijing controlarlas de forma secreta y remota; y el Gobierno de Biden desveló que un exasesor principal de la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, era un agente chino.

El aumento de la preocupación entre las agencias de espionaje occidentales, incapaces de contener la actividad de Beijing, ha llevado a hacer públicas sus denuncias, instando a empresas e individuos a estar alerta en sus interacciones con China.

Por su parte, Beijing niega las acusaciones de espionaje dirigidas contra Occidente. Sin embargo, desde que el líder chino, Xi Jinping, asumió el poder en 2012, su gobierno ha insistido en la importancia de la seguridad nacional, instando tanto a funcionarios como a ciudadanos a defenderse de las amenazas contra los intereses de China. «El resultado es una recopilación de información cuya escala y constancia supera de manera muy amplia al espionaje del Kremlin durante la Guerra Fría«, asegura The Wall Street Journal.

Así, según detallan agencias europeas de inteligencia y el FBI, los hackers respaldados por China superan en número a todo el personal cibernético de la oficina federal con un grupo que puede incluir hasta 600.000 personas. «El programa de hackeo de China es más grande que el de todas las demás naciones importantes combinadas«, aseguró el director del FBI, Christopher Wray, a principios de este año.

Además, la respuesta de Occidente está limitada debido a las relaciones comerciales que mantiene con China. A diferencia de lo que ocurre con Irán o Rusia, la mayoría de países no puede permitirse imponer sanciones al país asiático o tomar medidas como la expulsión de sus diplomáticos.

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Las actividades de espionaje corren el riesgo de intensificarse a medida que el crecimiento económico de China se desacelera bajo el liderazgo cada vez más autoritario de Xi Jinping. «El aparato de inteligencia estará bajo una creciente presión para robar la innovación necesaria para fortalecer la economía y silenciar a los críticos tanto en el país como en el extranjero. Todo se reduce a la seguridad del régimen», aseguró el exdirector de operaciones de la agencia de inteligencia exterior británica MI6, Nigel Inkster, al Wall Street.

China no sigue las reglas tradicionales del espionaje, dicen los funcionarios de inteligencia. No parece importarle si es atrapada con las manos en la masa y, a diferencia de Rusia, rara vez hace esfuerzos por intercambiar a sus espías cuando son arrestados.

Otro factor que dificulta la respuesta de la inteligencia occidental es que es difícil espiar a China. Sus operaciones de inteligencia están descentralizadas, y abarcan una multitud de agencias y empresas del sector privado. Operan en gran medida de manera autónoma, lo que hace que el sistema sea difícil de penetrar, y sus métodos parecen desordenados, con una mezcla tanto de actores privados como estatales.

Las democracias occidentales están tratando de encontrar un equilibrio que permita hacer negocios con China mientras se señalan las actividades de espionaje de Beijing. En mayo, los funcionarios de inteligencia canadienses dijeron que el país había intentado interferir en dos elecciones federales, y que incluso había transportado a estudiantes chinos hasta los centros de votación para que votasen por el candidato favorito del régimen comunista.

Alrededor de la misma época, las autoridades australianas condenaron a un empresario con vínculos con el Partido Comunista Chino por intentar ganarse el favor de un ministro del gobierno al que donó 25.000 dólares. Y en primavera, siete presuntos espías chinos fueron arrestados durante operaciones separadas en Alemania y en el Reino Unido por adquirir un láser especial y enviarlo a China sin autorización, y espiar a miembros del Parlamento Europeo.

Funcionarios de seguridad europeos también han señalado a estudiantes y científicos chinos presentes en Occidente como un canal principal para el espionaje. En el pasado, se dio la orden de vigilar a aquellos investigadores que hubiesen estudiado en universidades del país relacionadas con el Ejército. «Ahora los espías que se hacen pasar por investigadores se han vuelto mejores en ocultar sus huellas. Un ejemplo es el de los estudiantes que inicialmente se inscriben en cursos de idioma o literatura y luego cambian a computación cuántica u otras áreas sensibles», detalla el Wall Street.

Sólo en el Reino Unido, más de 20.000 personas han sido contactadas por agentes chinos en LinkedIn desde 2022, en intentos de obtener información sensible, según el MI5, la agencia de espionaje interna del país.

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