Por Joana CamposGateway Hispanic

La inmigración descontrolada ha sido promovida por muchos gobiernos de izquierda bajo el pretexto de la solidaridad y la necesidad económica. Sin embargo, las consecuencias de estas políticas están poniendo en riesgo la seguridad y la estabilidad de los países receptores.

La postura de España: ¿La inmigración como una necesidad?

Durante una reciente visita a Mauritania, el presidente español Pedro Sánchez declaró que la inmigración «no es un problema, es una necesidad«. Estas palabras reflejan una desconexión preocupante con la realidad que enfrentan muchas comunidades en España.

La narrativa de que la inmigración masiva es la solución a problemas económicos ignora los crecientes desafíos en seguridad, empleo e integración que enfrentan las regiones más afectadas por la llegada de inmigrantes.

En The Objective se informó sobre el acuerdo entre ambos gobiernos:

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado este martes durante su visita a Mauritania un acuerdo bilateral en materia de inmigración con el presidente del país africano, Mohamed Ould Ghazouani. Los gobiernos de ambos países han acordado «luchar contra la trata de seres humanos» y «el crimen organizado», en palabras de Sánchez.

«África siempre ha sido una prioridad para la política exterior española», ha asegurado el presidente en una rueda de prensa con su homólogo mauritano. «La migración no es un problema, es una necesidad», ha insistido, y por eso se ha comprometido a velar por que sea «ordenada» y «legal». «Hay que combatir las mafias que trafican con seres humanos», ha insistido Sánchez.

En España, el desempleo sigue siendo un problema persistente, especialmente en zonas con alta concentración de inmigrantes. Según los últimos datos, la tasa de desempleo en Andalucía, una de las regiones que más ha recibido inmigrantes, se sitúa en un alarmante 18.3%.

Este contexto económico, combinado con un aumento en la criminalidad, ha generado una creciente desconfianza en la capacidad del gobierno para manejar estos flujos inmigratorios.

México y su apertura a la inmigración: un camino peligroso.

En paralelo, México ha decidido recientemente permitir el tránsito libre de inmigrantes a través de su territorio, una medida que ha sido criticada tanto a nivel nacional como internacional. Esta decisión no solo pone en riesgo la seguridad interna del país, al facilitar el tráfico humano y el cruce de personas sin control alguno, sino que también afecta las ya tensas relaciones con Estados Unidos, que ha presionado a México para que controle mejor su frontera sur.

Cibercuba informó en su medio de noticias:

Un comunicado conjunto firmado por el Instituto Nacional de Migración (INM) y de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP por sus siglas en inglés), dijo que la medida se implementará para que «de forma ordenada, regular y segura», los migrantes puedan «trasladarse a los ocho puntos de entrada de CBP One: Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo en Tamaulipas; Piedras Negras, Coahuila; Ciudad Juárez, Chihuahua; Nogales, Sonora, Mexicali y Tijuana, Baja California».

Este viernes 23 de agosto se amplió el alcance de la aplicación CBP One, utilizada para gestionar solicitudes de asilo en la frontera sur, a todo el territorio mexicano para nacionales de ese país y a Tabasco y Chiapas para otras nacionalidades.

Con motivo de este hecho se reunieron autoridades de ambos países para coordinar acciones operativas y facilitar el tránsito migratorio hacia las fronteras de Estados Unidos.

Las implicaciones de esta política son preocupantes. México se ha convertido en un corredor peligroso donde los inmigrantes se enfrentan a condiciones inhumanas, con organizaciones criminales que se aprovechan de su vulnerabilidad. Esta situación no solo agrava la crisis humanitaria en la región, sino que también añade presión a los sistemas de seguridad y de servicios públicos en México, que ya están al borde del colapso.

https://twitter.com/INAMI_mx/status/1827117613648113734/history

La inmigración masiva trae consigo desafíos que no pueden ser ignorados. En países como España y México, el incremento en la criminalidad y el desempleo en las regiones receptoras es un problema real. Además, la integración cultural de los inmigrantes se ha convertido en un reto, con comunidades locales que sienten que sus valores y modos de vida están siendo erosionados.

En Andalucía, por ejemplo, se ha registrado un aumento del 30% en los delitos violentos en los últimos cinco años, coincidiendo con un aumento significativo en la llegada de inmigrantes. Este tipo de estadísticas no pueden ser pasadas por alto cuando se discute la viabilidad de políticas migratorias más laxas.

Detrás de esta crisis inmigratoria se encuentra una realidad aún más oscura: la incompetencia de los gobiernos de izquierda en los países de origen. En América Latina, naciones como Cuba, Venezuela y Nicaragua han visto cómo sus políticas fallidas han llevado a millones de personas a abandonar sus hogares en busca de una vida mejor.

Estos gobiernos, en lugar de abordar los problemas estructurales que han causado la pobreza y la represión, han optado por cerrar los ojos y dejar que otros países carguen con las consecuencias de su ineptitud.

Cuba, por ejemplo, ha sido testigo de un éxodo masivo de su población en los últimos años, con más de 200,000 cubanos intentando cruzar a Estados Unidos en 2023. Venezuela, sumida en una crisis económica y política sin precedentes, ha visto cómo más de siete millones de personas han huido desde 2015. Nicaragua, por su parte, ha forzado a miles de disidentes a abandonar el país bajo amenazas y represión. Estos casos evidencian que la gran salida de inmigrantes no es una cuestión de elección, sino una necesidad desesperada causada por gobiernos que han fallado a su pueblo.

La inmigración descontrolada, promovida por algunos como una solución económica, no es ni sostenible ni deseable. Es el resultado de políticas fallidas que, lejos de resolver los problemas internos de los países de origen, los exportan a otras naciones, generando nuevas crisis en el proceso.

Los gobiernos deben enfocarse en fortalecer sus economías y garantizar la seguridad interna antes de fomentar o permitir flujos inmigratorios masivos. La verdadera solución radica en que cada nación se haga cargo de su gente, generando empleos dignos y una calidad de vida que no orille a la gente a arriesgar su vida y migrar a otro país…

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