La cultura tradicional china promueve la armonía entre el Cielo, la Tierra y la humanidad. El antiguo sabio Lao Zi escribió una vez: “La humanidad sigue a la Tierra, la Tierra sigue al Cielo, el Cielo sigue al Dao y el Dao sigue a la naturaleza”.
Pero esta armonía fue interrumpida por el Partido Comunista Chino ( PCCh) después de que el régimen se hiciera con el poder hace varias décadas. A través de los estragos sin precedentes de la Revolución Cultural y el exhaustivo lavado de cerebro con doctrinas comunistas, el pueblo chino fue apartado de sus tradiciones. Los valores fundamentales del PCCh de lucha de clases, odio y mentiras convirtieron gradualmente a la sociedad china en lo que es hoy.
Todo el mundo es un enemigo
Durante mucho tiempo, la Constitución del PCCh especificó que la lucha de clases era una ideología rectora. Consecuente con ello, el Partido lanzó una campaña política tras otra, incluyendo las campañas de las Tres Antis, de las Cinco Antis y de los Antiderechistas, el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural.
Los medios de comunicación controlados por el PCCh elogiaron públicamente estas luchas, incluso las que se producían entre familiares. Por ejemplo, el Diario del Pueblo publicó muchos artículos en 1952 sobre la Campaña de los Cinco Antis. Los títulos de algunos de los artículos eran: “Wang Shihuan, miembro de la Liga Juvenil de la Escuela Media Nro. 5 de Beijing, denunció la corrupción de su padre”, “Xu Dongcai dio la cara por el pueblo y denunció a su padre capitalista” y “Familiar de un empleado de la Planta Mecánica y Eléctrica de Mentougou audazmente denunció y persuadió a su marido para que confesara”.
El PCCh quería movilizar al público en general con “una campaña política menor cada tres años y una campaña mayor cada cinco”. Incitaba a la gente a atacarse entre sí mediante carteles políticos públicos: estudiantes contra profesores, funcionarios inferiores contra funcionarios superiores, amigos contra amigos y familiares entre sí.
Un ejemplo fue Bian Zhongyun, profesora y funcionaria de la Escuela Secundaria Femenina Afiliada a la Universidad Normal de Beijing. El 5 de agosto de 1966, los alumnos la humillaron obligándola a llevar un sombrero alto, sostener una pizarra con la lista de sus “crímenes” y arrodillarse. Los Guardias Rojos la golpearon con palos con clavos y vertieron agua hirviendo sobre ella hasta que murió.
El 13 de febrero de 1970, mientras Fang Zhongmou, del condado de Guzhen, provincia de Anhui, hablaba con su familia, criticó a Mao Zedong y a su partidario Liu Shaoqi. Su hijo mayor, Zhang Hongbing, de 16 años, escribió una carta denunciándola y la entregó con su distintivo de la Guardia Roja a un representante militar. Dos meses después, Fang fue arrestada y ejecutada como “contrarrevolucionaria”.
Cuando la Revolución Cultural terminó en 1976, dejó daños irreparables: sociales, psicológicos y morales. Aunque la economía mejoró en las décadas de 1980 y 1990, es probable que la gente nunca vuelva a confiar en los demás como antes.
El drama de las intrigas palaciegas distorsiona la historia
Junto con la promoción de valores degenerados, el PCCh también fomentó el materialismo y la lucha por el dinero a cualquier precio. Debido a estas dos tendencias, casi nadie recuerda los valores tradicionales.
En los últimos años, el PCCh ha dejado de defender la lucha de clases como ideología principal, pero el tema de la promoción de la lucha nunca ha cambiado. Se escribieron muchos dramas para retratar -a menudo mediante historias inventadas- los conflictos que tenían lugar en los palacios reales en la antigüedad. Un ejemplo es la leyenda de Zhen Huan, muy popular en China en 2012. Con figuras históricas vestidas con trajes tradicionales, el tema era “una buena persona necesita ser peor que una mala para sobrevivir”. Un primo de Puyi, el último emperador de la dinastía Qing, dijo que el drama era una terrible distorsión de los hechos históricos.
A primera vista, parece que los ciudadanos chinos pueden elegir lo que ven en televisión. Pero lo que se puede ver está totalmente controlado por el Departamento de Propaganda del PCCh y sólo se pueden emitir historias coherentes con la teoría de la lucha y el marxismo. Por esta razón, muchas de las generaciones jóvenes de China creen que lo que se representa en estos dramas es cierto, y algunos incluso han aprendido a ser más competitivos durante los conflictos.
Como se afirma en Nueve Comentarios del Partido Comunista: “Aún más despreciable que la destrucción de la cultura tradicional por parte del PCCh es su mal uso intencionado y su modificación solapada de la cultura tradicional. El PCCh ha destacado los sucesos más viles de la historia de China, cosas que ocurrieron siempre que la gente se apartó de los valores tradicionales, como la lucha por el poder dentro de la familia real, el uso de tácticas y conspiraciones, y la dictadura y el despotismo. El PCCh ha utilizado estos ejemplos históricos para crear su propio conjunto de normas morales, formas de pensar y sistemas discursivos. Al hacerlo, el PCCh ha creado la falsa impresión de que esta “cultura del Partido Comunista” es en realidad una continuación de la cultura tradicional china”.
Incitar una nueva ola de odio
Recientemente, el PCCh ha estado promoviendo intensamente la llamada Experiencia de Fengqiao, que se remonta a la era maoísta. Comenzando por la ciudad de Fengqiao, en la provincia de Zhejiang, a principios de la década de 1960, el PCCh instigó a los residentes locales a denunciarse unos a otros ante las autoridades. Huelga decir que se trata de otra táctica para desviar la ira pública de las autoridades incitando el odio entre la ciudadanía.
Esto está ocurriendo a gran escala. Según un informe de noviembre de 2021, unos 140.000 residentes (el 5% de la población) del distrito de Chaoyang, en Beijing, han sido reclutados para vigilar al público en general. Entre ellos hay guardias de seguridad, jubilados, voluntarios, mensajeros y empleados administrativos. Están de servicio en las calles y carreteras, en zonas públicas y en el exterior de las estaciones de metro para vigilar a los disidentes y a los grupos minoritarios.
El coste es muy elevado. Un artículo de Fazhi Wanbao (Legal Evening News) de 2017 informaba que el distrito de Chaoyang pagaba a cada recluta entre 300 y 500 yuanes al mes por esta vigilancia. Reclutar a 140.000 personas suma 670 millones de yuanes (o 92 millones de dólares) al año solo para el Distrito de Chaoyang. El gasto para toda la ciudad de Beijing o China continental sería astronómico.
Este seguimiento tiene consecuencias nefastas. Beijing News informó en octubre de 2023 que, como se animaba a los alumnos a denunciar imprudentemente a sus profesores, estos se volvieron muy cautelosos y no se atrevieron a enseñar nada que pudiera causar problemas. Al final, los padres de los alumnos también sufrirán, ya que sus hijos no recibirán una educación de alta calidad en un entorno tan duro.
Tragedias generación tras generación
En todas sus numerosas campañas políticas, el PCCh selecciona al 5% de la población como objetivo y moviliza al 95% restante para atacarlos. La mayoría de la gente se une a la multitud porque no está en el punto de mira y no quiere ser criticada por quedarse atrás. Lo que la gente no esperaba era que, con tantas de estas campañas políticas, casi todo el mundo acabaría siendo víctima.
Esta situación empeoró aún más después de que el exlíder del PCCh, Jiang Zemin, tomara el poder en 1989. Ignoró los valores y principios morales y cegó a la opinión pública con el dinero, el sexo y las continuas luchas entre ellos. La práctica de meditación tradicional china Falun Gong, con sus principios básicos de Verdad- Benevolencia- Tolerancia, se presentó en China en 1992. Pero Jiang Zemin y el PCCh comenzaron a reprimirla en 1999 y la persecución a sus practicantes ha continuado durante 25 años. Los practicantes de Falun Gong, que creen en ser buenas personas, han sido detenidos, torturados y sometidos a trabajos forzados, abusos psiquiátricos e incluso sustracción forzada de órganos.
En resumen, el PCCh ha convertido a China en un país donde la gente se trata como enemigos y nadie se preocupa por los demás. Sólo rechazando al PCCh podremos salvaguardar nuestros principios y restaurar los valores tradicionales.