Por Karina Mariani – gaceta.es

Hace unos años escribí sobre uno de los casos más aberrantes ocurridos en pos de la corrección política. Resulta que cierta mañana, el profesor W. Ajax Peris se disponía a dar una clase especial dentro del curso de la Historia del Racismo en los Estados Unidos. Era una materia que daba habitualmente y en esta clase en particular le tocaba leer la célebre Carta desde la cárcel de Birmingham, un texto fundamental para comprender la lucha por los derechos civiles de los ciudadanos negros en el siglo pasado en EEUU. La Carta la escribió Martin Luther King en 1963, estando encarcelado por participar en una protesta. El valor del texto recae en los debates sobre la desobediencia civil, pues King la justifica al decir que existe la obligación moral de desobedecer las leyes injustas, como las que imponían la segregación racial. Peris leyó la carta en la clase, en donde estaba la palabra «nigger», y además mostró un documental sobre la historia de los linchamientos. Horas después, Peris fue denunciado por unos estudiantes que se sintieron ofendidos por el uso de la palabra citada en la carta y le calzaron el mote de racista.

Las autoridades universitarias, cual saetas, tomaron partido por los insólitos ofendidos y se unieron a la atmósfera de presión social e institucional que motivó el pedido (obligado) de disculpas de Peris. La capitulación no impidió que se agravarán las acusaciones ante la UCLA para que despidan a Peris, en combo con las solicitudes para la expulsión de un profesor de contabilidad también acusado de racismo brutal por negarse a suspender un examen para que los alumnos fueran a las marchas por la muerte de Floyd. Ese clima de época no ha dejado de empeorar.

En el mismo registro del absurdo, la Federación Inglesa de Fútbol sancionó, a comienzos del año 2021, al jugador uruguayo Edinson Cavani con una multa de 100.000 libras y una suspensión por tres partidos. El pecado de Cavani fue haber escrito en su cuenta de Instagram la palabra «negrito» para saludar a un amigo suyo al que le dicen Negrito hecho que fue considerado «ofensivo» para la retorcida mente de burócratas que no respetaron la diversidad cultural sudamericana ni sus costumbres discursivas. Y que, por cierto, son incapaces de abandonar su culposa condescendencia colonialista que impone la moral woke como forma de sumisión a la narrativa izquierdista.

En aquel entonces, las autoridades del Manchester United, prefirieron curarse en salud y patear en el piso al sancionado Cavani, quien, al igual que Peris, debió ofrecer unas «sinceras disculpas». La hipocresía medular del Manchester United se justificó diciendo que «a pesar de su sincera creencia de que simplemente estaba enviando un afectuoso agradecimiento en respuesta a un mensaje de felicitación de un amigo cercano, optamos por no impugnar el cargo a Cavani por respeto y solidaridad con la FA y la lucha contra el racismo en el fútbol». Cuestión que el jugador uruguayo debió arrodillarse ante el altar de la corrección política y decir: «Lo último que quería hacer era ofender a nadie. Me opongo completamente al racismo y eliminé el mensaje tan pronto como se explicó que se puede interpretar de otra manera. Me gustaría disculparme sinceramente por esto».

En la misma perversa tesitura, la FIFA anunció este miércoles la apertura de una investigación porque los jugadores argentinos cantaron una canción burlona sobre la selección francesa mientras celebraban en el autobús del equipo: «La FIFA condena con firmeza toda forma de discriminación, venga de donde venga, incluidos los jugadores, los hinchas y los responsables», explicó la entidad que rige los destinos del fútbol mundial, a la que recurrió, muy ofendida, la Federación Francesa de Fútbol (FFF). Al mismo tiempo, el equipo Chelsea abrió un expediente disciplinario a su centrocampista argentino Enzo Fernández, que grabó el video que causó el escándalo. El cantito que tanto afecta al establishment futbolístico se hizo viral durante el Mundial de Qatar de 2022 y tiene frases como: «Juegan en Francia pero son todos de Angola». Aparentemente ser de Angola es algo muy malo para los deportócratas.

La Federación Francesa dijo que: «El Presidente de la Federación Francesa de Fútbol, Philippe Diallo, condena con la mayor firmeza los inaceptables comentarios racistas y discriminatorios proferidos contra jugadores de la selección francesa en el contexto de una canción entonada por jugadores y seguidores de la selección argentina tras su victoria en la Copa América y difundida en un vídeo en las redes sociales», al tiempo que la entidad manifestó: «Ante la gravedad de estos comentarios chocantes, contrarios a los valores del deporte y de los derechos humanos, el presidente de la FFF decidió recurrir a los tribunales a su homólogo argentino (AFA) y a la FIFA, además de presentar una denuncia por comentarios racistas y discriminatorios».

Muy, pero muy, pero muy muy paradójico resulta que todos estos señores ven discriminación y atrocidades contra los derechos humanos en unos veinteañeros cantando canciones burlonas, pero no vieron ni una pizca de discriminación ni atropellos contra los derechos humanos cuando decidieron hacer el mundial en Qatar, que pisotea los derechos humanos a placer y discrimina como si no hubiera un mañana. Ni que hablar de ser refugio y estructura de financiación del terrorismo internacional. Cinismos con los que se autoestimulan las élites.

Peris, Cavani, Enzo Fernández no hicieron nada malo. Lo que se cometió contra ellos es de una vileza pútrida. Las denuncias son ridículas, las disculpas que fueron obligados a dar son coerción extorsiva, a sabiendas de que Peris, Cavani, Enzo Fernández necesitaban mantener su trabajo. Todos ellos fueron obligados a aceptar la culpa por un delito que no cometieron para ver si, con suerte, sus verdugos mostraban piedad. Pero los que se disculpan por errores que no cometen, y los que exigen disculpas por cobardía y comodidad laboral o política, no terminan de entender que el caprichoso dios woke no se sacia con disculpas, en realidad, nunca obtiene saciedad. Los dioses resentidos no pueden perdonar porque no nacen de la virtud sino del odio.

Las disculpas nunca serán suficientes, y tanto Peris como Cavani o Enzo Fernández se pueden llamar suertudos, el escritor jordano Nahed Hattar, por una caricatura sobre el islam, decidió no retractarse y sufrió miles de vejaciones, destierro y finalmente fue asesinado a las puertas del tribunal de Amman, que iba a juzgarlo… sí, ¡por una caricatura!. El dios woke, anabolizado por el islamismo, bebe sangre. Ya aprendimos eso.

Es muy difícil dimensionar el tamaño del infortunio en el que estamos metidos: nos sumergimos en un mundo en el que, ya no los chistes o las ideas divergentes, la interpretación subjetiva del ofendido puede constituir un insulto o una discriminación. Pero si pasamos la intencionalidad del hablante a la del oyente que se siente agraviado, entramos en el fangoso artilugio de la ofensa, que, como decía Coetzee, es el germen de todas las censuras.

Si la susceptibilidad se multiplica, las formas de ofenderse tienden a infinito, y el control social también. Crece el miedo a la cancelación y, en la cima de la cadena alimenticia del poder, el deseo de determinar lo que puede o no decirse. Avanza a paso redoblado el número de los colectivos que instalan términos ofensivos para que el resto de los mortales dejen de emplearlos. Es un barril sin fondo. El lenguaje siempre es un campo de batalla, y en él, el humor es un arma superpoderosa; sobre todo porque es la herramienta que logra sortear las restricciones de las élites.

Si Peris, Cavani o Enzo Fernández pertenecieran a alguna categoría privilegiada de la interseccionalidad, este problema no habría existido, nadie pide que se disculpe un miembro de la clase wokista, pueden decir lo que se les ocurra. La prohibición es para ciertos miembros de la sociedad (sindicados como opresores: varones, heterosexuales, blancos, etc) y no para otros. Peris, Cavani o Enzo Fernández aceptaron sumisamente la zasca (¿podían hacer otra cosa?) y las condiciones de interpretación que les impusieron los poderosos. Los guardianes de la moral woke siempre están atentos y toman cualquier episodio intrascendente para una nueva batalla, irrumpen en las redes, en los medios, en donde sea como Savonarolas drogados.

Peris, Cavani y Enzo Fernández ofrecieron sus disculpas y toleraron su suplicio, es su decisión individual inobjetable. Los custodios de la moral woke cometieron la canallada sincronizadamente, otra vez, y tristemente, lo que no era delito tuvo juicio sumarísimo y valió mucho más que las leyes.

No existen canciones, chistes o caricaturas capaces de matar. El totalitarismo mata, el humor no. Sin libertad de expresión y sin humor somos esclavos de los discursos despóticos. Si se permite que la ofensa sea el filtro, será la tiranía la encargada de trazar el límite con un solo propósito: evitar a la horda de ofendidos el esfuerzo de pensar.

«Todos se ofenden mutuamente porque es el paso previo a lo que casi todos quieren: ver preso al que piensa diferente, llamando ‘ofensa’ a la diferencia. Ya casi no queda libertad de expresión, y menos aún libertad religiosa, para los casos importantes, esto es, allí donde los paradigmas son verdaderamente diferentes». Gabriel Zanotti.

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