Fuente: vcsradio.net

Tras una larga y fructífera carrera, Liu Nanyuan se retiró a su pueblo natal para disfrutar de la tranquilidad. En la región donde vivía, un funcionario provincial era conocido por sus excesivas exigencias culinarias. Los funcionarios de menor rango temían sus visitas, pues nunca lograban satisfacer sus caprichos. Al enterarse de esto, Liu Nanyuan, antiguo maestro del funcionario, decidió intervenir.

Con astucia, Liu invitó al funcionario a cenar en su modesta casa, pretextando la ausencia de su esposa y la imposibilidad de preparar algo especial. A pesar de su protocolo, el funcionario se vio obligado a aceptar la invitación de su antiguo maestro.

El día de la cena, la espera se hizo larga. Cuando finalmente se sirvió la comida, solo había arroz y tofu. El funcionario, hambriento por la espera, devoró la sencilla comida. Liu y sus invitados, por su parte, comieron con moderación, disfrutando de tres platos de arroz cada uno. El funcionario provincial quedó tan saciado que no podía comer más.

En ese momento, Liu ordenó servir un banquete exquisito acompañado con excelentes vinos. La mesa se llenó de platos deliciosos, pero el funcionario, ya repleto, no pudo ni siquiera probar un bocado más. Liu insistió, pero el funcionario se vio obligado a declinar, reiterando su satisfacción.

Con una sonrisa, Liu Nanyuan le dijo: “¿Ves? No importa si la comida es elaborada o sencilla. Una vez saciados, incluso los manjares más exquisitos pierden su atractivo. La comida tiene un solo propósito: nutrirnos y aplacar el hambre. Solo las personas carentes de virtud exigen lujos culinarios, sin comprender que sus demandas sobrecargan a otros y les generan problemas innecesarios.

Profundamente conmovido por la lección de su antiguo maestro, el funcionario provincial abandonó sus exigencias desmedidas. Este acto de humildad y sabiduría de Liu Nanyuan no solo aliviaron la carga de los funcionarios menores, sino que también reforzaron la importancia de la sencillez y la moderación en la vida cotidiana.

Esta historia nos recuerda que la verdadera satisfacción no reside en los lujos, sino en la simplicidad y la moderación.

Nuestras acciones deben estar guiadas por la virtud, evitando las demandas excesivas que solo generan problemas.

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