Por MIGUEL DÍAZMDZOL

La campaña del “miedo” a la “ultraderecha” dio resultado en Francia: Agrupación Nacional, el partido nacionalista comandado por Marine Le Pen, sufrió un inesperado revés que lo relegó al tercer lugar en el balotaje de este domingo. Sin embargo, la otra gran noticia es que, producto de una extraña alianza a último momento con los centristas del presidente Emmanuel Macron, quien resultó ganador de la elección es el Nuevo Frente Popular (NFP), un conglomerado de fuerzas de izquierdas, que abarca socialistas, comunistas, ecologistas y trotskistas.

Si el nuevo escenario que se empieza a vislumbrar en el país galo le resulta desconcertante al lector, entonces agárrese del asiento, porque los comicios de este domingo fueron legislativos, es decir, que terminaron de definir los 577 diputados que conformarán la Asamblea Nacional. Pero ningún frente alcanzó la mayoría relativa (ni mucho menos absoluta), que es la que tiene que escoger al nuevo primer ministro.

La pregunta del millón, entonces, es: ¿Quién será el próximo primer ministro?

Cabe señalar que el primer ministro es quien conformará el nuevo gobierno que, a su vez, encabezará el presidente Macron (quien tiene mandato hasta el 2027 y cuyo partido Renacimiento habría quedado como segunda fuerza en el Congreso).

En otras palabras, los programas impulsados por el nuevo gobierno “chocarían” con la mirada del titular del Palacio del Elíseo. ¿Cómo funcionaría esto en términos prácticos? Aún es un enigma porque, en concreto, dependerá, en buena parte, de quién será el próximo primer ministro.

Jean-Luc Mélenchon, líder del partido de extrema izquierda Francia Insumisa, que conforma el NFP, lo dejó claro en cuanto aparecieron los primeros boca de urna: el próximo primer ministro tiene que ser de izquierda. ¿Podría ser un comunista el primer ministro de Macron? ¿O un trotskista? ¿O un ecologista?

En este marco, es esperable que en las negociaciones se opte por un socialista moderado (el Partido Socialista del expresidente François Hollande forma parte del NFP). Aunque nada está asegurado.

Según las primeras proyecciones, el izquierdista NFP alcanzaría entre 172 y 215 escaños. Le seguiría la fuerza oficialista de Macron, que obtendría entre 150 y 180 bancas y en tercer lugar RN de Le Pen, que junto a sus aliados obtendría entre 115 y 155.

Estos resultados son considerablemente diferentes a los del domingo pasado, cuando tuvo lugar la primera vuelta y en donde se consagró el partido nacionalista de Le Pen como ganador.

¿Qué pasó en esta semana para que cambiarán las preferencias electorales? Se dieron dos hechos que están intrínsecamente relacionados. Por un lado, una campaña mediático-política en contra de RN. La consigna era básicamente: “Hay que detener a cualquier precio que la ultraderecha llegue al poder”. En base a ello, se forjó un peculiar acuerdo entre los centristas de Macron con la izquierda de Mélenchon: ambas fuerzas retiraron a más de 200 candidatos en el balotaje.

De esta manera, en muchas circunscripciones donde competían tres candidatos (uno perteneciente a Le Pen y dos a los bandos que conformaron el acuerdo), el que había obtenido menos votos se “bajó” para no dispersar el voto y ganarle a RN. La estrategia evidentemente dio resultado.

Sin embargo, tal como adelantó Le Pen (que dijo que de esta forma “quieren conservar el poder” a cualquier precio), ahora llegó el momento de gobernar. Entonces, ¿cómo harán para ponerse de acuerdo fuerzas políticas cuyos ejes programáticos son tan disímiles?

Lo primero que dejó en claro Mélenchon al conocerse los resultados es que rechazará cualquier negociación con la coalición de Macron. En otras palabras, el acuerdo valió solo para el balotaje. Es más, el líder de izquierda contestataria dijo que los resultados “confirman la derrota del presidente y de su coalición” y le pidió que “no intente escapar de esa derrota con subterfugios”.

De cara a lo que viene, aseguró que el gobierno “tiene que aplicar su programa y solo su programa”, en referencia al FNP.

Pero, ¿qué propone el FNP? Es esencialmente un programa de izquierda ecologista: aumentar el salario mínimo, dejar sin efecto la reforma jubilatoria del gobierno de Macron -que extendió los años de aportes y la edad mínima para jubilarse-, e ir para atrás con la reforma de los seguros de desempleo y de seguridad social del gobierno. Además aparecen las famosas “políticas de redistribución de la riqueza” y el impulso de políticas “verdes” en el sector energético.

En cuanto a la inmigración descontrolada proveniente de la África islámica, la izquierda la ha defendido e incluso ha tratado de “xenófoba” a la agrupación de Le Pen por poner el foco en este sector y particularmente por culparlo del aumento de la inseguridad en Francia.

En política exterior, la izquierda de Mélenchon tiene una mirada muy distinta a la de Macron: sobre todo con respecto a la Unión Europea y al conflicto en la Franja de Gaza. Sin embargo, en este ítem la última palabra la seguirá teniendo el Presidente de la República Francesa.

Por último, y no por eso menos importante, al menos Francia Insumisa tiene proyectado la convocatoria a una asamblea constituyente que sería la encargada de redactar la constitución de una Sexta República para Francia (obviamente, desde la óptica de la izquierda radical).

Cabe resaltar que, según coinciden la mayoría de los analistas franceses, las principales demandas de los votantes se centran en la economía (el encarecimiento del costo de vida) y la inseguridad -proveniente de la inmigración ilegal-. A juzgar por sus propuestas, un eventual gobierno de la izquierda de Mélenchon solo agravaría estos problemas.

Volviendo a las opciones que se barajan para conformar el nuevo gobierno, otra posibilidad es que, dado que ningún frente ha alcanzado la mayoría en la Asamblea Nacional, se incline por un gobierno de carácter “técnico”, conformado por expertos sin afiliación política (al estilo de Draghi en Italia en 2021-2022).

Un tercer escenario que se podría abrir es la negociación de Macron con la centroderecha encarnada por Los Republicanos, que habría obtenido entre 35 y 67 bancas. Pero, este sector, a su vez, está dividido, porque una parte, comandada por su líder Éric Ciotti, había deslizado la posibilidad de acordar con Le Pen, lo que provocó la ruptura de la fuerza. Por ende, habría que contar banca por banca a ver si se alcanza una mayoría entre ambas formaciones y otros aliados minoritarios.

En cualquiera de los escenarios planteados, es evidente que el presidente Macron quedará muy debilitado para llevar a cabo su gobierno en adelante. Por eso, si bien tiene mandato hasta 2027, no se descarta que pueda adelantar elecciones tan pronto como el año que viene.

A la luz de los hechos, ya sea desde lo programático -con propuestas de izquierda radical que sólo agravarían los problemas que enfrentan los francesas- como desde lo político -con un primer ministro ideológicamente diferente al presidente o un gobierno paralizado-, todo parece indicar que Francia se enfrenta a un futuro próximo incierto. Mientras tanto, hasta que alguien agarre con fuerza el timón en París, el país galo navegará a la deriva.

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