Por Gabriela MorenoPanampost

En su afán por controlar a la población, el régimen comunista de Xi Jinping ha decidido bloquear y cerrar las cuentas de influencers que exhiben su alto poder adquisitivo en redes sociales. Esta medida busca evitar la propagación de empleos que no sirven al ideal del trabajo propagado por décadas dentro del Partido Comunista Chino (PCCh). Tanto lo trivial como lo profundo incomodan al régimen, y hablar de productos de marcas reconocidas ahora está prohibido.

Entre los afectados en China destaca Wang Hongquan, un joven apodado “Kim Kardashian” por su lujoso estilo de vida. El creador de contenido perdió sus más de 4,3 millones de seguidores en Douyin, el nombre de TikTok en este país, por declarar que en cada una de sus salidas “lleva encima una cantidad de dinero de ocho cifras”. Su tendencia a adquirir múltiples propiedades y vehículos de lujo, como Rolls-Royce, son “extravagancias” intolerables para Xi Jinping.

Por ello, la compañía Weibo que remplaza X en el país asiático, junto a las plataformas de videos Bilibili y Kuaishou ya comenzaron a vetar a usuarios cuyos contenidos promueven, en opinión de este régimen,  “valores negativos” como “el derroche y la ostentación”. Sin embargo, la medida no sólo es parte de una escalada de la censura sino un mecanismo de mayor presión y estrategia, cuando uno de cada cinco jóvenes está desempleado en la nación asiática.

Filtros y control

La apatía y desánimo por un empleo formal entre quienes tienen de 16 a 24 años en China impulsó, en primer lugar, el veto en las redes sociales y ahora recrudece, con el fin controlar los contenido e interacciones de los influencers en China, a través de las plataformas autorizadas por el Estado.

De esa forma, el régimen de Xi Jinping reprime la libertad de expresión y castiga a los jóvenes de brazos caídos impresionados por casos como el de la influencer Zheng Xiang Xiang, quien durante los Black Friday, logra facturar más de 13 millones de dólares.

En esta ocasión, la orden del mandatario a las compañías incluye bloquear a quienes promueven la “creación de tramas de ayuda a grupos desfavorecidos” para “explotar la solidaridad de la audiencia”, “la ostentación de riqueza”, “el culto al materialismo” y “la indulgencia en el lujo”.

La Administración del Ciberespacio en China ejecuta la disposición que forma parte de la normativa establecida hace dos años para vigilar y revisar los contenidos antes de que su publicación. Sobre los streamers pesaba la prohibición de “mostrar un estilo de vida extravagante, como mostrar productos de lujo y dinero en efectivo”, Incluso, la ley determina que ninguna celebridad puede cobrar más del 40 % de la producción para la cual trabaje  para «disminuir la desigualdad» en el país.

Desesperación económica

En la administración de Xi hay desesperación por el aumento del poder de los influencers en China. El auge del desempleo juvenil condujo al régimen a manipular las cifras para contener la incertidumbre que añaden a la economía de la nación el colapso inmobiliario, la guerra comercial con Estados Unidos y la baja en el consumo interno.

De 21,3 % a 15 % pasó la estadística en los últimos seis meses, pero el “reajuste” en los cálculos se basa, principalmente, en un cambio en la forma de incluir a los estudiantes en el cómputo total.

“Hay bastante oscuridad”, aseguró, a su vez, Duncan Wrigley, quien funge como economista jefe para China de Pantheon Macroeconomics en Londres, en declaraciones que dio al diario estadounidense Wall Street Journal. Asimismo,  recalcó que “no han dado suficiente información para evaluar (el cómputo) realmente”, mientras que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tiene estándares estadísticos para calcular las cifras de desempleo juvenil y establece que excluir a los estudiantes del cálculo no está dentro de sus estándares.

En medio del panorama, la agencia calificadora Fitch rebajó a “negativa” la perspectiva de deuda soberana, al advertir de “crecientes riesgos para las finanzas públicas chinas”. Si bien Xi Jinping anunció una serie de medidas y la emisión de bonos soberanos para impulsar el gasto en infraestructuras y el consumo, el escepticismo prevalece.

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