Fuente: Panam Post

Por Arturo McFields Yescas

La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas es tajante, las sedes diplomáticas son inviolables. Dicho esto, ninguna embajada debería ser guarida de criminales, inmiscuirse en asuntos internos y pisotear las leyes y fallos judiciales del país de acogida.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), violó la Convención de Asilo Diplomático de 1954. El artículo 3 establece que: “No es lícito conceder asilo a personas que al tiempo de solicitarlo se encuentren inculpadas o procesadas en forma ante tribunales ordinarios competentes y por delitos comunes o estén condenadas por tales delitos”.

El gobierno de Ecuador también cayó en la trampa. Ingresó a la embajada de México para capturar al exvicepresidente Jorge Glas, condenado por delitos comunes y no políticos. Pese a esto, las embajadas son territorio soberano protegidas por la Convención de Viena.

La dictadura de Cuba fue una de las primeras en condenar la situación en la embajada de México en Quito. Sin embargo, nadie olvida que en 1981 la tiranía de Fidel Castro invadió con violencia bruta la embajada de Ecuador en La Habana para cazar a disidentes. Hipocresía total.

El tirano de Nicaragua, Daniel Ortega, fue más allá y rompió relaciones con Ecuador. En 2009 el régimen lanzó morteros contra la embajada de Estados Unidos, en 2021 asaltaron y confiscaron la embajada de Taiwán y en 2022 la sede de la OEA. La “izquierda” enmudeció.

Daniel Ortega también ha dado “asilo” a un centenar de terroristas, narcotraficantes, exmiembros de las FARC y hasta expresidentes acusados de corrupción. Aquí no hay derecho internacional que valga ni condena que se escuche.

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) convocó a una reunión de emergencia para condenar a Ecuador. Esa misma Celac no ha querido repudiar los asesinatos y más de 1.400 presos políticos que suman Cuba, Nicaragua y Venezuela.

La lucha contra el narcotráfico es una víctima inmediata de la ruptura de relaciones entre Ecuador y México. Dos carteles de ese país controlan el mercado de drogas en Ecuador. Ahora la cooperación bilateral en seguridad e inteligencia ha sido sepultada bajo tierra.

El actual gobierno de México ha sido un defensor enfermizo y sumiso de dictadores como Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales y Miguel Díaz-Canel. Su política exterior ha metido a México en conflictos diplomáticos innecesarios y vergonzosos incluso con Perú y Argentina.

México y la dictadura de Nicaragua han abusado del asilo diplomático a diestra y siniestra. Sus acciones para proteger criminales y delincuentes abren un debate obligado respecto a la Convención de Viena y el uso indebido de sedes diplomáticas.

Tras el conflicto Ecuador – México, Latinoamérica se vuelve un teatro ideológico. Ya no se habla de seguridad, comercio, democracia y derechos humanos. La orden del día son los insultos y los ataques a los adversarios políticos. Lamentable.

Mientras las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela gozan de la impunidad total. México, Brasil y Colombia apuntan sus cañones para condenar al gobierno de derecha de Ecuador. Serán implacables en su defensa selectiva de las leyes y el derecho internacional. Una batalla en la que no hay ganadores.

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