Fuente: Informe Orwell

Por Emmanuel Rincon

Teoría de conspiración, mentiras de la ultraderecha, desinformación… La izquierda y su imperio mediático han logrado crear toda una serie de narrativas para intentar desvirtuar la realidad, pese a que la evidencia se pasea desnuda frente a nuestros ojos. Mientras que gobierne la izquierda, no importa la latitud, el país, el nivel de desarrollo económico o la fortaleza de las instituciones, si algo encontramos en común, es que la realidad es la que vemos en los medios tradicionales, y no la que interpreten nuestros propios cerebros, y si usted se atreve a desafiarlo, entonces usted es un extremista o un teórico de la conspiración.

En el año 1966 los sociólogos marxistas, Richard Cloward y Frances Fox Piven desarrollaron una teoría con la que ellos concebían se podía destrozar el sistema capitalista de Estados Unidos y finalmente crear un paraíso socialista en la primera potencia del mundo, ese guion, en aquel entonces totalmente impesando de aplicar en el país de las libertades, parece ser el que la Administración Biden aplica al pie de la letra en el presente.

Cloward y Piven eran profesores radicales de izquierdas de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Columbia y en la década del 60 publicaron un ensayo en la revista progresista “The Nation” titulado: «El peso de los pobres: una estrategia para acabar con la pobreza«, y por supuesto, su “estrategia” para acabar con la pobreza, era la mágica fórmula de quitarle a unos para darle a otros, pero para poder lograr esto primero había que llevar a cabo una misión fundamental: destrozar el sistema capitalista desde adentro.

Los activistas embestidos de académicos comprendían que el Partido Demócrata era su único vehículo para lograr esta transición, por tanto, su estrategia consistía en obligar al Partido Demócrata que suscribiera totalmente sus políticas radicales que consistían en abarrotar la burocracia estatal, inscribir un número de beneficiarios en programas sociales insostenible, implosionar el sistema desde adentro, y según ellos, así permitir el nacimiento de un nuevo sistema “más justo y equitativo”.

Cloward y Piven escribieron: “La estrategia se basa en el hecho de que existe una vasta discrepancia entre los beneficios a los que las personas tienen derecho según los programas de bienestar público y las sumas que realmente reciben. Esta brecha no es reconocida en una sociedad que está completamente orientada hacia sacar a las personas de los registros de bienestar. Es ampliamente conocido, por ejemplo, que casi 8 millones de personas (la mitad de ellas blancas) ahora subsisten con el bienestar, pero no se sabe generalmente que por cada persona en los registros, probablemente al menos una más cumpla con los criterios de elegibilidad existentes pero no esté recibiendo asistencia.

La discrepancia no es un accidente derivado de la ineficiencia burocrática; más bien, es una característica integral del sistema de bienestar que, si se cuestionara, precipitaría una profunda crisis financiera y política. La fuerza para ese desafío, y la estrategia que proponemos, es un impulso masivo para reclutar a los pobres en los registros de bienestar.

Una serie de impulsos de bienestar en grandes ciudades, creemos, impulsarían la acción sobre un nuevo programa federal para distribuir ingresos, eliminando el presente sistema de bienestar público y aliviando la abyecta pobreza que perpetra. Las campañas generalizadas para registrar a los pobres elegibles para recibir ayuda del bienestar, y para ayudar a los beneficiarios existentes a obtener todos sus beneficios, producirían una interrupción burocrática en las agencias de bienestar y una interrupción fiscal en los gobiernos locales y estatales. Estas interrupciones generarían tensiones políticas severas y profundizarían las divisiones existentes entre elementos en la coalición democrática de las grandes ciudades: la clase media blanca restante, los grupos étnicos de clase trabajadora blanca y la creciente minoría pobre. Para evitar un debilitamiento adicional de esa coalición histórica, una administración demócrata nacional se vería obligada a avanzar en una solución federal a la pobreza que anule los fallos de bienestar local, los conflictos de clase y raza locales y los dilemas de ingresos locales. A través de la interrupción interna de las prácticas burocráticas locales, por el furor sobre la pobreza del bienestar público y por el colapso de los arreglos de financiamiento actuales, se pueden generar fuerzas poderosas para importantes reformas económicas a nivel nacional.

El objetivo final de esta estrategia, eliminar la pobreza mediante el establecimiento de un ingreso anual garantizado”.

La lógica detrás de la «Estrategia Cloward-Piven», es que se debe acelerar la caída del sistema de bienestar actual, pues esto obligaría al gobierno a asumir medidas más drásticas que fomenten un nuevo sistema de bienestar más robusto y liderado por el gobierno federal, conduciendo a una mayor redistribución de la riqueza.

“La defensa debe complementarse con manifestaciones organizadas para crear un clima de militancia que supere las actitudes inmovilizadoras que muchos beneficiarios potenciales tienen hacia el hecho de «recibir asistencia social». En un clima así, es probable que muchos más pobres se conviertan en sus propios defensores y no necesiten depender de la ayuda de los organizadores.

A medida que se desarrolle la crisis, será importante utilizar los medios de comunicación para informar a la comunidad liberal en general sobre las ineficiencias e injusticias de la asistencia social. Por ejemplo, el sistema no podrá tramitar a muchos nuevos solicitantes debido a los engorrosos y a menudo inconstitucionales procedimientos de investigación (que cuestan 20 céntimos por cada dólar desembolsado). A medida que aumentan los retrasos, también debería hacerlo la demanda pública de que una declaración jurada simplificada suplante estos procedimientos, para que los pobres puedan certificar su condición. Si el sistema reacciona dificultando la prueba de elegibilidad, se debe exigir que el Departamento de Salud, Educación y Bienestar envíe «registradores de elegibilidad» para hacer cumplir los estatutos federales que rigen los programas locales. Y a lo largo de la crisis, deben utilizarse los medios de comunicación para promover argumentos a favor de un nuevo programa federal de distribución de ingresos”.

¿Les suena algo de esto familiar? Repentinamente la Administración Biden ha permitido el ingreso de millones de migrantes ilegales, más de 7 millones durante su gobierno para ser exactos. Los programas tanto federales como locales de ayuda ya se encuentran colapsados, el dinero de los contribuyentes está siendo dirigido a cubrir la alimentación y hospedaje de ilegales, mientras que los estadounidenses luchan para llegar a fin de mes y pagar sus impuestos.

Por si fuera poco, la Administración Biden se ha peleado con el estado de Texas por pasar una legislación que permite arrestar a quienes ingreses ilegalmente a su territorio a través de la frontera. Los demócratas decían que era una legislación “discriminante” y básicamente pedía que Texas bajara sus defensas. La Corte Suprema de EEUU finalmente falló a favor de Texas y determinó que los estados tienen el derecho a defenderse ante lo que ha denominado el máximo tribunal como una “invasión”.  

Suena perverso y casi irreal, pero, todo lo hecho por la Administración Biden, parece seguir al pie de la letra lo planteado por los activistas marxistas del siglo pasado, que buscaban destrozar el sistema capitalista en EEUU e implantar un régimen socialista en el país.

¿Despertará Estados Unidos o permitirán que la primera potencia caiga de rodillas ante la ideología más empobrecedora y asesina de la historia? Por el bien de Occidente, Estados Unidos y la humanidad, esperemos que este no sea el caso y triunfe la libertad, el capitalismo y el sentido común.

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