Fuente: Derecha Diario

La llegada de inversión extranjera directa en China está sufriendo una situación de colapso, probablemente la detención súbita de capitales más grande que haya vivido el gigante asiático desde el inicio del período de reformas.

Solamente en 2023 la llegada de capital inversor se desplomó un 82% con respecto a 2022, totalizando a duras penas los US$ 33.000 millones de dólares frente a los US$ 350.000 millones del período precedente. Nunca antes se había registrado una caída de semejante calibre. El derrumbe se acentuó especialmente desde el tercer trimestre del año pasado, y desde entonces no logró recuperarse.

La política económica del régimen de Xi Jinping es abiertamente responsable de la debacle económica. A diferencia de sus predecesores, el liderazgo de Xi está revirtiendo el proceso de liberalización y modernización de la economía china. 

El mercado cambiario jamás se liberalizó como China había prometido al momento de su ingreso en la OMC en el año 2000, y los controles sobre la salida de capitales se acrecentaron, con lo cual los inversores tienen menos garantías de poder retirar su dinero del país.

La mayor parte de los países que todavía aplican controles de capitales lo hacen exclusivamente sobre la entrada, ya que de esta manera logran amortiguar el efecto de ingresos transitorios e inestables. Pero China aplica la política opuesta.

La creciente participación de las empresas estatales chinas en todos los mercados también refleja la falta de dinamismo del sector privado en el país. La economía avanza nuevamente hacia el dirigismo centralizado del cual alguna vez salió.

Por otra parte, el creciente riesgo geopolítico en el cual incurrió el régimen de Xi Jinping espanta a los inversores. La dictadura china amenaza con una invasión abierta sobre la isla de Taiwán, uno de los principales exportadores de chips y baterías a nivel mundial.

La tasa de crecimiento de China cayó a los niveles más bajos de los últimos 40 años. Desde 2021, la expansión anual de este país cayó sistemáticamente por debajo de la de India, y las proyecciones hacia el futuro anticipan que la tendencia no hará más que profundizarse.

Se espera que la India pueda mantener un ritmo de crecimiento anual en torno al 6,2% por lo menos hasta 2028 (según estimaciones del FMI), mientras que la tasa de crecimiento de China convergería a las que hoy tiene Europa para aquel año. Las famosas “tasas chinas” están completamente desaparecidas.

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