Fuente: Minghui.org

(Continúa de Parte 2)

3) En mitad de la noche atraviesa las murallas de la ciudad y entra a las montañas para cultivarse y aprender

El príncipe tenía 19 años, debido a que la concubina Yasodhara ya estaba embarazada, era demasiado confortar a su padre el Rey, y notificarle que estaba determinado a abandonar el hogar. No quería que el Rey llorara. El príncipe le habló así: “Si no quieres que abandone el hogar también es posible, siempre y cuando el Rey me asegure cuatro cosas: Primera, no envejecer, segunda, no enfermar, tercera, no morir, cuarta, no separarme. En ese caso de ninguna manera abandonaré el hogar. Esos son arrepentimientos que absolutamente ninguna persona en el mundo puede evitar, ¿cómo podría el Rey Suddodhana garantizarlo y hacerlo posible?”

Preocupado, lo único que podía hacer era vigilar estrictamente al príncipe, afuera envió quinientos guerreros para que guardaran estrictamente las cuatro puertas de la ciudad, todas las puertas del palacio se cerraron fuertemente, dentro instruyeron a las concubinas y a las doncellas para que día y noche se dividieran en grupos y acompañaran al príncipe, que cantaran, bailaran, lo divirtieran, y que no se apartaran de él.

Sin embargo, cómo podían detener la aspiración del príncipe de salir del hogar, no fue hasta que llegó la ocasión, que llevó a cabo su plan. En mitad de la noche del 8 de febrero, la luna brillaba, el príncipe se levantó, y vio que muchas doncellas dormían profundamente como personas de madera, les caía saliva de la boca y les goteaba la nariz, no podía soportar esa suciedad; viendo a través de esta bolsa de piel que es el cuerpo humano, por dentro está lleno de excrementos y orina, y sangre concentrada. En el corazón del príncipe nació la repulsión, la extraña gente del mundo aún así ‘¡en esta congregación sucia son impulsivamente codiciosos y lujuriosos!’.

El príncipe despertó al mozo de cuadra que se llamaba Chandaka, para que montara al corcel Kanthaka. Chandaka gritó sonoramente, queriendo alertar a la gente del palacio, pero fue en vano ya que toda la gente del palacio roncaba y no despertaban. Chandaka no tuvo más remedio que tirar de Kanthaka. El príncipe montó sobre el corcel, y en voz alta gritó: “Voy a aprender la Vía para abandonar el hogar de los muchos fo. Tengo el respaldo de los dioses del Cielo, voy a pasar por la puerta norte y salir de la ciudad”. El príncipe juró: “Si no puedo entender claramente la vida y la muerte, nunca regresaré al palacio; si no puedo convertirme en fo o dao, nunca regresaré a ver a mi padre el Rey”. Cuando acabó de decir este juramento, ¡todo el Cielo lo admiraba! El príncipe salió de la ciudad y se dirigió hacia el este, cuando llegó el amanecer, llegó a los bosques profundos del río Abami, era justamente donde estaban los baga que soportaban penalidades.

Aquí las montañas y los bosques eran densos y exuberantes, había silencio y no se oía un ruido, el príncipe estaba contento en el corazón, así que se detuvo y bajó, ordenó a Chandaka que tirara del caballo y regresara al palacio. Chandaka arrodillándose y llorando no estaba dispuesto a regresar solo, incluso ese caballo blanco, Kanthaka, también dobló sus rodillas y derramando lágrimas comenzó a relinchar. El príncipe le aconsejó: Ya he llegado al lugar al que quería ir, monta en el caballo y regresa al palacio. Te entregaré la tela de perlas, y el sombrero con collares de piedras preciosas, para que los lleves de vuelta al palacio, y presentes mis respetos a mi padre el Rey. Pide por favor a mi padre el Rey, a mi tía, y a las concubinas que no se aflijan demasiado por mí. Si estuviera en el palacio, cómo podría no morir, al final tenemos que separarnos; además después de morir, nunca más nos volveremos a ver. Hoy he venido a aprender la vía para desprenderme del nacimiento, envejecimiento, enfermedad y muerte, solo entonces podrá no haber nunca más separación. Ve a consolar a mi padre el Rey por mí, después de que obtenga el Dao, regresaré a salvar al mundo; en ese tiempo volveré y me reuniré con mi padre el Rey.

Chandaka llorando dijo así: “El príncipe creció en el profundo palacio, vivía con paz, riqueza, honor, y gloria, hoy ha venido a las montañas y bosques, y junto con los temibles arbustos espinosos, insectos y bestias, ¿cómo puede soportar tener que vivir en este sufrimiento, desgracia, peligro y dificultad?”. El príncipe dijo: “Cuando estaba en el palacio, aunque podía evitar los arbustos espinosos visibles, sin embargo no podía evitar el envejecimiento, enfermedad, muerte y sufrimiento, arbustos espinosos invisibles; ese mundo perecedero y cambiante, es justamente donde se encuentra el sufrimiento, la desgracia, el peligro y la dificultad. Hoy quiero desprenderme del envejecimiento, la enfermedad, la muerte, y el sufrimiento, ¡y obtener paz y felicidad eternas y reales! Acabó de hablar, y arrojó su enjoyada corona, sacó la espada de doble filo que llevaba, y con una mano se cortó el pelo, y emitió el siguiente deseo: “Yo ahora de acuerdo con el Fa de todos los fo, me afeito el pelo de la cabeza; y deseo eliminar las aflicciones que obstaculizan a todos los seres conscientes”. En ese momento vino un cazador, llevaba puesta una kasaya, en las manos sostenía un arco y flechas.

El príncipe preguntó: “Ustedes las personas que cazan, ¿porque visten una kasaya?”. El cazador dijo: “Esta es la vestimenta de Fa de los antiguos fo, vestimos esto, para hacer creer a las bestias salvajes que somos gente compasiva que no mata, así se acercarán más, y entonces será más fácil atraparlos. El príncipe dijo: “Ahora carezco de una kasaya, me gustaría intercambiar contigo las espléndidas ropas que llevo por esta kasaya”. Ese cazador lo escuchó, y se quitó muy alegre y rápidamente la kasaya, y la intercambió con el príncipe. El príncipe al intercambiar esa prenda del Fa silenciosa y tranquila logró la apariencia de un monje. Chandaka sabía que era imposible recuperarlo, y solo pudo llorar amargamente y regresar.

4) Enviados reales salen en su búsqueda para convencerlo

Una vez que el príncipe ya había enviado a Chandaka de regreso al palacio, él solo seguro de sí mismo entró en el bosque, en busca de la vía para liberarse del nacimiento, vejez, enfermedad y muerte. Caminando y caminando vio a algunos ascetas, ellos usaban la corteza y las hojas de los árboles, la hierba etc., como ropa, no comían la comida del mundo cocinada, solo comían las frutas de los árboles; tomaban venerar al agua, al fuego, al sol y a la luna, y al cielo como su tarea, o un día comían una vez, o en dos o tres días comían una vez, ayunando, o dormían sobre zarzas o sobre la tierra polvorienta, o dormían al lado del agua o del fuego. Todas eran esas cultivaciones ciegas y prácticas sin fundamento, sin beneficio y sin conciencia. El príncipe sabía que esta no era de ninguna manera la vía del despertar genuina para la liberación. Por lo tanto continuó dirigiéndose hacia el norte.

Volviendo a lo que sucedía en el palacio: A la mañana la gente del palacio despertó, no vieron al príncipe, y tampoco vieron al mozo de la cuadra Chandaka ni al corcel Kanthaka, sabían que el príncipe ya había atravesado las murallas de la ciudad y se había ido. Por lo tanto, toda la familia del palacio junta gritaba ruidosamente, lloraban y se lamentaban, especialmente el Rey Suddhodana y su tía Mahaprajapati, la concubina Yashodara, se desmayaron por la tristeza.

Cuando Chandaka regresó tirando del caballo, todos fueron a reprenderlo. Chandaka había hecho gran ruido llorando pero la gente del palacio no despertó, y en el camino no pudo tratar con la situación. El príncipe tenía palabras de consuelo para cada uno, las contó de una vez, y las joyas que se quitó el príncipe, se las entregó respetuosamente al gran Rey, a su tía, y a la concubina. Todos conocían la aspiración del príncipe, no era algo que la fuerza humana pudiera recuperar, así que tampoco regañaron a Chandaka. El Rey Suddodhana por un lado le dijo a la concubina Yashodara, que cuidara bien de su cuerpo, para proteger el embrión, que no se apenara demasiado, ya que afectaría al crecimiento del embrión. Por otro lado por el sentimiento hacia su querido hijo, quería salir en persona para buscar al príncipe. Las tropas del Rey y el canciller lo escucharon, y apresuradamente fueron juntos a aconsejar al gran Rey, estaban dispuestos a ir a buscar al príncipe en el lugar que estuviera y traerlo de vuelta.

El rey Suddodhana también aceptó, y de inmediato emitió la orden a las tropas reales y al canciller de que marcharan veloces a buscar al príncipe y traerlo de regreso. Estos dos enviados reales recibieron el edicto real, y dirigieron a una multitud de personas, sin detener los caballos y fustigándolos. La búsqueda les hizo llegar al bosque donde los inmortales baga soportan penalidades, se introdujeron en el bosque, y vieron a los inmortales, entonces preguntaron por el paradero del príncipe. El sacerdote dao dijo: “El príncipe debido a que no estaba satisfecho con el Dao que nosotros cultivamos, fue hacia el norte para preguntar por el inmortal Alara”. Cuando los ministros lo escucharon inmediatamente se despidieron y salieron del bosque, sin escatimar esfuerzos, se dirigieron a toda velocidad hacia el norte. Nada más llegar a la mitad del camino, se encontraron con el príncipe, sentado bajo un gran árbol, el rostro extremadamente sereno y sentado en la posición de loto. Los dos enviados reales mandaron a un cortesano, que se acercó respetuosamente, hizo un gesto de reverencia hacia el príncipe, se sentó a un lado, y una vez completado su saludo, le contó al príncipe la situación del palacio, y le aconsejó que regresara.

El príncipe no contestó de inmediato, se dirigió hacia ellos y les habló del sufrimiento del nacimiento, envejecimiento, enfermedad y muerte en el mundo humano. Sin encontrar el camino de la liberación, no regresaría de ningún modo al palacio. El canciller dijo: “Las palabras del príncipe, ciertamente no son incorrectas, sin embargo cultivar el Dao tampoco es necesario hacerlo en las montañas y bosques. Después de regresar al palacio, también podrás cultivar el Dao”. El príncipe dijo: “Comencé esta tarea con esfuerzo, debo cultivarme en las montañas y bosques. Por favor, vuelve y dile a mi padre el Rey, que si no me cultivo y obtengo el Dao, ¡de ningún modo regresaré!”. Diciendo esto, entonces se despidió y se levantó, y se dirigió ágilmente hacia el norte. Los dos enviados reales no tuvieron forma de recuperarlo. Abatidos regresaron a dar cuenta al gran Rey.

(Continuará)

Envía tu comentario

Subscribe
Notify of
guest
0 Comentarios
Más antiguos
Recientes
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios

Últimas