Fuente: Informe Orwell
Por Emmanuel Rincon
Desde hace décadas venimos escuchando a grupos conservadores y políticos alertar sobre presuntas amenazas por parte de la izquierda contra la institución de la familia, la mayor parte de estas aseveraciones se acentuaron en una época donde los derechos de los homosexuales todavía eran ampliamente reprimidos, y algunos grupos, liderados por la iglesia, consideraban el matrimonio entre personas del mismo sexo una amenaza para la sociedad, la religión y la institución de la familia.
Con el paso de los años la aceptación de la homosexualidad en las sociedades modernas ha permitido que diversas naciones legislen a favor del matrimonio civil entre parejas del mismo sexo, una de las causas defendidas mayoritariamente por activistas de izquierda —con la cual estoy absolutamente de acuerdo, dos personas mayores de edad deberían ser libres de escoger con quien se unen legalmente—, sin embargo, lamentablemente la flexibilización de las leyes a favor de homosexuales, rompió la Ventana de Overton para que grupos LGBTQ intentaran desplazar todavía más el activismo hacia supuestos derechos y lo que anteriormente era una lucha por igualdad, terminó transformada en una lucha por privilegios exclusivos y discriminación positiva.
Diversos activistas y escritores homosexuales (conservadores), como es el caso del británico Douglas Murray o el estadounidense Dave Rubin, han criticado las supuestas luchas del colectivo LGBTQ, y han determinado que su activismo en lugar de beneficiar a los homosexuales, han entorpecido la lucha y los derechos ganados en las últimas décadas.
Murray, por ejemplo, en su libro The Madness of Crowds: Gender, Race and Identity, alega que la comunidad LGBTQ se encuentra actualmente en una encrucijada, debido a la aparición de las nuevas tendencias de género y la incorporación de nuevas minorías en la causa.
El escritor británico explica que una buena parte de la población homosexual tan solo quiere tener una vida normal e incorporarse a la sociedad como un igual, sin embargo, los queers, transexuales y demás, no consideran que deban adaptarse a la sociedad, sino que la sociedad debe adaptarse a sus comportamientos estrafalarios y peculiares. A raíz de esto hemos visto la cada vez mayor penetración de las teorías de género en las escuelas americanas, y el activismo queer, que, lejos de estar dirigido a un público adulto, se ha colado en las aulas de clase, canales de televisión infantiles, y demás, creando fuertes reacciones en contra por parte de padres consternados.
Debido a esto, la sociedad está cada vez más dividida sobre la permisividad con la que actúan ciertos grupos LGBTQ, y a su vez, algunos homosexuales sienten que esta agenda extremista, lejos de beneficiarlos, les está perjudicando gravemente.
Según una encuesta de Gallup, de junio del 2021, el 70 % de los americanos aprueba el matrimonio entre personas del mismo sexo, incluso, la mayoría de personas afiliadas al Partido Republicano (conservador), también aprueban el matrimonio homosexual; hay realmente un consenso generalizado, principalmente en las nuevas generaciones, de plena aceptación a las relaciones entre personas del mismo sexo, sin embargo, los activistas LGBTQ están yendo mucho más allá, sumando grupos y peticiones radicales a sus protestas.
El índice de aceptación acelerada que publica anualmente GLAAD, indica que en el 2021 las personas de la comunidad LGBTQ experimentaron mayor discriminación que el año anterior, y algunas otras encuestas también determinan que el rechazo hacia la terminología LGBTQ y sus integrantes ha aumentado en los últimos años; sin embargo, los grupos activistas lejos de razonar que probablemente esto se debe a que están yendo demasiado lejos, culpan a toda persona que haga una mínima critica al movimiento de homofóbico, transfóbico, racista, o fascista.
La ideología de género está haciendo mella en la población, por ello, las escuelas de Estados Unidos se han convertido en el nuevo campo de batalla política entre republicanos y demócratas, con los primeros argumentando que el Estado no debería pasar por encima de los padres al meter en los pensum académicos temas sexuales, y los demócratas argumentando que es el Estado el que debe decidir sobre la educación de los niños; de hecho, la vicepresidente demócrata, Kamala Harris, en declaraciones del 23 de mayo del 2022, aseguró que: «Cuando hablamos de los hijos de la comunidad, son hijos de la comunidad», desafiando a los conservadores que luchan por mantener la potestad sobre la educación de los niños.
Son diversos los activistas progresistas y periodistas que han intentado establecer esta narrativa. La presentadora de la MSNBC, Melissa Harris-Perry, grabó un anuncio para la cadena en el que afirmaba que los niños no pertenecen a sus padres, sino que son responsabilidad de los miembros de su comunidad.
Esta nueva lucha política sobre el futuro de los niños de la nación americana, marcan un camino de no regreso para un partido —demócrata— que rompió todos los moldes del centrismo, y ahora se ha virado con radicalismo hacia la izquierda, teniendo como una de sus metas quitarles a los padres el control sobre sus hijos, y que sea el Estado el dueño de los niños de la nación, tal como ha ocurrido previamente en regímenes comunistas, donde los políticos juegan a ser Dios e intentan modelar las vidas de los ciudadanos a su antojo.
Pero ¿por qué? ¿Cuá es la razón detrás de las nuevas políticas para conquistar las aulas de clase y entrometerse en la educación infantil por parte de la izquierda?
Durante las últimas décadas los izquierdistas modernos descubrieron que la mejor forma de ganar en el campo político era a través de la conquista de la cultura, es por ello que, en el año 1984, el antiguo agente de la KGB, Yuri Bezmenov, quien había escapado del régimen comunista, reveló los métodos que utilizaba la inteligencia soviética para destruir a Estados Unidos desde adentro, mencionando la subversión ideológica y el marxismo cultural, cuya finalidad era acabar con los valores occidentales en el planeta.
El objetivo primordial de la guerra cultural es la desmoralización del contrario, en ese sentido Bezmenov decía: “Cambiar la percepción de la realidad de cada americano, hasta tal punto que por mucha que sea la información, nadie sea capaz de llegar a conclusiones sensatas por sí mismo, para defenderse a sí mismo, a su comunidad y a su país. Es un gran proceso de lavado de cerebro que progresa muy lentamente (…) la desmoralización, se tarda entre 15 y 20 años en desmoralizar una nación, ¿por qué esa cantidad de tiempo? Porque son los años que cuesta que los estudiantes del país contrario sean expuestos a la ideología del enemigo; en este caso el marxismo leninismo, sin ser desafiado por los valores básicos del americanismo o el patriotismo norteamericano”.
Sobre Bezmenov y sus revelaciones hablaremos más adelante a profundidad, sin embargo, es importante destacar como la inclinación, cada vez más radicalizada hacia la izquierda en Estados Unidos, no viene de una lucha política orgánica, sino de un fuerte trabajo de inteligencia y una intensa lucha cultural que penetró en universidades y medios de comunicación, y que ahora también intenta incubarse en las escuelas americanas para introducir sus ideas en los más pequeños del hogar y romper así definitivamente con el sistema que convirtió a Estados Unidos en la primera potencia mundial.
Los mercados abiertos y el capitalismo, ciertamente no son un sistema perfecto, no existe, ni existirá nunca un sistema capaz de satisfacer a toda la humanidad, pero sí es el sistema más justo, menos corrupto, y también el que crea mayor prosperidad para quienes hacer parte del mismo; la historia ha demostrado una y otra vez, que las economías abiertas crean mayor riqueza y libertades, que las economías altamente intervenidas por los Estados; es por esta razón que los pensadores marxistas y los soviéticos, determinaron que el sistema americano había que destruirlo desde adentro, pues, desde afuera, era completamente imbatible, y en esto juega un rol fundamental el adoctrinamiento.
La izquierda estadounidense ha ganado un terreno enorme en las guerras culturales que se disputan en el país, y este resultado se repite en la mayoría de los países europeos y latinoamericanos, donde los más importantes medios de comunicación, casas editoriales, productoras cinematográficas, organismos internacionales y universidades tienen un pronunciado sesgo izquierdista, y los líderes en dichos campos son de la vertiente de pensamiento colectivista.
Habiendo avanzado con tal determinación en la conquista de la cultura, el paso lógico es penetrar en las mentes de los más pequeños de casa, irrumpiendo en sus mentes, se hará la guerra a los padres más conservadores/libertarios, y a partir de allí se comenzará a crear una división en el hogar, y lo que es peor, se comenzará a desafiar la autoridad de los padres sobre sus propios hijos.
La ideología de género es solo una herramienta para quebrar ese círculo familiar; es el martillo con el que se golpea la superficie con el objetivo de romperla, hay muchas más herramientas, pero esa es una de las principales. La razón detrás de esto, es que, evidentemente una mayoría de padres no estará de acuerdo con que confundan a sus niños en las escuelas con la cantidad de géneros y presuntas atracciones sexuales que algunos de sus maestros evocan; de hecho, en Florida, cuando el gobernador republicano del estado, Ron DeSantis, decretó una ley para prohibir a los maestros hablar de temas sexuales a niños entre 5 y 9 años, los demócratas contraatacaron con su fuerza mediática bautizando a la legislación como “Don´t Say Gay”, y mintieron haciendo creer a parte de la población que esta ley buscaba prohibir la palabra “gay” en las escuelas, y que era un ataque contra la comunidad LGBTQ —en toda la legislación no se menciona o hace referencia a la palabra gay o LGBTQ—.
El asunto con este tipo de adoctrinamiento escolar, es que los padres se verán cada más retados por niños que sienten que sus progenitores no les entienden, o que quizás son demasiado “anticuados”, y para ellos pertenecer al grupo social de la escuela, van a tener que seguir con la misma línea de pensamiento impartida por sus maestros; esto hará que los niños desafíen a sus padres en estos temas tan controversiales, y que incluso, pierdan el respeto por los mismos, causando brechas irreparables en los hogares.
Si los hogares son penetrados por el adoctrinamiento escolar y las relaciones paternales y maternales se quiebran, esto propiciará el crecimiento de niños cada vez más vacíos, sin lineamientos, ni valores, con falta de estructuración, que a largo plazo terminarán convertidos en miembros de una sociedad parasitaria incapaz de valerse por sí misma, y que necesitaran indefinidamente el asistencialismo estatal para sobrevivir y ocuparán siempre la primera fila en toda lucha o manifestación política e ideológica, a favor de causas colectivistas.
El hogar, la familia, es el primer lugar donde todo niño recibe una educación y valores, existe un viejo presagio que establece que todos los adolescentes son de izquierda, hasta que crecen, empiezan a trabajar y ganar su propio dinero, entonces se convierten en libertarios, y después tienen hijos, por lo que terminan convertidos en conservadores. Evidentemente, esto no es una ciencia exacta, pero es innegable que, a menor edad, y con un menor entendimiento del funcionamiento de las economías y el valor de las cosas, es fácil ser partidario de causas izquierdistas, pero a medida que los seres humanos van creciendo su perspectiva del funcionamiento del Estado y la sociedad comienza a cambiar drásticamente.
Si los hogares empiezan a ser destruidos a través del adoctrinamiento infantil y los niños pierden por completo el respeto hacia sus padres, entonces, muy seguramente, terminarán convertidos en adultos problemáticos, confundidos, sin valores, ni talentos, algo que a largo plazo lo llevará a idolatrar a los únicos que en su imaginación podrán salvarlos de sus vidas miserables y traer algo de esperanza —con populismo y muchas promesas vacías— al caos de sus vidas: los hombres que juegan a ser Dios.