Fuente: La Gaceta de la Iberosfera
En el pasado mes de febrero, se destapó el escándalo en torno a la energía eólica en Escocia. La energética Scottish Power admitió que 71 de sus molinos de viento estaban conectados a generadores diésel después que una fuente denunciara la situación al diario Sunday Mail.
«Durante diciembre, 60 turbinas en el parque eólico Arecleoch y 11 en el Glen App se quedaron sin energía debido a un fallo en el cableado en el parque de Mark Hill. Para que estas turbinas pudieran volver a funcionar se conectaron a generadores diésel que funcionaban más de seis horas al día», aseguró el denunciante.
A la compañía no le quedó entonces más remedio que admitir esta información y asegurar que se vio obligada a tomar esta decisión para mantener calientes las turbinas durante el mes de diciembre. «Durante el frío extremo de diciembre, siguiendo las recomendaciones del fabricante, seis generadores diésel devolvieron la temperatura interna de las turbinas a niveles seguros durante un breve periodo de tiempo», aseguró un portavoz de Scottish Power.
Los parques eólicos en Escocia son operados por esta compañía, una filial de la empresa española Iberdrola, que opera 1.183 turbinas terrestres capaces de producir suficiente electricidad para alimentar a dos millones de hogares.
La información revelada en Escocia es una muestra más de las complejidades y desafíos asociados con el mantenimiento de la infraestructura de las energías renovables, especialmente cuando existen condiciones climáticas adversas. Más aún cuando en este caso en concreto el uso de generadores diésel para este tipo de energía contradice el propósito principal de la eólica, que es reducir la dependencia de los combustibles fósiles y minimizar el impacto ambiental.
La noticia también plantea dudas sobre la transparencia dentro de la industria de energías renovables, cuyas debilidades se van conociendo a cuentagotas o se ocultan en beneficio de las políticas climáticas que la mayoría de países han asumido sin reconocer que, todavía, no son 100% asumibles.
Además de la utilización de combustibles fósiles para las circunstancias mencionadas, la energía eólica plantea un problema adicional. El desarrollo de parques eólicos terrestres representa un reclamo más sobre el uso de extensión terrestre y existe una creciente preocupación por su impacto en la biodiversidad, particularmente en animales como aves, murciélagos e insectos.
Los parques eólicos pueden provocar el desplazamiento de estos animales o actuar como barrera para las aves migratorias, lo que en última instancia podría provocar la pérdida del hábitat. Sin embargo, la consecuencia más obvia del desarrollo de la energía eólica son las colisiones de aves contra los molinos.
«Las colisiones representan una fuente de mortalidad directa para las aves; pueden chocar con las palas del rotor, las torres, la góndola u otras estructuras asociadas. Las colisiones pueden ser una causa importante de mortalidad con posibles consecuencias para la población», asegura un estudio publicado en Nature.
En 2021, un informe de la revista española Quercus reveló que más de 8.000 aves y murciélagos habían muerto en los parques eólicos de Navarra desde 1998. Entre ellos, el grupo más afectado fue el de las aves rapaces, con más de 4.000 bajas, de las cuales la mayoría eran buitres leonados, aunque también se vieron afectadas especies catalogadas como amenazadas, como en el caso del milano real (94 bajas) y el alimoche (diez bajas).