Carolina Avendaño – Mundo Libre Diario

Arraigada en la filosofía japonesa de vivir en armonía con la naturaleza, la práctica del daisugi se remonta al siglo XIV, cuando la gran demanda de madera para construir salones de té en la prefectura de Kitayama llevó a los cultivadores de árboles a buscar una forma de aumentar la producción maderera.

La prefectura de Kitayama era una tierra pobre en árboles jóvenes y de terreno llano. Aumentar la producción significaba talar los ya escasos árboles y arriesgarse a dañar el ecosistema. Así que a los japoneses se les ocurrió una idea inspirada en su conocida técnica del bonsái: mediante una poda y un control cuidadosos, harían crecer árboles a partir de los ya existentes. Así surgió el daisugi.

Compuesto «台» (dai), que significa plataforma, y «杉» (sugi), que significa cedro, daisugi es un término descriptivo de una técnica forestal que permite producir madera sin talar árboles. La parte principal de un cedro se mantiene baja y nivelada para que sirva de base al crecimiento de múltiples ramas erguidas.

El cedro japonés, una joya asiática

Una plantación de cedros japoneses. (Imagen: Thierry Caro vía Wikimedia Creative Commons)

El daisugi suele realizarse en cedro japonés (Cryptomeria japonica). También conocido como cedro de Kitayama o secoya japonesa, se cree que este árbol es endémico de Asia. 

El cedro japonés es un árbol de hoja perenne que puede alcanzar hasta 70 m de altura y 4 metros de diámetro de tronco. Crece en bosques donde el suelo es cálido, profundo, húmedo y bien drenado.

Sus hojas están dispuestas en forma de espiral y su corteza tiene tonos marrón rojizos. Cuando se tala, la madera de cedro japonés desprende una fragancia distintiva y persistente a la que se atribuyen beneficios para la salud.

Tablón cortado de Cryptomeria japonica. (Imagen: Paul venter vía Wikimedia Creative Commons)

La madera de cedro japonés es ligera, densa y resistente a la intemperie y los insectos. Es muy apreciada en Japón, sobre todo para usos interiores como muebles, chapas, paneles interiores y madera contrachapada.

Es común encontrar cedros centenarios alrededor de templos y santuarios. Uno de los cedros japoneses más antiguos es el Jōmon Sugi (縄文杉), situado en la isla de Yakushima, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se calcula que este árbol tiene entre 2.170 y 7.200 años. 

Una técnica sustentable: la naturaleza coopera con el hombre

Daisugi en el templo Ryōan-ji, al noroeste de Kioto. (Imagen: Bernard Gagnon vía Wikimedia Creative Commons)

El daisugi es muy similar a la técnica de poda utilizada para crear bonsáis, pero a diferencia de los bonsáis, que se plantan y adiestran en macetas para su exposición, el daisugi se aplica a árboles de tamaño natural plantados en el suelo. Mediante una poda cuidadosa, el tronco se mantiene regordete y solo se permite que crezcan ramas selectas desde la copa. 

Cada dos o cuatro años, los arboricultores podan a mano los brotes en crecimiento, dejando sólo las mejores ramas superiores para que crezcan rectas y sin nudos. En unos 20 años, estas ramas se cosechan para obtener una de las mejores maderas de Japón.

Un árbol madre puede crecer hasta 100 brotes a la vez y normalmente puede producir madera durante al menos 200 años. Se dice que la madera producida por el daisugi es un 140% más flexible que la del cedro japonés normal y un 200% más resistente.

Símbolo de refinamiento 

El cedro es un elemento esencial de la arquitectura tradicional japonesa. Uno de sus usos más destacados se vio en la construcción de salones de té, sobre todo en las alcobas tokonoma, refinadas salas de recepción donde se exponen objetos de gran valor artístico, como rollos colgantes y arreglos florales ikebana.

Un tokonoma con un pergamino colgante y un arreglo floral ikebana. (Imagen: 663highland vía Wikimedia Creative Commons)

Los troncos de cedro producidos por daisugi se utilizaban como pilares principales del tokonoma, no solo por su gran densidad y flexibilidad, sino también por sus agradables ondulaciones naturales. Esta textura impecable solo podía conseguirse mediante una poda cuidadosa durante el crecimiento.

Fue el maestro del té Sen no Rikyū -conocido por perfeccionar la «Vía del Té» japonesa- quien dio a los troncos de cedro de Kitayama su refinado estatus en la construcción de salones de té. El maestro del té desarrolló un profundo aprecio por este tipo de madera, declarándola como el único material adecuado para estructuras tan importantes.

Daisugi hoy: un elemento del patrimonio japonés

En su época de esplendor, la madera daisugi era la primera elección entre los japoneses para construir desde palillos hasta estructuras de tejados. Sin embargo, a medida que se desarrollaba la arquitectura moderna y los materiales industriales se hacían más accesibles, la demanda de madera acabó disminuyendo. 

Aunque menos apreciado como mercancía, el daisugi seguía teniendo valor estético, y se convirtió en un elemento recurrente en templos y jardines japoneses. Con el tiempo, sin embargo, su uso ornamental fue sustituido por el bonsái, ya que producir árboles diminutos requería mucho menos tiempo y esfuerzo que los cedros de tamaño natural.

El bonsái es el arte de crear árboles en miniatura que se parezcan a los de tamaño natural mediante una cuidadosa poda. (Imagen: Laura Paredis vía Pexels)

Hoy en día, cuando se hace urgente la búsqueda de alternativas respetuosas con el medio ambiente, esta técnica centenaria está ganando atención como ejemplo de silvicultura sustentable y solución a la deforestación. Todavía practicado en algunas regiones de Japón, el daisugi sigue siendo un recordatorio de la armoniosa relación de los antiguos con la naturaleza y un símbolo del rico patrimonio cultural japonés.

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