En una noticia que sacudió al mundo católico, el Papa Francisco decidió recurrir a la medida excepcional de destituir personalmente al obispo conservador Joseph Strickland de su cargo en la diócesis de Tyler, Texas.
Strickland no estaba implicado en ningún escándalo sexual en ciernes como tantos en las filas vaticanas, incluidas personas cercanas a Francisco.
La única «transgresión» de Strickland fue ser crítico del Papa, en cuanto a algunas de sus declaraciones progresistas que se alejaban del catolicismo ortodoxo.
Hasta el momento, el Vaticano no ha dado una explicación oficial sobre la destitución de Strickland.
Strickland no culpa de su destitución al Papa Francisco, porque «hay muchas fuerzas trabajando en él e influyéndole para que tome este tipo de decisiones».
En una entrevista concedida a Life Site, el obispo abordó su destitución de la diócesis de Tyler (Texas) y la situación actual de la Iglesia.
«La única respuesta que tengo a eso es porque las fuerzas en la Iglesia ahora mismo no quieren la verdad del evangelio. Quieren cambiarla. Quieren que se ignore. Quieren deshacerse de la verdad que gloriosamente no va a desaparecer. La verdad que es Jesucristo, Su cuerpo místico, que es la Iglesia, todas las maravillas por las que murieron los mártires y por las que vivieron los santos a lo largo de casi 2000 años desde que Cristo murió y resucitó», declaró el Obispo destituido.
«Hay muchas fuerzas trabajando en [Francisco] e influyendo en él para que tome este tipo de decisiones. Por eso rezamos por el Papa, por él como hijo de Dios y por su papel como sumo pontífice. Pero tenemos que reconocer que en el mundo actúan fuerzas tremendas y poderosas. San Pablo nos recuerda que no luchamos contra seres humanos, de carne y hueso; luchamos contra las potestades y los principados del mal. Y el mal no quiere la verdad de Jesucristo».
Así que, ahí lo tienes: «Principados del Mal». Sí.
«Hay gente en la Iglesia, que en lugar de gloriarse en la verdad de Cristo, quieren borrar porciones significativas de la Sagrada Escritura y decir: ‘Oh, nos equivocamos en eso’, o ‘simplemente vamos a ignorarlo’. Los santos, a través de 2000 años, no se equivocaron».