Fuente: The Post
Nunca antes en la historia democrática se habían registrado tantas denuncias -con abundante evidencia física- de un fraude electoral tan gigantesco como las que todos los días se suben a las redes sociales de la Argentina para el caso de las elecciones delo 22 de octubre.
El nivel del crimen electoral, de acuerdo a estas pruebas, habría sido de tal magnitud que resulta muy extraño que los medios importantes no estén mostrando esta evidencia como la primera pieza de información que circulara por estos días.
No solo son cientos de miles los casos de la clásica treta de las boletas robadas, sino que ahora aparecen en el primer plano de los videos las autoridades de mesa directamente invitando a los electores que querían votar candidatos cuyas boletas no estaban (en la enorme mayoría de los casos, boletas de La Libertad Avanza) a retirarse del lugar de votación o a votar en blanco. Nunca antes este periodista había visto algo así.
Menos aún el hecho de que haya quedado completamente constatado que miles de votos emitidos en sobres firmados por las autoridades de mesa hayan aparecido en bolsas de basura o directamente tirados por las veredas en los alrededores de los lugares de votación. Esos votos también correspondían a Javier Milei. Una vez más, nada de todo esto ha aparecido en televisión ni ha sido comentado por los principales periodistas de los medios argentinos.
También se multiplicaron por cientos los videos que muestran, por un lado, las planillas físicas aprobadas por los fiscales en las mesas de votación con los votos de cada uno de los candidatos y, por el otro, la carga en el sistema de escrutinio del correo en donde los votos para las mismas mesas de las mismas secciones fueron cargados con cifras extraordinariamente diferentes, siempre en beneficio de Sergio Massa y en perjuicio de Javier Milei.
Se han mostrado casos en distintas provincias del Norte argentino en donde el candidato oficialista había obtenido el 100% de los votos emitidos, algo estadísticamente imposible.
También aparecieron videos de los guardias de la Fuerzas Armadas que custodiaban los lugares de votación pidiendo a la gente que denunciaba la falta de boletas de las opciones que querían votar a que “no los comprometieran” y que “se retiraran” del lugar. De nuevo, este periodista jamás vio algo así.
A esto se suma que “ONGs” cercanas al kirchnerismo han salido a tachar de “falsos” esos videos lo que, más que hacerles perder credibilidad, los torna más verosímiles.
Ayer domingo se registraron en varias ciudades de la Argentina -pero especialmente en Buenos Aires- marchas de ciudadanos auto-convocados por las redes para manifestarse en contra del fraude electoral. Miles de personas acudieron a la Plaza de Mayo y al Obelisco de Buenos Aires, sin que una sola de esas imágenes, que la gente filmaba con sus teléfonos, haya aparecido en los grandes medios televisivos.
Todo esto es muy extraño. Se trata de una extraordinaria convergencia de pruebas en el sentido de que la voluntad popular ha sido (muy probablemente) seriamente alterada en los resultados del 22 de octubre. Todas las evidencias coinciden en un punto. Se trata de documentos de video y de audio tomados por ciudadanos espontáneos en el momento en que la anomalía les estaba ocurriendo a ellos, en muchos casos con las caras de las autoridades de mesa que los invitaban a retirarse. Y esos videos son coincidentes a pesar de haberse filmado en lugares completamente distanciados de la geografía de la república.
A esto se agregan piezas de audio de punteros peronistas instando a “su gente” a recorrer los lugares de votación para destruir y hacer desaparecer las boletas de Javier Milei, como así también videos de autoridades de mesa que se encontraron con urnas que ya contenían votos antes de que ellos abrieran las mesas.
Todo este material está disponible en el dominio público. Es completamente bizarro que un fiscal de la Justicia Electoral no haya abierto una investigación para determinar que es lo que realmente ocurrió el 22 de octubre en la Argentina.
Otras decenas de videos han aparecido echando mantos de sospecha sobre la empresa Smartmatic que es la que maneja el software con el que se hace el escrutinio. Testigos que trabajan en el Correo contaron que a las siete de la tarde de ese 22 de octubre, en la sede del Correo, se cortó la luz y las autoridades mandaron a los empleados a que “salieran a comer algo”.
Todo el mundo se sorprendió de que en semejante lugar, y ante esas circunstancias, no se dispusiera de un grupo electrógeno para seguir operando normalmente. Pero las sorpresas aumentaron cuando al regresar “de comer algo” más del 50% de las mesas de votación ya estaban cargadas en el sistema.
Eso coincidió, efectiva y llamativamente, con el hecho de que muy temprano comenzó a tenerse una tendencia irreversible del resultado que, comparado con lo que había ocurrido en las PASO (en las que no se tenían datos hasta muy avanzada la medianoche), llamó muchísimo la atención.
¿Es el peronismo y en particular Sergio Massa capaz de organizar un fraude de esta magnitud? Obviamente. De eso no quedan dudas coniciendo a los personajes. El gobierno había designado en enero del 2020 a Vanesa Piesciorovski como presidenta del directorio del Correo Argentino, en reemplazo de Luis Freixas Pinto. La poderosa dirigente de La Cámpora ya había ocupado la vicepresidencia durante la gestión de Cristina Kirchner, cuando su titular era un hombre de Amado Boudou. Pero era Piesciorovski quien manejaba el poder y tomaba las decisiones en el Correo. A su vez la vicepresidencia corresponde a Mónica Litza, una dirigente de Avellaneda que responde a Sergio Massa.
La pregunta es: ¿Cuál es la causa de la pasividad periodística y de la Justicia Electoral? Nadie lo sabe. Pero es indudable que el peronismo kirchnerista, representado en esta elección por Sergio Massa, sabe que se juega la continuidad en el poder por los próximos 20 años. Y está actuando en consecuencia, haciendo todo lo que sea necesario para ganar al mejor estilo de Hugo Chávez en Venezuela.
Si algo podría hacer la ciudadanía el 19 de noviembre es tomar, justamente, el ejemplo de lo que ocurrió en ese país en 1998 y hacer todo lo contrario. En aquella oportunidad se presentaban a las elecciones el Coronel Hugo Chávez y el señor Henrique Salas Romer. Muchos venezolanos, antes de las elecciones, se manifestaron en el sentido de no apoyar a ninguno de los dos y a votar en blanco.
Como resultado de esa postura, Chávez obtuvo 3.673.685 votos, Salas Somer 2.879.457 y el voto en blanco sumó 4.459.878. Chávez fue consagrado presidente. Venezuela en ese momento era uno de los países más ricos de América Latina con una alternancia democrática de más de 60 años.
Han pasado ya 25 años y, desde ese momento, el país vive bajo una dictadura castrista que llevó a que el 94% de sus ciudadanos sean pobres. Hoy Caracas, por ejemplo, una de las ciudades más cosmopolitas y avanzadas de América en aquellos años, se ha convertido en una gigantesca villa miseria y el régimen se ha reciclado en un señor que apenas puede hilvanar frases sintácticamente bien construidas mientras financia narcoterroristas colombianos y asesinos a sueldo de origen iraní.
El 19 de noviembre los argentinos deberían pensar en eso seriamente y saber que están ante una opción de hierro entre entregar el país a una mafia comandada ahora por un cínico o probar un cambio que retire del poder a los criminales que ya tanto daño han hecho.
Solo un masivo voto a Milei podrá superar, no solo el intento de continuidad mafiosa, sino obturar la reiteración de un fraude cuya falta de investigación es tan o más extraña que el hecho de que algunos argentinos aun duden sobre lo que deben hacer para salvar a su país del totalitarismo.