Fuente: La Gaceta de la Iberosfera

La importancia de las elecciones de este domingo en Argentina es crucial para el equilibrio de poder dentro de la región. El renacimiento del Foro de Sao Paulo vino acompañado de líderes más extremos pero más debilitados. Es por eso que tanto Lula da Silva como Bergoglio jugaron tan fuerte durante esta campaña en un alarde de impúdico intervencionismo que sólo se puede permitir la izquierda. Bergoglio podría ver peligrar el sistema de financiación de su influencia política con los movimientos sociales y su red de curas villeros. En tanto que la preocupación de Lula da Silva, que trasladó a Joe Biden, se basa en los eventuales apoyos a Milei que puedan brindar Donald Trump Jair Bolsonaro. Pero el temor no es sólo político ya que la política pública estrella de Milei es la dolarización y esto es una bandera roja para el presidente brasileño. Esta es la explicación sobre el intenso apoyo brasileño a la campaña de Massa, sumado al creciente desprecio que el libertario ha mostrado al acuerdo regional Mercosur.

Más allá de la región, Milei se ha convertido en un icono antiprogresista mundial. Recientemente concedió una entrevista al periodista más detestado por la izquierda mundial y por el Partido Demócrata de EEUU, Tucker Carlson, que superó los récords de audiencia internacional del mismísimo Donald Trump. Más allá de la capacidad operativa de la formación política de Milei y de los interrogantes sobre sus dotes para la gestión, simbólicamente, en el mundo, es un ícono contra la cultura woke. Con menos espalda y menos trayectoria, ha desafiado abiertamente todas los dogmas bioéticos, ecologistas, feministas y setentistas de la agenda global, de una manera llana, sin sofisticación pero sin complejos.

Es posible que su excéntrica personalidad contribuya a enfrentar tabúes que otros políticos de la derecha americana y europea no se han atrevido a tocar. Se trata de una ruta casi inexplorada pero muy atractiva, sobre todo si se tiene en cuenta el meteórico ascenso del hombre que hasta hace tres o cuatro años ni soñaba con ser político y que ha logrado poner contra las cuerdas al amañado sistema electoralista argentino diseñado para expulsar al outsider.

Posiblemente el domingo no termine de despejarse la incógnita y haya que esperar al 19 de noviembre para saber quién será el próximo presidente argentino. Pero estará definido quién quedó fuera de juego y eso determinará la implosión de uno de los partidos tradicionales. Javier Milei deberá enfrentar el desgaste propinado por sus contrincantes, los embates mediáticos y las torpezas de sus poco avezados colaboradores, fuente de no pocos sinsabores.

Quien lo enfrente propondrá una unidad contra el «demoledor» de las instituciones tradicionales, la campaña de miedo será aún más feroz. Todo se va a acelerar desde el 23 de octubre, en un país donde la economía es un polvorín, la inflación corroe la vida cotidiana, la inseguridad crece y donde todas las instituciones han caído en una pendiente de descrédito que desdibuja por completo la vida cívica. La casta política y sus privilegios, ocurra lo que ocurra con Milei, fue puesta en tela de juicio y se la identificará irremediablemente con el fracaso, eso de por sí es un logro. Hay un enorme porcentaje de argentinos que se van a caer súbitamente del sistema y todos los políticos lucharán por lavar sus culpas y señalar la responsabilidad en el otro. Si los argentinos entienden que fueron el estatismo y sus gerentes la clave de la decadencia, a pesar del cimbronazo, habrá saldo positivo.

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