Por Marcelo Duclos- Panampost

Este lunes el dólar trepó cómodamente por encima de los 1.000 pesos. Lo curioso es que muchas voces de la primera línea de la política argentina apuntaron contra un candidato opositor, en lugar de responsabilizar al gobierno y a su fracasado modelo económico y monetario. Lo cierto es que, en las últimas horas, Javier Milei no dijo nada nuevo. Reiteró lo mismo que ha dicho desde el primer día que salió en televisión. Lo único que cambió es que, probablemente, gane las elecciones presidenciales del 22 de octubre.

Si hubo un denominador común durante toda la campaña fue la acusación monocorde desde todos los espacios de que Milei llega para instaurar un modelo autoritario. De la izquierda, pasando por el kirchnerismo y Juntos por el Cambio, todos los candidatos se cansaron de decir que el diputado liberal descree de la democracia y que es una amenaza para el sistema. Lo curioso es que esos mismos que lo señalan con el dedo y lo acusan de dictador en potencia, ahora lo quieren meter preso por brindar una opinión, que además parece evidenciar todo el sentido común del mundo.

Con títulos insólitos como los de “incitación a la violencia económica o delito financiero” se radicaron las primeras denuncias contra Javier Milei, que lo único que hizo fue recomendarle a la gente que no se quede en el largo plazo con una moneda que continuará devaluándose. Solamente en un país con una profunda confusión económica se puede responsabilizar a un diputado de la oposición por el derrumbe final del peso, cuando el Estado lleva más de dos décadas financiando con emisión monetaria un déficit fiscal insostenible.

Todo esto lleva a los argentinos a tener que meditar sobre dos cuestiones. La primera radica en la necesidad de quitarse la telaraña de los ojos, para corroborar donde está el verdadero autoritarismo. La verdad es que solamente hay que repasar los dichos explícitos de los protagonistas para sacar la única conclusión inevitable.

Pero también es necesario que el electorado evalúe si desea seguir teniendo una dirigencia política que le miente en la cara permanentemente, o si prefiere volcarse por un cambio radical. Desde hace varias décadas, el país se acostumbró a tener una clase política mentirosa y una ciudadanía que normalizó ese comportamiento. Impunemente los funcionarios pasaron por la gestión pública con frases como “el que apuesta al dólar pierde” o “el que depositó dólares recibirá dólares”, mientras se estaban confiscando los ahorros de la gente.

El kirchnerismo llevó el doble discurso al extremo. Mientras que le recomendaban a la ciudadanía ahorrar en pesos, volaban las valijas de la corrupción, repletas de dólares y euros. Por primera vez, un presidenciable está diciendo algo tan incómodo como real. Que si apuestan al peso, a la larga van a perder. Ante esto, los argentinos tienen una decisión muy clara. Si desean volver a elegir una dirigencia que claramente les seguirá mintiendo en la cara, con palabras bonitas y políticamente correctas, o si prefieren, finalmente, comenzar a transitar el camino de la madurez, la responsabilidad y la realidad.

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