Oriana Rivas – Panam Post
Colombia, Argentina, Brasil, Nicaragua y Bolivia. Esos son algunos países de América Latina que poco a poco empeñan sus activos y riquezas a China. Aunque los casos más evidentes son Venezuela y Cuba, las naciones antes mencionadas se han convertido en noticia durante los últimos días por entregar al gigante asiático la explotación de sus recursos y adoptar el yuan con el fin de desplazar al dólar estadounidense en sus transacciones internacionales.
Esta expansión china en la región es innegable y está trazada en un cuidadoso plan creado por el Partido Comunista dirigido por Xi Jinping. Su funcionamiento viene siendo estudiado por expertos que concluyen que esta gran Ruta de la Seda es “el último gran empujón que quiere dar China en su proyecto de conquistar el planeta y lograr la supremacía sobre el mundo occidental y sobre Estados Unidos”.
Como resultado, no es de extrañar que Washington emita una nueva alerta sobre lo que ahora está ocurriendo en Perú. En ese país, el PCCh se está apoderando no solo de la infraestructura marítima, sino del sistema eléctrico nacional. Según un funcionario estadounidense que declaró a Financial Times de forma anónima, “en los grandes temas geoestratégicos, el gobierno peruano no está suficientemente concentrado en analizar los beneficios y amenazas”.
Mega puerto en manos chinas
Aparentemente, desde el gobierno que hoy dirige Dina Boluarte reconocen el llamado de EE. UU. sobre lo que implica entregar distintas industrias peruanas a China. “El capital chino ha adquirido empresas eléctricas, mineras y otras. Geopolíticamente hablando, sus preocupaciones estarían justificadas”, declaró una fuente anónima cercana.
Sin embargo, no hay acciones para limitar los convenios peruanos con el gigante asiático. Por el contrario, la corporación energética italiana Enel acordó con China Southern Power Grid International (CSGI) la venta del 100 % de sus empresas filiales en Perú. El acuerdo se firmó el pasado 7 de abril y alcanzó los 2.900 millones de dólares. En ese entonces, habían críticas por el peligro de que un solo grupo controlara todas las centrales generadoras de energía.
La historia empeora en Chancay, al norte de Lima. Ahí China Ocean Shipping Company Limited (Cosco), una de las mayores empresas navieras del mundo, construye un mega puerto que no solo garantizará la llegada de barcos de carga, sino que a futuro serviría para alojar buques de guerra. En otras palabras, esta instalación sería una pieza más de una enorme estructura logística marítima en puertos internacionales e infraestructura costera ideada desde Pekín.
Puede que a mediados de este año, Xi Jinping sufriera un revés cuando Argentina suspendió la construcción del polémico “puerto multipropósito” en Tierra del Fuego, pero eso no impidió que el comunismo chino se las arreglara para conseguir en Perú la nueva plataforma marítima que buscaba.
Hambre por minerales
Hasta el año 2021, Perú suministraba 27 % del cobre que consumía China, de acuerdo con fuentes oficiales. Lo cual demuestra que los nexos entre ambos países van más allá del sistema eléctrico nacional o el mega puerto en Chancay.
A su vez, esa necesidad de minerales está enlazada con otros objetivos expansionistas de China, que buscan desesperadamente superar a EE. UU. en temas como la inteligencia artificial. El detalle está en que para fabricar microchips y baterías necesita recursos como litio, el “oro blanco” de la tecnología.
No es casualidad entonces que Pekín mire a América Latina, rica en este tipo de materia prima. A cambio, el PCCh entrega préstamos multimillonarios que sabe que no le serán devueltos por la poca capacidad de pago que tienen estas naciones, en su mayoría dominadas por gobiernos socialistas. Así se forma un círculo vicioso de conveniencias que amenaza además el orden geopolítico actual.