Por Raúl Tortolero – Panampost

Verástegui es un apellido español, en euskera, nombre de un pueblito en el País Vasco, más exactamente en Guipúzcoa, sólo que allá es escrito: “Berástegui”. De ahí deben haber salido en algún momento todos los que así se apellidan en el mundo, y entre ellos Eduardo, acaso el más reconocido de ellos.

Su caso es especial, y diríase, único, ya que hoy por hoy, al mismo tiempo, su película Sonido de libertad (Sound of freedom) está en primer lugar en asistencia, habiendo sido vista por más de 4 millones de personas en 9 días, y recaudado 41 millones de dólares en ese periodo, con ello superando el día del estreno al pez gordo de Disney, Indiana Jones 5, en todo Estados Unidos; y en México un gran bloque conservador decepcionado de una oposición fake, espera conocer su decisión en cuanto a una posible candidatura a la presidencia en 2024.

El aglomerado de partidos que dice oponerse al socialismo de Andrés Manuel López Obrador en México básicamente es progresista, de izquierdas (dicho por sus propias bocas, la de Santiago Creel tanto como la de Xóchitl Gálvez), por lo que 2024, en ese escenario, se trata oficialmente de un pleito entre perfiles rojos. Y eso es todo.

Así las cosas, el liderazgo de Verástegui cobra actualidad y se haría necesario para este bloque conservador: en este momento, no hay en México un solo partido político que represente la voluntad conservadora del 88 % de cristianos que habita el país, no hay un partido de derecha, y ya no se diga de nueva derecha.

Aquí cabe mencionar qué tipo de valores están hoy sin nadie que los encarne y los abandere, que son básicamente los famosos siete puntos, las siete defensas de la contrarrevolución cultural, con esencia cristiana, y que planteados por quien esto escribe, fueron acordados en el CPAC México 2022: la defensa de la fe, de la vida desde la concepción, de la familia natural, de la propiedad privada, de la patria -ante el progre-globalismo-, de las libertades y de los derechos universales.

En honor a la verdad es que también está Lilly Téllez, la senadora que se iba a lanzar a la presidencia, y que dijo buscar construir una “derecha moderna”, pero que renunció a este propósito por temas relativos al método de elección del candidato frentista.

Directa y dura, ella, por alguna razón, habiendo firmado a finales de 2021 la Carta de Madrid, promovida por Vox, luego desistió de su apoyo a esa gran iniciativa opuesta al socialismo, al Foro de Sao Paulo y al Grupo de Puebla.

Entró, ciertamente, como senadora en 2018, de la mano de López Obrador, increíblemente, pero luego corrigió y se separó de Morena para acogerse al PAN. Siempre ha sido provida.

También está un empresario norteño de habla dura, Gilberto Lozano, cuya narrativa critica a todos los partidos y ensalza por tanto un camino independiente, bajo su agrupación, FRENA, cuyo principal objetivo ha sido desde 2018, generar la renuncia de López.

¿Podrían estas opciones y otras más, y sus seguidores, agruparse en un bloque de derecha conservadora independiente? Nadie sabe, porque Lozano quiere ser candidato por su cuenta, Lilly Téllez no sabemos qué haga tras haber renunciado a buscar la candidatura frentista, y Verástegui está reflexionando sobre si lanzarse o no.

La senadora fue invitada por Eduardo Verástegui a sumarse al movimiento Viva México. Si él decidiera no ser candidato independiente en 2024, ¿Lilly podría ocupar su lugar? ¿La “derecha moderna” que promueve Téllez, ¿es nuestra nueva derecha, cercana axiológicamente a los postulados de Vox, y de MAGA, o es globalista, economicista y arreligiosa?

Eduardo Verástegui está promocionando su película en Estados Unidos, y a la par sigue rezando el rosario públicamente a diario, como ha acostumbrado, mostrando abiertamente su fe, algo atractivo para un cierto sector, que es mayoritario aún en México, y cada vez menos tibio. Además, pone a la sociedad, el bien común, la familia y los niños como máxima prioridad.

De esto habla su película: del combate al tráfico de menores para explotación sexual, un tema que ha causado llagas en la prensa alineada con el progresismo, en el mainstream de la industria del entretenimiento, y ha sido víctima de censura. Una sociedad sana debe proteger a sus niños.

Disney, Netflix y Amazon en su momento se negaron a distribuir la cinta debido, justamente, a su temática, alegando que no era redituable en lo económico, pero acaso también porque piensan que “los menores pueden acostarse con quien sea” (Irene Montero dixit), con lo que le hacen el juego a los pederastas organizados y las élites que los cobijan y a las que pertenecen. Los sabotajes se han expresado de mil formas distintas, e incluso se reportaron sonidos de explosiones en una sala, que tuvo que ser evacuada de emergencia.

La pedofilia a gran escala no es un cuento, sino una realidad desgarradora, la más terrible de las esclavitudes y no podemos cruzarnos de brazos ante un gran negocio aún más cruel que el narcotráfico.

En México supimos por ejemplo hace 20 años de una red de personajes poderosos que promovían el sexo con menores gracias, en parte, a las investigaciones de Lydia Cacho y su libro Los demonios del Edén, que logró poner tras las rejas a Jean Succar Kuri -preso aún y condenado por los delitos de prostitución y pornografía infantil en el CEFERESO 15°, en el estado sureño de Chiapas. Y a su cómplice Kamel Nacif, quien fue detenido en Líbano y luego fue liberado en 2021. También Rosy Orozco ha hecho un trabajo constante en la protección de los niños, entre otros liderazgos más.

“Viva México”, la organización de Eduardo Verástegui, se dedica justamente a denunciar el robo de niños, en donde México ocupa un penoso primer lugar en el mundo, y EE. UU. es número uno en consumir sexo con menores y pornografía infantil.

Por eso la llegada de Sound of freedom al cine es un golpe de concientización, un golpe para despertar como ningún otro. No es sólo un filme más y su éxito no puede ser medido sólo en términos de dinero y de asistencia, sino sobre todo, en cuanto a movilización social y política para acabar con el execrable delito de la pedofilia organizada. Dicho sea de paso, el filme está por ser exhibido también en el Capitolio, ante republicanos y demócratas, y luego en el “Trump National Golf Club Bedminster”, con el expresidente Donald Trump como anfitrión.

La revista Rolling Stone y opinadores en The Guardian y en CNN han tachado de “conspiranoica” a la película y de cercana a Q Anon, lo cual muestra que ellos no verían con malos ojos la infame teoría MAP (Minor Atracted Person, Persona Atraída por Menores), un vil eufemismo académico woke, para designar a la pedofilia, haciéndola pasar como sólo una opción más, dentro de la “diversidad sexual”, y la “libertad sexual”.

Eduardo Verástegui nunca ha ocupado un cargo público en México, lo que le es criticado por algunos, acostumbrados para mal a una construcción de poder político según las viejas usanzas: ser diputado, senador, alcalde, gobernador y luego aspirar a la presidencia. Pero de facto, lo que tenemos, es un montón de políticos profesionales, pero profesionales en la corrupción, expertos en crear empresas fantasmas para desviar millones de dinero público, exigidores de jugosas tajadas a las constructoras, pillos que usan fondos para desgracias en promover sus propios intereses, y no pocas veces, coludidos con el crimen organizado.

No necesitamos políticos de ese tipo, sino liderazgos frescos pero profundamente comprometidos con el bien común. Eduardo Verástegui ha demostrado ser un ciudadano comprometido socialmente al hacer todo lo que es humanamente posible, para abrirnos los ojos a todos en torno al rapto de niños para esclavizarlos sexualmente. Para salvar vidas. No es un funcionario, y qué bueno, y es todo lo contrario a un autómata funcional del gobierno: es justo todo lo contrario, tiene en su epicentro a Dios y el bien común. Hay expectativa en cuanto a la decisión que pueda tomar de cara a 2024.

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