Por Enrique De Rosa Alabaster – La Prensa

Toda idea o más precisamente doctrina, así la agenda 2030, que busca imponerse por la propaganda ideológica, la manipulación, también necesita el miedo como emoción movilizadora de los cambios buscados. En el extremo del miedo, la conmoción social y en particular la doctrina del terror, son usados como catalizadores y destructores de los últimos reparos para la reconstrucción en base a ese nuevo orden.
El terror ha sido desde la antigüedad un método de control social que asociado a la propaganda y la psicología de masas sirve para instalar, luego influir y finalmente imponer de manera forzada, posiciones conceptuales y principios que se busca constituyan de manera definitiva un nuevo orden. El orden totalitario, orwelliano, necesita de la propaganda que impulse las ideas únicas pero también necesita de la doctrina del terror y esto lo entendieron claramente quienes gestaron el llamado “Reino del terror” durante la revolución francesa, posterior a la creación de la primera república en la cual las ejecuciones sumarias y de alguna manera inesperadas e incontrolables, hacían pensar que le podía pasar a cualquiera. Nadie se libra del terror y la única posible defensa es la afiliación a esa idea de manera incuestionable. La frase de Bertrand Barère prominente impulsor de los cambios en ese periodo de la Revolución era: “Hagamos del terror el orden del día”. Esa parece ser la línea en la que vivimos en la actualidad, en una realidad que en parte nos es recordada constantemente por los medios predominantes de difusión masiva. Los cambios de paradigma ocurren a veces por avances en la ciencia o en la tecnología que hacen perimido al anterior y obligan a una nueva perspectiva. En el marco de lo social, en los casos en que se fuerza ese cambio, se trata de un cambio de paradigma que no se da por ningún elemento previo que modifica inevitablemente el paradigma, como sí lo han sido por ejemplo la invención de la imprenta o el advenimiento de internet en la vida cotidiana que efectivamente modifican la comunicación, sino modificar radicalmente los valores o principios que han servido a las sociedades para estructurarse. 
En un caso es un resultado de un cambio de condiciones inevitables o frecuentemente irreversibles, en el otro es forzar, instalar un cambio. Ya no se tratará de un proceso ante lo evidente, como la comunicación inmediata por el avance en la tecnología de comunicación e información, sino la imposición de una ideología, de un nuevo orden. Es una acción programada, a veces llamada de ingeniería social, propaganda, operación psicológica etc., en la que se utilizan principios de la psicología experimental y en particular la psicología de masas. Eso no se hace sin la destrucción y la deconstrucción como mencionaba en el artículo “En el nombre del padre”, de las columnas conceptuales previas, y en este sentido el miedo, el terror posteriormente, son los elementos emocionales que motivarán efectivamente la movilización a una nueva postura.
En este orden de cosas, la doctrina del miedo, de la imposición del absurdo, que tanto sirvió en época de pandemia, ahora empiezan a aparecer casos que refuerzan lo que ya era evidente: que se trató de un experimento social a escala planetaria. A las fiestas locales del poder se suman casos en lo que se comprueba lo mismo, como los videos que salieron a la luz de fiestas en oficinas públicas en Inglaterra por ejemplo, las salidas por 500 metros en la ciudad de Buenos Aires, pero con velatorios multitudinarios o el experto que nos indicaba desde el Imperial College que morirían cientos de millones, pero él salía para encontrarse con parejas de sus colegas. Ese absurdo contradictorio unido a la consigna autoritaria, en el que nada tiene una regla, una norma precisa y concreta, no es casual ya que obliga o fuerza a buscar la consigna desde afuera, desde quien teóricamente la posee, en la imposibilidad de verla por uno mismo, en reemplazo de lo que era con la norma que se declara perimida que estaba incorporada. Esta imposición forzada tiene dos elementos, por un lado, los dirigidos a la mente racional, aunque no se busque que lo sea, pero sí a las ideas, a las cogniciones a las construcciones mentales; por el otro a las emociones.
Ese es el juego en nuestra mente de la imposición del miedo, en el que las estructuras emocionales, del cerebro límbico, de la amígdala y el hipocampo más concretamente, respondan de manera desconectada del control de la corteza frontal. Hay quienes lo llaman a esto “secuestro límbico”, cuando no podemos pensar sino solo reaccionar, y reaccionamos al miedo. En ese vacío de ideas propias se encuentra el terreno fértil a las ideas externas impuestas, que ya no son fruto de la reflexión sino la aceptación del dogma.
En ese contexto empieza a ser más fácil de ver el caos reinante en el que elementos aparentemente disociados forman parte de una acción sino coordinada, al menos congruente en sí misma, todos necesitan que el caos provoque la destrucción de lo previo, y desde ya lo individual como base de la construcción de un nuevo orden colectivo, el bien común impuesto. Pero la destrucción no está en lo material, está en nuestras mentes, ese es el terreno a destruir y conquistar.
JUJUY, CHACO, AGENDA 2030

Un buen ejemplo es el estado actual que estamos viviendo en nuestra sociedad y que no es más que la continuidad de lo que venimos progresivamente viviendo. Se puede tomar casi cualquier punto de partida en la historia reciente, quizás el de la pandemia pueda ser uno. La acción se desarrolla en varios frentes aparentemente disímiles, pero conectados con la reingeniería social que representan las propuestas de gran reseteo, o el nuevo orden. Ocurre un homicidio, aún más en la doctrina ya instalada, un femicidio, con diversos ingredientes tenebrosos, es una familia ligada íntimamente al poder y que al mismo tiempo participa junto al gobernador de la provincia en elecciones locales. Sorprendentemente, si se creyera en lo que declaman, las oficinas gubernamentales, ONG y diversas asociaciones que defienden los derechos de las mujeres y que están tan activas fuertemente en las reasignaciones de género, o inclusive en los derechos menstruales de hombres biológicos, no reaccionan ante esto, no emiten un mínimo comunicado, mucho menos se activan buscando el esclarecimiento. Pero particularmente en un momento en que todo adquiere significado en la esfera pública comunicacional, no hay ninguna voz para hablar de ese crimen. Al mismo tiempo, la provincia de Jujuy es aislada del resto del país con cortes de rutas, y acciones contra la población de todo tipo, donde mujeres son atacadas por bandas de sujetos enmascarados y tampoco hay reclamo. Una mujer detenida por la policía se autolesiona golpeando su cabeza contra la ventana del móvil que la iba a transportar y ahí sí, hay defensa corporativa por la “represión” y exposición en los medios. Es decir, no existen valores sino ideologías.
Consecuente con este modelo, al mismo tiempo el país participa en la avanzada mundial en la cual se busca sexualizar a la infancia y proponer reasignaciones de sexo y “liberar a los menores del yugo paterno”. Debemos aclarar que lo paterno son ambos padres y así por un lado se instalan modelos de capacitación en sexualidad en la infancia según una agenda global como ya expusiera en una anterior nota, que acordes a los modelos en el mundo buscan dejar a los padres fuera de su rol, que oportunamente es tomado por estructuras desprovistas de ese nexo, y el menor pasa a ser propiedad de la “sociedad liberadora”, ya que los padres pasan a ser quienes limitan su libertad. La avanzada, por supuesto, establece desde reasignaciones de identidad y género, como inclusive la libertad sexual, una madurez sexual absolutamente precoz que supera los cánones inclusive del derecho civil, no solo del desarrollo evolutivo, neuropsicológico. Pero los “avances” deben ser de alguna manera que transformen a los liberados del orden anterior en esclavos del nuevo. Las cirugías de reasignación de sexo cada vez con menores controles y estudios, en ausencia de toda evaluación previa, es irreversible. Para ello también debe desaparecer lo que sigue formando pero quiere ser también desterrado por la ideología, como una serie de trastornos que serían a descartar y asistir en lugar de validar. Es extraño, pero en ningún otro sector como decíamos en la nota anterior se generaliza a partir del caso único, sino que la más frecuente marca la línea de pensamiento. Así en la infancia o en la adolescencia cierto tipo de trastornos de identidad son frecuentes, sin embargo, ahora todo planteo o deseo ya es real, válido y debe ser asistido en su demanda bidimensional. “Donde hay planteo, hay un derecho”: el individuo es lo que expresa, ninguna otra consideración debe ser hecha. Un cuadro disociativo, un trastorno de identidad de género, hoy disforia de género para ir adaptando el término a la corriente que busca imponerse, inclusive este último no será considerado, sino que lo que importa es lo que diga, ya que esto estará más fácilmente inducido por el relato. La realidad sería ocuparse de la persona en una situación de necesidad. Sin embargo, lo que hay que defender es la ideología y las personas que dicen defender son en realidad utilizadas y más precisamente sacrificadas. 
En esto también hay mucho que aprender de la instalación del terror en la revolución francesa, el movimiento inevitablemente devoraba a sus hijos… exactamente lo que dicen combatir: el padre destructor. 
Quizás debamos hacer como los que se salvaron en el mito y empezar a entender que se sale del abdomen de Urano, o Zeus o en tantos mitos que rescata Campbell el de la ballena, habiéndose transformado uno en esa vuelta al interior, que simboliza esa vuelta ya no al útero pero sí al interior del monstruo, del cual hay que salir pero transformados.

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