Este 10 de abril se cumplieron los primeros 100 días de gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, pero el balance no es precisamente positivo. Las promesas populistas hechas en campaña no se han materializado mientras que los indicadores económicos prenden alarmas a corto plazo para Brasil. Sumado a esto, días atrás el instituto Datafolha retrataba cómo la aprobación del mandatario en sus primeros tres meses se convirtió en la peor comparándola con sus anteriores mandatos.
En consecuencia, el gobierno izquierdista de Brasil se debate entre amenazas de mayor estatismo, las estimaciones de inflación y la caída de 7,20 % acumulada en el Ibovespa, principal índice de la bolsa de valores de São Paulo. Un reporte de Gazeta Brasil indica que esta es la mayor caída desde el primer mandato de Fernando Henrique Cardoso en 1995, cuando el índice cayó un 28,48 %. En cuanto al terreno político, Lula da Silva también vio llegar la primera denuncia por corrupción contra un funcionario de su gobierno. Además dejó atrás la promesa de “pacificar” al país al generar una confrontación directa contra el senador Sergio Moro, los expresidentes Michel Temer y Jair Bolsonaro o el presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto.
El actual presidente de Brasil aseguró que en una columna publicada por Correio Braziliense que “100 días fueron suficientes para revertir un escenario atroz”, en referencia al mandato de Bolsonaro. A eso le añadió que “los problemas heredados fueron en tantos frentes que el término ‘reconstrucción’ se incorporó al lema del gobierno federal”. El contexto real muestra cosas diferentes y nada alentadoras.
Más inflación
Los economistas del mercado financiero elevaron la estimación de inflación de este año del 5,96 % al 5,98 %, indicó el informe “Focus”, divulgado por el Banco Central (BC). Respecto a 2024, la proyección de inflación del mercado financiero aumentó de 4,13 % a 4,14 %.
Pueden parecer incrementos menores, pero no lo son, considerando que durante el gobierno de Bolsonaro hubo deflación en los últimos tres meses de su mandato. En ese momento, Brasil alcanzó la tasa más baja desde 1980 y la primera caída desde la pandemia. En otras palabras, mientras los altos precios aplastaban a la región, Brasil era el único país que lograba escapar de estos. Uno de los factores que influyó para alcanzar dicho objetivo fue la reducción del precio de los combustibles.
Los primeros 100 días de Lula han sido todo lo contrario. Regresaron los impuestos federales sobre la gasolina y ordenó la suspensión de los estudios para la privatización de las estatales Petrobras, Empresa Brasileira de Comunicação (EBC), Correios, entre otras. Como esas, hay otras políticas del período de Bolsonaro que Lula revirtió en poco tiempo.
Ataques a la clase media
Si 100 días demostraron lo que puede pasar con el país más grande, y con una de las economías más importantes, de América Latina; los días por venir dejarán más claro el escenario. Este lunes 10 de marzo Lula da Silva dio nuevas declaraciones enfocadas en el populismo que tanto profesan sus amigos izquierdistas de la región como Venezuela, Cuba en incluso Colombia, al arremeter contra estratos sociales más altos.
A su juicio, la clase media “necesita poco” del Estado. Por lo tanto, una “reforma tributaria justa” sería suficiente para atender a esa parte de la población. “Hay gente que no necesita tanto al gobierno, sectores medios de la sociedad. Solo tenemos que hacer que nuestra reforma tributaria sea justa para la clase media, porque no necesitan mucho de nosotros”, agregó. En otras palabras, Lula da Silva promete gobernar para un solo sector de la población, mientras demoniza y estigmatiza a los otros.
“Los más ricos no lo necesitan [al Estado]. Los muy ricos a veces lo necesitan, porque evaden o no pagan los impuestos necesarios o quieren pedir prestado mucho dinero. Cualquiera que haya sido alcalde y gobernador sabe que no hay otra forma de ser humano que gobernar para la gente más humilde, que realmente necesita del Estado”, añadió.
Para dejar por sentado las intenciones de desmeritar a la clase media brasileña y extender su dependencia al Estado, Lula da Silva dijo que los programas sociales dirigidos a los más pobres, como Minha Casa Minha Vida, “se extenderán” a este sector poblacional.