Por Milagros Boyer – Panampost
Las imágenes que han circulado en las redes sociales que muestran al dalái lama besando a un joven en los labios durante un acto y en presencia de otros adultos, para luego preguntarle al infante si puede “chupar” su lengua, son realmente asquerosas. Su tranquilidad causa una indignación que aumenta cada segundo del clip de video, el cual termina con el líder espiritual tibetano señalando su boca y sacando la lengua, para que el niño proceda con lo que le ha pedido. Un espectáculo grotesco que no debe ser olvidado, precisamente por lo que conlleva y para que no vuelva a repetirse.
Sin embargo, con la viralización del material audiovisual, que desató una fuerte controversia y numerosas críticas que se propagaron como pólvora, por tratarse de una de las personas más respetadas y veneradas a nivel mundial, también llegó algo que causó mucha más ira dentro y fuera de la web: sus disculpas. En un comunicado este lunes reseñado por la agencia EFE, la máxima autoridad del budismo aseveró lo siguiente:
“Ha circulado un video que muestra un encuentro reciente, en el que un chico joven le pregunta a su santidad del dalái lama si puede darle un abrazo. Su santidad desea pedir disculpas al niño y a su familia, así como a sus muchos amigos de todo el mundo, por el daño que sus palabras han causado (…) Su santidad a menudo toma el pelo a las personas que conoce de forma inocente y traviesa, incluso en público y ante las cámaras. Lamenta el incidente”
Al detenerse en esta lectura es menester hacer referencia a la tranquilidad con la que se habla de un hecho que es completamente repudiable y que, en realidad, estas disculpas surgen producto de la aversión que causó este encuentro por la viralización del contenido en la Internet, no porque en realidad el dalái lama, o en su defecto las personas que estuvieron presentes en el momento, hayan visto nada fuera de lo normal en ello, de hecho en el texto se indica que lo veo como algo “travieso e inocente”. Es allí donde está el problema.
Hoy las cámaras fueron las encargadas de poner al dalái lama en el ojo del huracán. Captaron este momento, por demás repulsivo, y lo llevaron a hacer declaraciones que apaciguaran los ánimos. Sin embargo, abriendo un poco el perispcopio, hay que preguntarse, ¿qué pasa cuando no hay nadie que pueda grabar estas apariciones?, ¿es una práctica común estas “bromas inocentes y traviesas” dentro de los templos budistas?, ¿qué sucede puertas adentro con los jóvenes de inician en el camino del budismo? De hecho, ¿qué ocurre con los menores que se inician en cualquier creencia, al encontrarse en una situación de esta naturaleza donde la incomodidad es palpable? Sin duda, este hecho dejó muchas interrogantes abiertas, no solo con respecto al dalái lama, sino a las figuras de autoridad que representan a cualquier tipo de religión o doctrina en general.
En el transcurso de la vida, el ser humano puede mostrarse dócil ante diversas situaciones, cuando camina por el sendero de las creencias. Ahora, que figuras de autoridad se aprovechen del poder que la misma sociedad les ha dado para acercarse, cual aves de rapiña, a acechar a las personas cuando están en su estado de mayor vulnerabilidad, especialmente a niños, es algo que merece ser reprendido a toda costa.
Cuando se habla de este tema, en lo que concierne a las creencias, la crítica acá no es irrestricta nada más al budismo. Bien se recuerda el reportaje publicado por Boston Globe en 2002, en el que ahonda cómo la Iglesia en Boston cubrió por años los abusos de sacerdotes a menores de edad. En aquel momento, en lugar de castigar a los curas involucrados, los obispos simplemente eran trasladados de una parroquia a otra. Esta investigación reveló la participación de los mismos clérigos en repetidas violaciones de niños.
Entonces, esto es un llamado a actuar ante las señales que están siendo disparadas con declaraciones edulcoradas. Por ejemplo, el dalái lama ya causó controversia tras bromear con que seguramente podría ser sucedido por una mujer, pero esta debería ser “muy atractiva”. Estas afirmaciones, impregandas de un tono sardónico, no suelen ser al azar. Nada, cuando se trata de este tipo de referentes, lo es. Pasa con el papa Francisco y su apoyo ya nada sutil a políticas de izquierda, pasa también con figuras de poder que se mueven tranquilamente en el mundo de la política, como la ministra de Igualdad en España, Irene Montero, quien con su narrativa plagada de resentimiento ha desatado una lucha desaforada en defensa de la pedofilia, así como la hormonización y mutilación de menores.
La propagación de estos mensajes, haciendo apología de los mismos, es algo que no se debe pasar por alto, mucho menos que se permita la inyección de tales conceptos a mentes en formación y, por supuesto, tan maleables y frágiles como las de los jóvenes. Es allí donde el rol de los padres y la ciudadanía debe ser firme. Se debe actuar ante este tipo de atropellos. Cualquier gesto menor a ello puede pagarse con creces en un futuro no muy lejano.