Traducido de Breitbart.com por TierraPura.org
El llamado Partido Conservador británico ha suspendido a una de sus concejales tras atreverse a criticar la colocación de “banderas sexuales” del Orgullo.
Angela Kilmartin, miembro del Consejo del Distrito de Braintree, en Essex, ha sido suspendida por la sección local del Partido Conservador tras criticar la colocación de banderas del Orgullo en la calle principal de una localidad.
Esto se produce en un momento en que el Partido Conservador está cada vez más vinculado al activismo LGBT a nivel nacional, y en el que los parlamentarios promueven regularmente temas de debate a favor de los homosexuales y transexuales, independientemente de lo que piensen sus bases al respecto.
Según un informe de The Telegraph, Kilmartin, de 81 años de edad, ha caído ahora en la nueva agenda política del partido después de decir que la cuestión del sexo debe permanecer dentro del dormitorio.
“No quiero banderas del Orgullo sexual en mi calle”, escribió en las redes sociales. “Ni siquiera quiero banderas heterosexuales en mi calle. El sexo es para el dormitorio y la vida privada, no para mostrar preferencias en público”.
Esto provocó una respuesta aparentemente rápida de los responsables locales del partido, que suspendieron a la anciana del grupo durante 21 días a la espera de una investigación.
“Nos desvinculamos totalmente de los comentarios de este miembro”, declaró el líder conservador local, Michael Lager.
“No toleramos la discriminación entre personas de distintos credos, creencias y todas las características protegidas establecidas en la Ley de Igualdad de 2010, que respetamos y promovemos”, añadió.
La suspensión de Kilmartin representa uno de los últimos casos en los que el Partido Conservador en el poder impone una agenda LGBT a sus miembros, a su base de votantes y a Gran Bretaña en su conjunto.
A pesar de ser ostensiblemente el principal partido de derechas del país, el grupo gobernante ha impulsado regularmente la expansión de la ideología sexual en el Reino Unido, con ministros que a menudo van más allá de sus competencias para fomentar el crecimiento del progresismo.
Por ejemplo, una ministra del partido llegó a intentar obligar a la Iglesia de Inglaterra a empezar a celebrar matrimonios homosexuales, a pesar de que ella misma ni siquiera era miembro de esa confesión.
El arzobispo de Canterbury, Justin Wellby, también progresista, tuvo que salir a denunciar las acciones del Gobierno, describiendo cómo fue “convocado dos veces al Parlamento y amenazado con una acción parlamentaria para obligarnos a contraer matrimonio entre personas del mismo sexo”.
Los conservadores acapararon los titulares el año pasado por ser el primer partido en tener un diputado “transgénero” en el Parlamento. Jamie Wallis se declaró trans el año pasado después de que le pillaran con “vestido y tacones” tras estrellar su coche, un incidente que el diputado achacó al trastorno de estrés postraumático que había sufrido tras ser violado en una cita.
El entonces Primer Ministro, Boris Johnson, elogió a Wallis por su “valentía” poco después de que saliera del armario: “El Partido Conservador que lidero siempre te dará, a ti y a todos los demás, el amor y el apoyo que necesitáis para ser vosotros mismos”.
Sin embargo, el sistema judicial británico fue menos indulgente: multó a Wallis con 2.500 libras (unos 3.000 dólares) y le retiró el carné de conducir por el incidente.