Por Nicolás Promanzio de La Derecha Diario

A lo largo de la última década, buena parte de los países de África se han vuelto fuertemente dependientes económicante de China. Primero empezaron con relaciones comerciales que parecían demasiado buenas para ser reales; después, empezaron a sacar préstamos del Banco Central con sede en Beijing, a tasas que, una vez más, parecían demasiado buenas para ser reales.

Pero la realidad es que China sabía que estos países no iban a poder pagar sus deudas, y su idea nunca fue recibir de regreso este dinero. El Partido Comunista convencía a los gobiernos africanos para que saquen estos préstamos para construir infraestructura destinada al transporte comercial, como puertos, rutas, ferrocarriles y aeropuertos.

Sin embargo, cuando indefectiblemente estos países entraban en default con el Estado chino, el régimen comunista entraba en escena y se apropiaba de las construcciones, quedándose con una parte clave de cada país donde ejecutaba este plan.

Este masivo programa para convertir a decenas de países de África en vasallos económicos de China se conoce como la Belt and Road Iniciative (BRI), apodada en español como la “Nueva Ruta de la Seda“, y fue lanzada por el dictador chino Xi Jinping en 2013, a pocos meses de su ascenso al poder.

Originalmente anunciada con la intención de renovar y amplificar viejos caminos comerciales e invertir en infraestructura a lo largo del mundo para interconectar de manera naval, aérea y terrestre al gigante asiático con el resto de las naciones, el plan macabro siempre tuvo como objetivo generar una interdependencia global de las naciones subdesarrolladas y emergentes para con China.

Actualmente, se estima que China ha invertido más de 500 mil millones de dólares en esta iniciativa. Dinero que rara vez volvió a ver en concepto de devolución de los préstamos: la gran mayoría del dinero entregado le otorgó un control estratégico clave de alguna infraestructura en África, aunque también en Asia, Europa y Latinoamérica.

La inversión hasta la fecha equivale al dinero necesario para estar en el top 30 de países con mayor PBI del mundo. El valor estimado de la BRI para el 2030 se espera en más de 1,3 billones de dólares.

Las obras más importantes que se han construido con préstamos chinos y han caído bajo control de alguna empresa estatal del Partido Comunista.

Donde más ha invertido China hasta ahora es en África, donde los páises son más vulnerables a este tipo de propuestas. Cientos de puertos, ferrocarriles, rutas, aeropuertos y hasta centrales eléctricas han sido construidas en países a lo largo de todo el continente con préstamos chinos.

Estos préstamos no tienen como objetivo final cobrar intereses, si no que justamente China espera que no puedan devolver el dinero, y así quedarse con las construcciones que hayan hecho con ese dinero prestado. Las garantías preferenciales que impone China en sus contratos ponen en situación crítica la soberanía de los deudores, la famosa “trampa de deuda”.

Desde principios del siglo XXI y facilitado por la disolución de la URSS y la desatención de los Estados Unidos, el Partido Comunista Chino comenzó a construir lazos más estrechos con los países africanos.

China está interesada por la abundancia de recursos naturales y materias primas en ese continente, como así también por la mano de obra barata.

La plataforma principal para la interacción entre África y la República Popular China es el “Foro de Cooperación China-África”, que se lleva a cabo cada tres años desde 2000. En este momento, el foro se ha integrado en la Belt and Road Iniciative.

Desde ese entonces, los productos baratos chinos han inundado los mercados africanos, y las relaciones entre los países africanos y China se conocen como la “diplomacia de la deuda”, una manera de vasallaje en el siglo XXI.

Este es el contexto de la última década, pero la situación está levemente cambiando desde que estalló la pandemia. China atraviesa actualmente la peor crisis económica de su historia desde su apertura comercial en la década del 70, producto de un agotamiento del sistema económico mixto y de las brutales cuarentenas que impusieron contra su población.

Es de esta forma que en 2022, las inversiones en la Belt and Road Initiative en África alcanzaron un mínimo de dinero intercambiado en años. El año pasado, la cantidad de dinero invertido en construcción en el África subsahariana fue de US$ 4.500 millones de dólares.

Esto implica casi un 50% menos que el año anterior, cuando hubo alrededor de US$ 8.100 millones de dólares invertidos en 2021. Por otra parte, la inversión de empresas privadas chinas en proyectos de la BRI en el África subsahariana también disminuyó de US$ 8.500 millones de dólares en 2021 a menos de US$ 3.000 millones de dólares el año pasado, una caída de casi el 60%.

Además, hay silencio absoluto hace prácticamente un año sobre nuevos anuncios sobre la financiación china para proyectos ferroviarios y portuarios en África. Aunque hubo algunos anuncios como inversiones en Argentina y Uruguay, China le ha soltado completamente la mano a sus vasallos económicos africanos.

Las razones de la reducción en la “ayuda” económica

  1. Imagen internacional: Después de la crisis de la deuda en Sri Lanka y las acusaciones en todo el mundo de que China está practicando la diplomacia de la trampa de la deuda, el régimen comunista quiere reparar su imagen de buen acreedor reduciendo la cantidad de préstamos que otorga.
  2. Los países africanos no pueden pedir prestado más dinero: La capacidad de muchos países africanos para aceptar nuevos préstamos es muy baja debido a la pandemia y los intereses impagables de préstamos anteriores.
  3. La dinámica económica interna china: Tras el golpe al mercado interno chino por la política de tolerancia cero durante la pandemia, las empresas chinas están destinando grandes recursos a proyectos internos, olvidándose completamente de las inversiones más riesgosas en África.

Cambio de canciller, ¿cambio de rumbo?

El 1ro de enero hubo fuertes cambios en la Cancillería de China, luego de que el dictador Xi revalidará su régimen aplacando la oposición interna que pedía que finalice su mandato que se extiende ya por una década.

Es así que el ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular China, Wang Yi, asumió el liderazgo de la Oficina de Asuntos Exteriores del Partido Comunista Chino, el cargo más alto en la diplomacia china, reemplazando al histórico Yang Jiechi, cerebro de la BRI en África.

Además, como ministro de la República Popular asumió Qin Gang, cercano a Wang, volviendo a unificar en una misma ala del Partido Comunista estas dos carteras diplomáticas. Lo primero que hizo Qin al asumir su cargo fue realizar una gira por África.

En su gira, Qin visitó muchos países del continente africano y firmó documentos en muchos campos, incluida la cancelación de varias deudas, terminando con el expansivo programa que promovía la diplomacia de la deuda.

Simultáneamente, Rusia, Estados Unidos y otras potencias lanzaron sus propios viajes a África a comienzos de este año, lo que demuestra que la (leve) retirada de China del continente desató una verdadera carrera por llenar este vacío.

Al mismo tiempo, varios países de África, como EgiptoRepública Democrática del CongoZambiaMozambique y Uganda, mostraron su descontento con China por esta decisión, asegurando que la nación comunista “les soltó la mano en el momento más difícil” y todos han firmado nuevos acuerdos comerciales con otros países.

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