Por Daniel Cecchini – Infobae.com

Los avances de la ciencia suelen, como efecto colateral, derribar algunos mitos. Sin embargo, hay casos que van a contramano, como el del surgimiento de leyendas urbanas sobre el robo de órganos a personas, vivas o muertas, aparecido luego de que los trasplantes de órganos se transformaran en una práctica relativamente común en el campo de la medicina.

En la Argentina, ese tipo de mito urbano se comenzó a difundir a fines de los ‘80 o principios de los ‘90 y uno de los relatos más conocidos es el del camión frigorífico dentro del cual la policía, en una revisión de rutina, encontraba cadáveres de nichos colgados de ganchos para medias reses. A esos cadáveres, según se repetía, les habían sido extraídos todos sus órganos.

El folclorista estadounidense Jan Harold Brunvand, especialista en leyendas urbanas, cuenta en su libro The Baby Train que escuchó por primera vez la leyenda en 1991. En las primeras versiones que circularon, unas personas descubrían a la víctima acostada en la cama ensangrentada de un hotel o en el suelo de una habitación, o apoyada en la pared de un edificio. Cuando la atendían en la guardia de urgencias de un hospital se descubría que le habían robado un órgano.

Hacia 1995, la historia empezó a correr con algunas modificaciones: la persona despertaba sola en una bañera llena de hielo, con una nota que decía: “si querés vivir, llamá al 911″. En 1997, la historia se difundió a través de una cadena de correos electrónicos. El robo ocurría en Nueva Orleans, Houston o la propia Nueva York, entre otras ciudades.

Organismos internacionales de defensa de los derechos humanos comenzaron a poner en la mira un fenómeno peculiar que se estaba dando en el gigante asiático: la persecución de los practicantes de Falun Gong (AFP)

El rumor cobró tanta fuerza que el 30 de enero de 1997 el Departamento de Policía de Nueva Orleans tuvo que lanzar una página web para desmentirlo. Estaba provocando terror.

Un anuncio del FBI

Por eso llamó poderosamente la atención cuando, el 24 de febrero de 1998, el FBI informó que había descubierto y desactivado una red dedicada a la venta de órganos humanos procedentes de presos chinos ejecutados en su país.

Si se rastrea la evolución de la noticia en los principales medios de comunicación estadounidenses de la época es muy poco lo que se puede encontrar. Apenas la reproducción del anuncio del FBI y algunas notas colaterales sobre la escasez de órganos para trasplantes para poder responder a las listas de espera de los potenciales receptores, y algunas “reconstrucciones” sobre cómo se realizaba ese contrabando desde la lejana China comunista.

En cambio, y por esa misma época, algunos organismos internacionales de defensa de los derechos humanos comenzaron a poner en la mira un fenómeno peculiar que se estaba dando en el gigante asiático: la persecución de los practicantes de Falun Gong, una disciplina que involucra la meditación y una filosofía moral arraigada en la tradición budista.

La práctica se había extendido en la década de 1990, y en 1998, fuentes del gobierno chino estimaron que tenía alrededor de 70 millones de adeptos. El gobierno la percibió como una amenaza y lanzó una campaña nacional para erradicarla en julio de 1999.

Muchos de los practicantes terminaron presos y se estaba investigando si, en caso de ser ejecutados, se les extraían los órganos para trasplantes.

Órganos y trasplantes

El primer trasplante exitoso data del 23 de diciembre de 1954, cuando se injertó el riñón de un hermano a su gemelo.

Este “isoinjerto” tenía un alcance médico muy limitado, ya que se puede realizar sólo entre mellizos perfectos, quienes representan de hecho dos ejemplares del mismo individuo.

Esa circunstancia se da muy pocas veces. Por eso, para extender los trasplantes fue necesario desarrollar los “aloinjertos”, es decir un trasplante entre dos sujetos de una misma especie, pero sin ser mellizos. Y allí el problema es el “rechazo”, la reacción inmunitaria que se produce en el receptor está dirigida en contra de los antíge­nos de histocompatibilidad del donante.

Una vez entendido el mecanismo de rechazo, la medicina pudo prevenirlo, buscando donantes y receptores histocompatibles, y también desarrollando medicamentos que deprimen el sistema inmunitario llamado “inmunosupresores”.

En los años sesenta, esta etapa fue superada y el trasplante de órganos se convirtió en una práctica corriente.

En enero de 1959 se realizó el primer “aloinjerto renal” en los Estados Unidos y meses después se hizo el primero en Francia. En 1963 se lograron los primeros trasplantes de hígado y de pulmón, y en 1966 el primero de páncreas.

Faltaba trasplantar un corazón y lo logró el médico sudafricano Christian Barnard el 3 de diciembre de 1967.

La práctica se extendió y los órganos se convirtieron en un bien preciado. También en una mercancía.

Mercancía ilegal

Cuando el FBI anunció haber descubierto una red de tráfico de órganos procedentes de China, estaban por cumplirse 15 años de la sanción que prohibía su venta en los Estados Unidos.

La Ley Nacional de Trasplante de Órganos, probada en 1984, prohibió la venta o compra de órganos y tejidos humanos en los Estados Unidos. La venta de órganos y tejidos es un delito y los infractores pueden recibir penas que van desde multas hasta el encarcelamiento.

“Una de las razones por las que el Congreso promulgó esta ley fue para asegurarse de que los ricos no tengan una ventaja injusta para obtener órganos y tejidos donados”, explica el “Libro blanco de la Organ Procurement and Transplantation Network sobre bioética: incentivos económicos para la donación de órganos”.

Además, la ley federal para la donación de órganos, ojos y tejidos, definía ya entonces una donación como “una transferencia voluntaria y legalmente vinculante sin compensación”. La norma permitía a las personas tomar la decisión legal de regalar sus órganos y tejidos después de la muerte y establecía registros de donantes.

Pero más allá de las restricciones legales, la venta de órganos era un hecho. Se hacía mediante transacciones clandestinas en las que, generalmente, alguien pobre le entregaba, a cambio de dinero, uno de sus órganos, generalmente un riñón, a cambio de dinero.

De lo que no se tenía noticias hasta el anuncio del FBI era de la existencia de redes de contrabando.

El caso Falun Gong

En los hechos, la red que los federales estadounidenses afirmaban haber descubierto y las primeras denuncias sobre el uso para trasplantes de órganos extraídos a prisioneros ejecutados en China coincidían en el tiempo.

Por entonces, China también era uno de los países donde se registraba la mayor cantidad de trasplantes. Si bien no había datos oficiales, los funcionarios de salud calculaban que se realizaban unos veinte mil por año, de los cuales casi la mitad eran de riñón y de hígado.

La pregunta era: ¿de dónde salen tantos donantes?

A los receptores de trasplantes de órganos en China generalmente no se les informa la identidad del donante de órganos, ni se les proporciona evidencia de consentimiento por escrito. El problema de la transparencia se agrava, según la Organización Mundial de la Salud, por la falta de directrices éticas para la profesión de trasplante o el sistema de disciplina para los cirujanos que violan los estándares éticos.

En 1999, el periodista de investigación Ethan Gutmann publicó que la sustracción de órganos en la región de Xinjiang, china, Comenzó a disminuir mientras que, contradictoriamente, aumentaban las tasas generales de trasplante de órganos en todo el país.

El mismo año, el gobierno chino lanzó una represión nacional del grupo espiritual de Falun Gong. Gutmann sugirió entonces que la nueva población de prisioneros de Falun se convirtió en una importante fuente de órganos.

En publicaciones posteriores, estimó que aproximadamente 65.000 practicantes de Falun Gong habían sido asesinados por sus órganos entre 2000 y 2008.

En mayo de 2006, la Coalición para Investigar la Persecución de Falun Gong les encargó al ex parlamentario canadiense David Kilgour y al abogado de derechos humanos David Matas que investigaran las acusaciones.

Aunque China les negó las visas para entrar al país, pudieron analizar estadísticas sobre trasplante de órganos en China, entrevistas con ex prisioneros de Falun Gong y registros de admisiones de hospitales y oficinas policiales chinos sobre la disponibilidad de órganos de practicantes de Falun Gong.

En base a ese material, estimaron que, entre 2000 y 2005, la fuente de 41.500 trasplantes de órganos era inexplicable, y que los presos de Falun Gong eran la fuente más plausible de estos órganos.

También señalaron las dificultades que habían encontrado al hacer su trabajo: no se permite a las organizaciones independientes investigar las condiciones en China, la evidencia de testigos oculares es difícil de obtener y la información oficial sobre el trasplante de órganos y las ejecuciones a menudo se retiene o es contradictoria.

Las acusaciones contra China sobre cómo obtiene los órganos para los trasplantes continúan hasta hoy.

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