Traducido de Breitbart.com por TierraPura.org
El periódico estatal chino Global Times celebró el miércoles el Año Nuevo tibetano, conocido como Losar, con una contundente declaración de que el Partido Comunista chino, oficialmente ateo, debe tener pleno control sobre la elección del próximo Dalai Lama, la máxima autoridad del budismo tibetano.
El Partido Comunista chino ha estado en guerra con el budismo tibetano desde que Mao Zedong invadió y colonizó el Tíbet en 1951, lo que el Global Times denominó la “liberación pacífica” del Tíbet. Los medios de propaganda estatal china ya ni siquiera identifican a Tíbet por su nombre, refiriéndose a él con el nombre mandarín de “Xizang”. El actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso, de 87 años, fue elegido en 1940 y, por tanto, no depende de la China comunista. El Dalai Lama vive exiliado en la India, tachado de traidor al comunismo y terrorista por Pekín.
El legítimo Panchen Lama, autoridad budista tibetana tradicionalmente a la altura del Dalai Lama, desapareció en 1995 a la edad de seis años, poco después de que el Dalai Lama lo eligiera. El Partido Comunista eligió poco después a su propio Panchen Lama, que sigue siendo una figura pública y aconseja a los budistas tibetanos que obedezcan al Partido. La mayoría de los budistas tibetanos rechazan la sustitución comunista y siguen exigiendo conocer el paradero del verdadero Panchen Lama. Pekín insiste en que el niño creció sano y en privado, pero no ha dado ninguna prueba de vida desde su desaparición.
El Partido Comunista chino permite a los tibetanos celebrar Losar entre el 20 y el 26 de febrero. Según el Global Times, el régimen aprovechó la ocasión para emitir una serie propagandística en la televisión estatal para dar “cuenta detallada de la búsqueda de las reencarnaciones del Dalai Lama y el Panchen Lama”. El programa chino, que relataba la historia medieval del budismo tibetano, concluía que el Partido Comunista es la única autoridad encargada de elegir a los budas vivientes, a pesar de que el Partido Comunista Chino existe desde hace menos de un siglo y condena abiertamente todas las religiones.
“En 1653, cuando el V Dalai Lama llegó a Pekín, el emperador Shunzhi le confirió oficialmente el título de Dalai Lama”, señaló el Global Times. “Fue la primera vez que el gobierno central concedió el título de Dalai Lama. … Desde entonces, es una convención histórica que las reencarnaciones tanto del Dalai Lama como del Panchen Lama deben ser aprobadas por el gobierno central, lo que le confiere legitimidad”.
“Desde la liberación pacífica de Xizang en 1951, el gobierno central de la República Popular China mostró su respeto preservando esta convención y ritual religioso”, continuaba el periódico estatal, describiendo la violenta colonización de Tíbet bajo el comunismo. “En 1995, el 11º Panchen Lama fue investido con su título por el gobierno central a través de este estricto ritual religioso”.
“China es la cuna del budismo tibetano y los Budas Vivientes son chinos”, subrayaba el periódico de propaganda, una creencia que no comparten la mayoría de los budistas tibetanos. “Así pues, la reencarnación del Dalai Lama debe llevarse a cabo en territorio chino. Además, cualquier asunto religioso forma parte de los asuntos internos de China, por lo que debe realizarse de acuerdo con la legislación china”.
En el propio Tíbet, el Partido Comunista ha marcado Losar instalando un nuevo y omnipresente sistema de cámaras de vigilancia e inundando de policías la capital ocupada, Lhasa, según fuentes sobre el terreno que han hablado con Radio Free Asia (RFA).
“A partir de febrero, las autoridades chinas empezaron a instalar más cámaras de vigilancia en Lhasa antes del comienzo de Losar, alegando razones poco razonables como la seguridad”, narró a RFA un tibetano anónimo. “La policía está apostada en cada kilómetro donde los miembros del público son citados para registros aleatorios, especialmente de sus teléfonos móviles”.
“La policía está sondeando cada tienda y restaurante bajo una campaña en curso llamada Seguridad y Bienestar por la Policía”, describió otra fuente. “Y los tibetanos que visitan Lhasa desde otras partes del Tíbet y se alojan en hoteles y pensiones son investigados y acosados constantemente”.
China lleva mucho tiempo oprimiendo al pueblo del Tíbet desde la época de Mao, pero ha intensificado enormemente su persecución bajo el actual dictador Xi Jinping. Xi ha hecho especial hincapié en que el Partido Comunista microgestione las cinco religiones legales de China -catolicismo, protestantismo, taoísmo, islam y budismo- e instale a leales al Partido en los puestos más altos para difundir la propaganda comunista. En el Tíbet, el jefe regional del Partido, Chen Quanguo, anunció en 2015 la imposición de pruebas de pureza política a monjes y monjas budistas, en un intento de garantizar que todas las autoridades religiosas de la región estuvieran ante todo en deuda con el Gobierno.
Chen encabezó una campaña para borrar el budismo tibetano de la escena pública de la región, sustituir la lengua tibetana por el mandarín y las costumbres tibetanas por las han. Su éxito le llevó a ser nombrado en 2016 líder del Partido Comunista en el vecino Turkestán Oriental, donde aplicó la política de genocidio contra el pueblo túrquico mayoritariamente musulmán de la región ocupada.
El borrado del pueblo tibetano continúa con Chen, que fue destituido sin contemplaciones del Politburó a finales de 2022. Las Naciones Unidas advirtieron en un informe publicado este mes que el Partido Comunista había ampliado enormemente un programa para separar a los niños de sus padres en el Tíbet, enviando a los niños a “internados” donde aprendían mandarín, recibían adoctrinamiento del Partido y adoptaban tradiciones Han. El informe sugería que hasta un millón de niños tibetanos eran víctimas de este programa desde este año, que describía como “un programa obligatorio a gran escala destinado a asimilar a los tibetanos a la cultura mayoritaria Han, contrario a las normas internacionales de derechos humanos”.